La Causa 539/36

Recuperar la memoria tiene un efecto sanador contra la nostalgia enfermiza. Después de un luto necesario y nada consciente y no declarado explícitamente, se inició, sin que mis padres lo pretendieran,  la siembra del militante de la memoria antifascista.

Por Xavier Moreda / Vigo Antifascista

Cada diez de diciembre, desde hace bastantes años, recuerdo al abuelo que nunca conocí, subiendo al monte do Castro, donde fue fusilado con otros once hombres, tres de ellos también de mi familia: mi bisabuelo paterno, un hermano de mi abuelo y un cuñado. Voy al mismo monte donde los fascistas erigieron una cruz de los caídos inaugurada por el propio genocida, una cruz «irresignificable» que Caballero mantiene víctima de la manida pero imprescindible definición, «franquismo sociológico».

Desde bien pequeño fui adoptando abuelos por doquier y preguntando siempre, dónde está el abuelo. Siempre una respuesta transformada, deformada por el silencio decretado por el franquismo: «el abuelo murió en la guerra». Empecinado en conseguir respuestas, conseguí tal vez, iniciar en la voz de mi madre las respuestas de mi padre, en una terapia conjunta, iniciada casi siempre, dentro del coche familiar, después del Seat seiscientos, cuando ya teníamos otro Seat ciento veinticuatro. Recuperar la memoria tiene un efecto sanador contra la nostalgia enfermiza. Después de un luto necesario y nada consciente y no declarado explícitamente, se inició, sin que mis padres lo pretendieran,  la siembra del militante de la memoria antifascista. En aquellas terapias kilométricas aprendiendo las canciones de mi abuelo y de familia, eran la única, son la única relación posible con nuestros muertos. No era solo dolor.

El silencio decretado estaba cargado de gritos y aunque recordar es también volver a sufrir nos ayudaba a ir creando una nueva realidad, porque hablando, preguntando, escuchando, íbamos construyendo nuestro propio relato, un proceso largo que continúa desde hace más de cincuenta años.  La memoria no es algo inamovible, es transformadora y es como las verdades, revolucionaria.

Recuperamos la memoria como gimnasia imprescindible, también,  para construir una nueva realidad. La memoria no es algo inamovible, no es sólo dolor, la memoria individual, familiar, y colectiva, es la o las lecturas morales del inexorable pasado.

Recordar también es volver a sufrir. Es esencialmente lo que somos y lo que queremos ser la construcción de nuestro propio relato contra la imposición de la legalidad inventada a medida del fascismo establecido.

Todavía ahora, 85 años después del inicio del genocidio gallego, seguimos reconstruyendo los hechos y buscando a las familias de las víctimas de la CAUSA 539/36, y de otras. Divulgamos e interpretamos para construir esa memoria colectiva, los hechos contados,  la tragedia familiar se convierte convenientemente en la épica necesaria para seguir existiendo, para continuar luchando contra el cinismo de los que utilizan la memoria como barniz revolucionario, disfraz de sus carencias. La memoria es antifascista porque tiene una utilidad y no como esa suerte de religión civil inventada a medida de las comparsas que acompañan sumisas, a las instituciones que no acaban con la ley de amnistía, a sabiendas de que no habrá los cambios jurídicos necesarios, para desfascistizar el anómalo reino de España, mientras no se derogue la ley de amnistía.

Para los que entendemos el deber de memoria, para los que lo sentimos, sabemos que la MEMORIA ANTIFASCISTA tiene múltiples utilidades y hoy, 10 de diciembre, 85 años después de los fusilamientos de: José Moreda Vázquez, Constante Moreda Vázquez, Manuel Acuña Gómez, Urbano Rodríguez Moledo, Manuel Moreda Outeiral, Luis Ferreira Vieitez, Luis Martínez Román, José González Andreu, Antonio Sayar Carrera, Manuel Núñez Álvarez, Fernando Lago Fernández, Fernando Costas Méndez, entregaremos la documentación a seis de las familias de los fusilados y explicaremos la necesidad de la creación de la OFICINA DE LA MEMORIA.

Los asesinados por el fascismo, no pueden seguir siendo víctimas de la falsa equidistancia, ni de la consecuente y simplificadora historia de los dos bandos explicada como un partido de fútbol. El 20 de julio de 1936 se inició en Vigo, y en toda Galiza, un genocidio perfectamente programado. Sus asesinados, nuestros muertos, no murieron accidentalmente. Vigo Antifascista no es una asociación de damnificados. Es un colectivo de MEMORIA ANTIFASCISTA dónde caben todas aquellas personas que quieran ser activistas, simpatizantes o militantes que entiendan que no se puede renunciar a ningún tipo de lucha.

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