El partido de Mandela se ha precipitado por la senda del liberalismo y, si ha habido algún esfuerzo en el terreno social, está lejos de acertar.
Por Pablo Marcial / L’Anticapitaliste
Ajay, Atul y Rajesh Gupta son los tres hermanos más famosos de Sudáfrica. Dos fueron detenidos hace unas semanas en los Emiratos Árabes Unidos. Con la ayuda de Jacob Zuma, entonces presidente, lograron desviar del Estado casi 3.600 millones de euros e infiltrarse en las principales administraciones, hasta el punto de que hablamos de «captura de ‘Estado'». Esta corrupción masiva dice mucho sobre el estado de la ANC y refuerza un sentimiento de desesperación entre las poblaciones, algunas de las cuales se dejan llevar por recurrentes oleadas de xenofobia.
Antes de llegar al poder en 2009, Jacob Zuma ya había sido acusado de corrupción durante una venta de armas por parte de la empresa Thales. En 2016 fue acusado de haber utilizado dinero público, cerca de 15 millones de euros, para la reparación de su residencia ubicada en Nkandla. Pero eso no fue nada comparado con lo que la comisión de investigación revelará en 2018 sobre su complicidad en la corrupción con los hermanos Gupta.
Corrupción a gran escala
Estos últimos metódicamente pusieron sus manos en todas las empresas públicas. El informe de investigación realizado por el juez Zondo es condenatorio. Eskom, la empresa de generación y distribución de energía, pagó por adelantado cientos de millones de dólares por la compra de carbón de mala calidad de una de las empresas de Gupta. Intentaron influir en la empresa ferroviaria nacional PRASA (Passenger Rail Agency of South Africa) para una operación de compra de locomotoras. La aerolínea South African Airways se ha visto sometida a una enorme presión para abandonar la ruta a la India en favor de Jet Airways, de propiedad hermana. También con la ayuda de Zuma, tuvieron la ventaja en el nombramiento de ministros. Así, con la ayuda de la consultora Bain&Company,
Jacob Zuma, quien jugó un papel central, a lo largo de su ejercicio del poder, en esta toma del Estado, multiplicó las maniobras para evitar responder a la justicia. Intento de sofocar negocios, intimidación de periodistas, negativa a comparecer ante la comisión de investigación anticorrupción, uso de la violencia contra su encarcelamiento con disturbios desencadenados en particular en Johannesburgo. Se produjeron escenas de saqueos y sobre todo murieron más de 300 personas. Para levantar su encarcelamiento, adelantó problemas de salud.
La ANC en declive
Si bien el ANC sigue siendo el partido dominante en el país, sus resultados se erosionan durante las elecciones. El partido de Mandela se ha precipitado por la senda del liberalismo y, si ha habido algún esfuerzo en el terreno social, está lejos de acertar. El sistema ha amplificado las desigualdades y ha beneficiado especialmente a los líderes de los partidos que se han enriquecido considerablemente. La mayoría se justifican invocando el sufrimiento y las privaciones sufridas durante la lucha contra el apartheid.
Al llegar al poder, Cyril Ramaphosa prometió liderar una lucha firme contra la corrupción. Un proyecto difícil de llevar a cabo ante la generalización de esta práctica en los círculos gobernantes. El juez Zondo aboga por enjuiciamientos contra más de cien personas, incluidos exministros. Sobre todo porque la probidad de Ramaphosa se ve empañada por un caso de robo en una de sus propiedades. Los ladrones habrían encontrado el equivalente a 3,8 millones de euros, lo que plantea dudas legítimas sobre el origen de tal suma. Durante un discurso en el estadio de Rustenburg, al noroeste de Johannesburgo, por el Primero de Mayo, Ramaphosa fue abucheado copiosamente por los trabajadores. Los dirigentes de COSATU, el sindicato cercano al poder, no lograron calmar a la multitud.
Una peligrosa exasperación
El surgimiento de los «Combatientes por la libertad económica», la organización radical de Julius Malema, se ve reforzado por una crítica a la política económica y la corrupción del ANC, pero el país está atravesado por manifestaciones xenófobas a veces violentas. Los principales objetivos son los inmigrantes de Zimbabue, Mozambique y Nigeria, así como los refugiados somalíes. El movimiento Operación Dudula -que podría traducirse del zulú como “Reprimiendo”- convierte a los inmigrantes indocumentados en la principal causa de las desgracias del país. Se les acusa de delincuencia, narcotráfico y ruptura del mercado laboral. Existe una presión creciente sobre las empresas y las pequeñas empresas para que empleen solo a sudafricanos. Lamentablemente, este tipo de movimiento no es nuevo, pero ahora está arraigado en la población y podría degenerar en violencia a gran escala. De ahí la urgencia de construir una alternativa política.
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