Somalia: Rin-tin-tin, ataca de nuevo

Somalia, parece haberse convertido en la prioridad de los Estados Unidos en su bushiana lucha contra el terror

Por Guadi Calvo / Línea Internacional

En la tarde del día sábado 29 de octubre, en Mogadishu, capital de Somalia, dos camiones cargados de explosivos, fueron detonados, con pocos minutos de diferencia, en el cruce de Zobe, una de las intersecciones más concurridas de la ciudad, levantando un inmenso, hongo de humo y polvo, el que pudo verse desde diferentes puntos de la capital. Apenas producidas las explosiones, siguió una andanada de disparos contra el edificio del Ministerio de Educación.

Tras la llegada de los socorristas y las ambulancias, se constató que al menos eran cien los muertos y más de trescientos los heridos. Lo que ha hecho zozobrar el muy endeble sistema de salud, uno de los más pobres del mundo, lo que obligó a las autoridades a pedir ayuda internacional.

Tras el análisis del atentado, por parte de las autoridades, no se ha podido establecer como dos camiones lograron llegar al lugar de la explosión, ya que Mogadishu es una ciudad extremadamente controlada y con alertas constantes, por lo que no sería descabellado sospechar que el tránsito de los vehículos explosivos, habría tenido la protección de agentes de al-Shabaab, infiltrados dentro de las estructuras de seguridad.

El último ataque de envergadura en la capital se había producido en agosto pasado, contra el hotel Hayat, donde los terroristas resistieron por más de treinta horas, dejando veinte muertos y 117 heridos.

El atentado del sábado, se produjo exactamente en la misma intersección, donde el catorce de octubre de 2017, en una acción similar, murieron 512 personas y otras 290 resultaron heridas. Tanto el ataque del 2017, como este último, se los adjudicó el grupo rigorista al-Shabaab, la franquicia de al-Qaeda en el Cuerno de África, y sin duda la más activa, a nivel mundial, de las que tributan a la organización fundada por Osama bin Laden. La operación del 2017 fue la más importante realizada por los takfiristas, desde que fueron expulsados de la capital en 2011, y la del pasado 29, la más letal desde aquella.

Pocos días antes, el domingo 24, otra patrulla de al-Shabaab, atacó el hotel Tawakal en la ciudad portuaria de Kismayo, a unos 490 kilómetros al sur de Mogadishu. La operación terrorista dejó una docena de muertos, la mayoría estudiantes de una escuela cercana, y cerca de cincuenta heridos.

El hotel, recién fue retomado por las fuerzas de seguridad, seis horas después, dada la fuerte resistencia de los tres únicos atacantes, lo que marca el nivel de entrenamiento militar y cohesión ideológica de los militantes. Un cuarto muyahidín, se había inmolado al inicio de la acción, en la entrada al hotel.

Además, y fundamentalmente, el ataque al Tawakal, ha dejado en claro el nivel de inteligencia con que cuenta la organización, ya que en dicho hotel se estaba desarrollando una reunión secreta, en la que expertos, militares y políticos, discutían diferentes estrategias para combatir a los wahabitas, que operan con absoluta libertad en la región de Jubbada Hoose, fronteriza con Kenia, donde la organización también ha realizado importantes operaciones, provocando cientos de muertes.

En 2019, el grupo también había atacado en Kismayo, el hotel Asasey, operación en la que murieron unas treinta personas y otras cincuenta y seis resultaron heridas.

El ataque al Tawakal, había marcado, el segundo de proporciones significativas, en lo que iba del mes de octubre, ya que, en los primeros días, un triple atentado en la ciudad de Beledweyne, había dejado al menos veinte muertos y una cuarentena de heridos.

El ataque en Mogadishu, parece ahora sí, desafiar no solo al presidente, Hassan Sheikh Mohamud, elegido en mayo pasado, quien ha declarado una “guerra total” contra los terroristas, sino también a Washington, que por decisión de Joe Biden, Estados Unidos ha retornado a Somalia, después de que su antecesor, Donald Trump, hubiera ordenado el repliegue de sus tropas en enero de 2021.

El actual presidente somalí, viejo conocido de los terroristas, ya que había ocupado ese cargo entre 2012-2017, periodo en el que había enfrentado también con resolución a la insurgencia, tras su renovada amenaza, fue sorprendido con una campaña de asesinatos puntuales contra líderes tribales que se habían comprometido a colaborar con las fuerzas federales.

