Tigray, la violación como arma

Amnistía Internacional documentó en un informe que después de la firma del tratado de paz, en noviembre de 2022, los soldados eritreos continuaron con la violaciones a gran escala.

Por Angelo Nero | 4/01/2025

En noviembre de 2020 el ejército federal etíope comenzó una invasión a gran escala de la irredenta región de Tigray, apoyado por milicias amhara y por el ejército eritreo, cometiendo todo tipo de crímenes de guerra, bombardeos indiscriminados, saqueos, destrucción de infraestructuras civiles y intentando someter a los tigriños privándolos de alimentos y de agua, mientras el Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF), que dirigía el gobierno regional, organizó la defensa del territorio y de su gente. Según diversas fuentes, en los dos años de guerra, murieron medio millón de personas, algo que no cabe señalar de otro modo que como genocidio. Quedaron, además, otras víctimas invisibles del conflicto, las mujeres que fueron utilizadas como arma de guerra, y que se estima pudieron ser 120.000 las que fueron violadas, muchas de ellas mutiladas. Amnistía Internacional documentó en un informe que después de la firma del tratado de paz, en noviembre de 2022, los soldados eritreos continuaron con la violaciones a gran escala, mientras denunciaban “la persistente resistencia del Gobierno etíope a las investigaciones de los mecanismos regionales e internacionales de Derechos Humanos.”

Marianne Getti y Agnès Nabat reflejaron este tema en el documental “Violaciones en Tigray: un arma silenciosa”, para la cadena europea Arte TV, y lo hicieron a través de Meseret Hadush, una famosa cantante y pianista tigriña, que fundo, en 2023, una asociación, Hiwyet (curación), para ayudar a las mujeres víctimas de violaciones, de las que ha registrado ya a cerca de cinco mil supervivientes de esos crímenes de guerra, y han podido ayudar económicamente a un centenar de ellas, para ayudarles a recomponer su vida.

También visitan, de la mano de la enfermera Mulu Mesfin, un hospital de Mekelle, la capital de Tigray, donde han atendido a miles de víctimas, y donde nos dan una muestra de la violencia empleada con las mujeres tigriñas, ya que a muchas de ellas les introducían cuchillas y todo tipo de objetos para que no pudieran procrear.

Las mujeres sufren además, un doble estigma, al ser rechazadas por una sociedad muy tradicional, que impiden que puedan reconstruir sus vidas, a la vez que intentan curar sus profundas heridas, una victoria de aquellos que utilizaron sus cuerpos como armas de guerra.

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