Por Carmen Sereno
–Tendrás que haser rápido. Acaban de llamar de agensia para servisio en una hora más menos -dijo con un fuerte acento de algún país de Europa del Este, cuando me abrió la puerta.
La seguí hacia el interior de su lujoso apartamento en una zona bien de Barcelona que no desvelaré para proteger su intimidad. Como tampoco desvelaré su nombre. Ekaterina, Irina, Anya, Natasha… Qué más da.
Tenía el armario ropero más grande que había visto en mi vida:
- Cientos de blusas y faldas de todos los estilos y colores. Algunas muy sugerentes; otras, las menos, de una sobriedad que intentaba a todas luces disimular lo evidente.
- Vestidos por estrenar de los que todavía colgaba una etiqueta que empequeñecería al más común de los mortales.
- Docenas de pares de zapatos de tacón con miles de pasos grabados en sus suelas.
- Y bolsos. Tantos bolsos como experiencias caben en una vida.
Se desnudó frente a mí casi de forma mecánica, con la costumbre instalada en su mirada vacía. Al principio, sentí cierto pudor. A diferencia de ella, yo no suelo quitarme la ropa frente a un desconocido. Pero yo estaba allí para contar una historia, y a las historias de verdad hay que mirarlas de frente para que no caigan en el cul-de-sac de los tópicos tramposos.
-¿Cuánto tiempo llevas haciendo esto? -pregunté con determinación al tiempo que sacaba mi cuaderno de notas del bolso.
–Más cuatro anios.
-¿Y porqué lo haces?
–Por misma cosa que todas, hermana. Por dinero -respondió moviendo los dedos con una apabullante naturalidad.
-¿Puedo preguntarte cuánto cobras?
–600 por hora si servisio se contrata en agensia. 450 si contrata a través mi personalmente.
La observé detenidamente mientras se colocaba un par de medias negras con encajes en los muslos, y me pregunté cuántos cuerpos habrían tocado aquellas finas manos de uñas largas que se deslizaban por la tela con una parsimonia felina. Tenía una de esas inquietantes bellezas del este de ojos rasgados, cabello fino y pómulos marcados. Alta. Delgada. Bronceada. De piernas torneadas y pechos operados. Y hermosa. Tan hermosa que dolía mirarla, y al mismo tiempo, costaba dejar de hacerlo. Por mi mente se cruzó un pensamiento primitivo.
Instintivo.
Inconsciente.
Es normal que paguen tanto por ella.
Pero no. No, no, no, joder. No es normal que paguen tanto por nadie.
No es normal que nadie pague por nadie, me dije sintiendo la alargada sombra de la conciencia planeando sobre mi cabeza.
-600 euros es mucho dinero -dije cuando me recompuse y fui capaz de recuperar la distancia necesaria para hacer mi trabajo. -¿Por qué ganas tanto?
–Porque yo soy chica de compania para hombres muy importantes– respondió con un tono de voz que oscilaba entre el orgullo y la ironía, y que no supe discernir.
–¿Cómo de importantes? –quise saber.
–Muy importantes. Empresarios, banqueros, políticos, futbolistas… Pero yo no puedo desir nombre. Mayoría veses ellos hasen mi firmar acuerdo confidensialidad, ¿entiendes?
-Entiendo, entiendo -dije asintiendo con vehemencia-. ¿Y para qué te contratan, exactamente?
Ella me fulminó con su dura mirada azul y echó a reír sin reparo, como si la pregunta que acababa de formular fuera lo más ridículo que hubiera escuchado en su vida.
-Aparte de para lo evidente, quiero decir. -maticé avergonzada por mi torpeza.
–A veses acompanio hombres a fiestas privadas donde hay más mujeres como yo. Otras veses, a viajes de negosios, a senas, a eventos deportivos… No importa si contrata por agensia o a través mi personalmente, servisio siempre es completo.
–¿Qué quieres decir?
–да*, que después compania, se folla –dijo con una sonrisa pícara en los labios-. Por favor –añadió dándose media vuelta-, ¿ayudas a subir cremallera de vestido?
-Sí, claro -dejé mi libreta sobre la cama y me dispuse a hacer lo que me había pedido-. ¿Y siempre tienes que mantener relaciones sexuales?
–курва!**-exclamó colocando los brazos en jarras– ¡Eres mujer muy ingenua para ser periodista!- Se giró hacia mí con brusquedad y agitó las manos en el aire-. ¿Tú crees ellos pagan 600 euros para qué? ¿Para conversasión sobre tiempo? –me espetó con sarcasmo-. Ven conmigo. Debo maquillar y peinar antes de salir –dijo, tras una profunda exhalación que me sonó a indulgencia.
Recuperé mi cuaderno y la acompañé al cuarto de baño, donde un impresionante arsenal de productos de cosmética de elevada factura se extendía sobre el mueble blanco nacarado del lavamanos. Me apoyé en el quicio de la puerta y me dediqué a observarla a través del espejo.
–Mira -comenzó a decir mientras se aplicaba una generosa capa de maquillaje sobre el rostro-, hombres que pagan por mujeres como yo no están interesados en nada más que esto –dibujó un círculo con el dedo índice alrededor de su cara y después, una línea vertical a lo largo de su cuerpo. –Nos llaman de todas formas posibles: Chicas de compania, call girls, escorts… Naaaaaaddda –dijo con un gesto desmayado de la mano-, todo eufemismo. ¿Se dise así, verdad? Pero, ¿tú sabes qué cosa somos en realidad? No somos más que putas -sentenció con frialdad.
-¿No te parece que prostitutas es menos ofensivo?
–Putas, prostitutas… Al final todo es la misma cosa -respondió con expresión hierática, pasándose una capa de rímel por las pestañas-. ¿Tú piensas esto gusta mi?
-No lo sé. ¿Te gusta?
Esbozó una intimidante sonrisa de soslayo.
–Soy puta; no una sínica.
-Pero todo este lujo del que vives rodeada… Todos estos perfumes, la ropa cara de tu armario, o incluso este apartamento… ¿De verdad que te hace falta todo esto?
–Es nesesario para seguir ganando dinero.
-¿Dinero fácil?
Entonces nuestras miradas se cruzaron en el espejo y permanecieron quietas, silenciadas un instante. Se dio la vuelta y me observó con los ojos cargados de resentimiento.
–¿Fásil, dises? ¿A ti parese fásil tener que meterte en cama con hombres que no te gustan, que mayoría veses te dan asco porque son viejos, o pervertidos que te obligan a haser cosas más horribles del mundo? Hay veses que tengo dos, tres y hasta cuatro servisios en mismo día. ¿Tú crees que eso es fásil? ¿Que puede gustar a alguna mujer? ¿De verdad lo crees? ¿Tú crees, tú de verdad crees que es fásil vivir así, teniendo sertesa que ningún hombre te amará jamás porque no eres más que una munieca para lusir en fiesta, usar y después tirar? Así que нет***, no es dinero fásil, tal ves es rápido, pero te garantiso que no es fásil. No es nada fásil tener que mirarse al espejo todos los días sabiendo que no te quieres. Que te das asco. Que estás vasía.
Una lágrima resbaló hacia su mejilla estropeando su maquillaje y yo ya no supe qué decir.
Ya no supe qué preguntar.
Sólo supe que había llegado la hora de guardar mi cuaderno de notas.
Continuará…
*Del ruso, da (sí) **Del ruso, kurva (¡joder!) ***Del ruso, niet (no)
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