Por su parte, las tropas norteamericanas, desde su rentre en Somalia, han concentrado sus operaciones con drones, en el centro y sur del país. Logrando producir bajas en los mandos como la de uno de sus emires y cofundador de la organización Abdullahi Nadir, sorprendido en Haramka, una aldea a noventa kilómetros al sur de la ciudad de Barawe, en Juba central (Ver: Somalia: al-Shabaab y la pax americana).

Comerse al caníbal

Desde el anuncio, en mayo pasado, del retorno de los Estados Unidos a Somalia, los funcionarios de la administración Biden, han intentado justificar su nueva “visita” con la excusa de que al-Shabaab, tiene entre siete y doce mil activistas y cuyos ingresos anuales, que incluyen “impuestos” y pagos de sobornos y rescates alcanza los 120 millones de dólares anuales, lo que, si bien puede ser real o aproximarse mucho a la verdad, es extremadamente improbable que ese grupo pueda operar de manera concreta en los Estados Unidos y de tener alguna posibilidad, no es mayor a cualquiera de las múltiples organizaciones terroristas que operan alrededor del mundo.

Y que, en verdad, los intereses del Pentágono, son los de extender a como dé lugar su presencia en el continente, donde, al igual que sus principales socios, Francia y Reino Unido, están generando cada vez más repulsa. Por lo que afianzarse en país con gobiernos cooptados, como Chad, Níger o Somalia, entre otros, es prioritario, para por lo menos, competir frente a la presencia cada vez más decidida tanto de China, como de Rusia (Ver EE.UU.: ¿Qué hacer con Níger?)

Para concretar esa posibilidad, y comenzar a dar señales precisas de su voluntad en el continente, necesita mostrar resultados concretos, tanto para la opinión pública internacional como para su propio electorado. Por ello, la administración Biden, está considerado, el pedido “espontáneo” del gobierno somalí, de que Estados Unidos, incrementa sus ataques contra al-Shabaab.

La “sincera” solicitud se produce, en el marco del intento del presidente Mohamud de terminar de una vez y para siempre con los integristas, tras su asunción en mayo, casualmente a los pocos días de que Biden ordenara el envío de cerca de quinientos efectivos a Somalia.

Ahora, y a las pocas horas que el presidente Mohamud, pide a Washington, mayor presencia en la guerra, los terroristas muestran sus dientes con mayor fiereza. El pedido somalí invita a los norteamericanos a saltar cualquier restricción para operar en su territorio, y atacar todo lo que parezca o no, cualquier objetivo terrorista. Por lo que los drones norteamericanos no tendrían duda, ni culpa, ni responsabilidad al momento de disparar contra un objetivo, que finalmente pudiera ser una aldea, una boda, un mercado o una procesión, como tantas veces sucedió en “desgraciadísimas” ocasiones en Afganistán, Pakistán o Yemen, aunque la lista es de hecho mucho más extensa.

Somalia, parece haberse convertido en la prioridad de los Estados Unidos en su bushiana lucha contra el terror. Que con el Ejército Nacional Somalí (ENS) que junto a la artillería pesada provista por la Misión de Transición Africana en Somalia (ATMIS), además de las fuerzas conjuntas de la Unión Africana, que mantiene en país una fuerza de 18 mil hombres. A los que se suman efectivos de Turquía, la Unión Europea, Gran Bretaña, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Egipto, no han podido controlar esa fuerza insurgente.

Por otra, parte es cada vez más notoria, la aparición de las autodefensas, conocidas como Ma’awisley, (en maay-maay, una de las lenguas más habladas del país, “irregular”), conformado por aldeanos y campesinos, que con aquel concepto tan norteamericano de “comerse al caníbal”, han protagonizado verdaderas orgías de sangre contra sus prisioneros, a quienes decapitan y de quienes exhiben sus cabezas y testículos cercenados, entre otras delicadezas, en caminos y aldeas, buscando amedrentar a otros terroristas.

Según el Departamento de Estado, la solicitud del gobierno somalí, “aún estaba en evaluación”, en espera de lo que determine el Pentágono, que aún no la había presentado formalmente a la Casa Blanca con ninguna recomendación al respecto. Varios norteamericanos opinaron que era probable que se produjera un análisis riguroso en un “proceso de revisión interinstitucional”. Lo que por los antecedentes con que cuentan los Estados Unidos, en misiones solidarias y de pacificación, no sería extraño que accediera una vez más a colaborar con la democracia y la libertad del pueblo somalí.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

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