«El recuerdo no se convierte en historia fijada en el tiempo, sino en acto de recuperación, de reconocimiento de las víctimas y de quienes, como Juanjo, se empeñaron en que sus nombres no se borrasen de la historia».
Por Francisco Javier López Martín
Ya no eran los maquis los que comparecían ante los tribunales militares y no parecía normal, a los ojos de cualquier país con el que quisiéramos relacionarnos, que unos cuantos grupos de trabajadores que pedían subidas salariales y mejores condiciones de trabajo y unas pandillas de estudiantes, se vieran ante jueces militares, como si hubieran encabezado revueltas armadas contra el ejército franquista.
Es verdad que ya el Régimen dictatorial había ensayado la creación de algunos tribunales especiales para perseguir delitos de opinión, manifestaciones callejeras, o activismo en los centros educativos, pero es la creación del Tribunal de Orden Público (TOP), en 1963 la que constituye una respuesta directa y general contra cualquier movilización política, laboral, vecinal, o estudiantil.
Recuperar la memoria, restablecer la verdad y la justicia y reparar los daños causados forman parte esencial de una tarea siempre aplazada, pero cada día más necesaria tras casi 44 años de vida democrática recuperada. Y aquí es donde entra en juego el esfuerzo impresionante desarrollado por Juan José del Aguila para recopilar las sentencias y escribir la historia de tan siniestro Tribunal.
Juanjo del Aguila, nacido en 1943 en Torremolinos (Málaga), ha sido cocinero antes que fraile, ha sufrido la represión, los juicios, las condenas, la cárcel a causa de las sentencias del TOP. Luego se convirtió en defensor de todo tipo de personas perseguidas y juzgadas por el Tribunal de Orden Público.
Ha compatibilizado su trabajo como magistrado con una actividad incansable de investigación que ha dado como resultado convertirse en el mayor experto en el estudio del TOP, esa aparato de represión de la dictadura por el que pasaron miles de militantes políticos y sindicales. De hecho la mayoría de sus sentencias se cebaron en militantes de las CCOO.
Recientemente he tenido la oportunidad de asistir en al Auditorio Marcelino Camacho, como miembro del Patronato de la Fundación Abogados de Atocha, a uno de estos actos que vamos pudiendo realizar en esta fase, esperemos que postrera y final, de la pandemia. Un acto en el que se ha presentado el libro El TOP, la represión de la libertad (1963-1977), con prólogo de la Presidenta Emérita del Tribunal Constitucional, María Emilia Casas.
El libro ha sido editado por Ediciones GPS y ha contado con el apoyo del Ministerio de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, el Consejo General de la Abogacía Española, el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid y, por supuesto, las Comisiones Obreras de Madrid y la Fundación Abogados de Atocha.
Nos encontramos así ante un libro de autor, marcado por la experiencia, la impronta personal, la voluntad, el trabajo, el esfuerzo de Juanjo del Aguila, pero es también un libro que suma muchas voluntades del mundo del sindicalismo, del derecho y de quienes luchan por la recuperación de la memoria.
Como bien nos recordó Victoria Ortega, Presidenta del Consejo General de la Abogacía, citando a Costa Gavras en su película La caja de Música,
-Es tarde para evitar lo que ocurrió, pero no para recordarlo.
Sobre todo si el recuerdo no se convierte en historia fijada en el tiempo, sino en acto de recuperación, de memoria viva, de reconocimiento de las víctimas y de quienes, como Juanjo, se empeñaron en que sus nombres no se borrasen de la historia, de ejemplo que ayuda a prevenir la repetición de los mismos errores.
Una idea en la que abunda María Emilia Casas cuando insiste en el derecho fundamental de las personas a la memoria, que surge de la misma Constitución que tiene que ver con la libertad de expresión, sí, pero también con la libertad de investigar y crear obras como la de Juanjo, recuperar, en definitiva, la memoria.
El TOP es, en conclusión, la expresión del intento de organizar la justicia en una dictadura, cuando es bien sabido que cualquier justicia organizada por una dictadura deviene, por sí misma, en injusticia. El trabajo de Juanjo va por la Segunda Edición ampliada y por unas cuantas reimpresiones.
Sin duda, no estamos ante la última edición. Muy al contrario, creo que las investigaciones de Juanjo del Águila van a continuar, buceando en nuevos fondos documentales que siguen apareciendo en armarios y archivos olvidados en los despachos de numerosas administraciones.
La cartografía del dolor y otras represiones parece que es el título provisional de su nuevo trabajo, que entra en temas polémicos, entre los que mencionó las comisiones militares exportadas por Napoleón desde Francia y compuestas por militares franceses y españoles, predecesoras de los consejos de guerra, que condenaron a aquellos patriotas del 2 de Mayo, que acabaron fusilados a partir del día 3 y que fueron retratados por Goya.
La clase trabajadora madrileña, las buenas gentes de este país, le debemos mucho a Juan José del Águila. Con su trabajo, que lleva el sello de una personalidad honesta e irrepetible, nos ha regalado buena parte de su vida cargada de un deseo desbordante de verdad, justicia y reparación.
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