¿Serían posibles unos Estados Unidos de Europa en la actualidad?

la intervención de la OTAN como fuerza militar, no contribuye a solucionar definitivamente conflictos armados, por el contrario en algunos casos supone prolongarlos, y la fuerza de las armas no son la alternativa para lograr el entendimiento mediante el dialogo

Por Pepe Aguza / Colectivo Prometeo

Tal vez algunos de nuestros lectores sientan reticencia o escepticismo ante la idea de una unidad de países europeos, en especial en estos tiempos convulsos de violencia bélica.

Realmente, el viejo continente siempre tuvo conflictos, fundamentalmente por motivos expansionistas, que desembocaron en guerras e invasiones, como la Historia ha venido demostrando hasta nuestros días. Sin embargo, la respuesta dada tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial, con la constitución de la OTAN impulsada por diversos estados europeos y los Estados Unidos de América, encontraron el modo de promover sus ambiciosos planes capitalistas y de producción de armas, que controlaran el mundo y la creación posterior por pasos de una Unión Europea, tras la posguerra, enfocada principalmente a la cooperación económica y financiera a través del comercio, que produciría una interdependencia entre los países, reduciendo la posibilidad de conflictos, lo que no daría el resultado pacífico deseado, como ya vemos.

La intencionalidad de esa Unión Europea era propiciar y acoger la integración de naciones de Europa y el gobierno común de los estados sin llegar a conseguirlo plenamente.

Los orígenes de la Alianza Atlántica, más conocida como OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), no eran mucho más que una asociación político-militar bajo el control y dirección de los comandantes de los Estados Unidos, para la defensa colectiva de los países integrantes ante el posible ataque de una potencia extranjera, lo que no ha supuesto el fin de las hostilidades en diferentes estados de Europa.

A lo largo de toda su existencia, los Estados Unidos han tenido un papel prioritario, donde todos los comandantes supremos aliados en Europa, siempre han sido generales del ejército americano, empezando por el que más tarde sería presidente americano, Dwight David Eisenhower desde abril de 1951, hasta los dieciocho restantes, como el último Tod Daniel Wolters, general de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, desde mayo de 2019.

A mediados de los años cincuenta, en 1954 la Unión Soviética propuso unirse a la OTAN, con la intencionalidad de mantener la paz en Europa, lo que podría haber significado el final de los conflictos y hostilidades, sin embargo los aliados rechazaron la propuesta, lo que supuso que un año más tarde, la Unión Soviética y sus aliados firmaran el Pacto de Varsovia en 1955, generando la consolidación de dos bloques opuestos y enfrentados, dando lugar a la Guerra Fría.

La realidad, es que la intervención de la OTAN como fuerza militar, no contribuye a solucionar definitivamente conflictos armados, por el contrario en algunos casos supone prolongarlos, y la fuerza de las armas no son la alternativa para lograr el entendimiento mediante el dialogo, por lo que no dejan de ser un instrumento en manos fundamentalmente americanas de dominación colonial, mediante el uso de material bélico y económico para avasallar territorios.

Tras la Cumbre de la OTAN celebrada en Madrid del 28 al 30 de junio pasado, cuyo gasto, dicho sea de paso, para alquiler de espacios en el IFEMA, hoteles de lujo y comidas para acoger a invitados y familiares, despliegue de miles de efectivos policiales y actos, superó los 50 millones de euros, ha confirmado su disposición a intervenir en todo el planeta, vulnerando los propios mandatos de la Carta de las Naciones Unidas y mientras el propio Papa Francisco, defendía que había que “dejarse de estrategias de los poderes políticos, militares y económicos, para concentrase en un proyecto de paz global”.

El papel belicista de la Alianza Atlántica en el actual conflicto de Ucrania, lejos de asegurar la seguridad de la zona, no deja de ser un enorme negocio de venta de armas principalmente para el mercado americano, que logra desorbitados beneficios con su comercio, unido al suministro de energías, mientras la Unión Europea colabora de forma deplorable apoyando las hostilidades en vez de buscar la paz y el entendimiento diplomático mediante la negociación e impedir la proliferación de tensiones y temor de países fronterizos. Una guerra que bien pudo evitarse y que está logrando debilitar a los países europeos, con una inflación que roza el 10 % y un aumento del gasto militar y una falta de aprovisionamiento energético, amenazando con un durísimo invierno, mientras Estados Unidos sigue fortaleciéndose día a día con su inmenso negocio de venta de material bélico (aviones, carros de combate, misiles, escudos antinucleares, etc.) e hidrocarburos a Europa.

La idea de una unificación de Europa como federación soberana de estados, tanto en lo económico, político, social, cultural, financiero o militar, con un Parlamento Común representado proporcionalmente, sería la base de los Estados Unidos de Europa, algo que ya algunos pensadores comenzaban a intuir desde el siglo XVII y más tarde en el XVIII, presidentes como George Washington aconsejaban a su amigo el revolucionario francés el Marqués de La Fayette, que llegaría un día que podrían existir los Estados Unidos de Europa, semejantes al modelo americano.

Años más tarde, en el discurso de Víctor Hugo en el Congreso Internacional de la Paz en 1849 y después en la Asamblea Nacional Francesa en París, en 1871, haría referencia en repetidas ocasiones al término Estados Unidos de Europa.

Desde mediados del siglo XX y hasta el principio del XXI, presidentes, ministros y políticos de diferentes estados, como Aristide Briand, Ernesto Rossi, Altiero Spinelli, Guy Verhofstadt, o el español Pascual Maragall, así como una parte importante de la sociedad europea, se mostraron partidarios de unos Estados Unidos de Europa, al igual que personalidades de diferentes grupos y partidos liberales, de izquierdas e incluso de derechas, e incluso como el propio Emmanuel Macron, presidente de la República Francesa, apuntaba en la Conferencia sobre el futuro de Europa el pasado 9 de mayo de 2022 y otros a título individual estarían a favor de una Europa federal, desde el Partido Socialista Europeo, Partido Popular Europeo, Partido Verde o los Demócratas y Reformistas Europeos, por citar algunos.

La actual alianza y dependencia europea de los Estados Unidos de América, suponen el mantenimiento de intereses bélicos y del capitalismo americano, lejos de constituir un espacio de progreso, de cultura y bienestar social.

Es el momento de que la población europea tome conciencia de su futuro avanzando hacia un horizonte pacífico, de unidad y seguridad, construyendo unos Estados Unidos de Europa, donde la integración, los servicios sociales, la educación, la sanidad, la vivienda o el empleo primen sobre los gastos militares, que pueden ser unificados y reducidos a nivel comunitario, así como su enorme y desproporcionado presupuesto, en beneficio de la Economía continental.

El Premio Nóbel de la Paz, que la Unión Europea recibió en 2012, no ha contribuido a un mayor espacio de estabilidad ni avances para la paz, como en nuestros días puede observarse y bien podrían apoyarse en él para trabajar por el diálogo y la concordia, buscando esa anhelada unidad de sus ciudadanos y defensa de la dignidad, igualdad, derechos, tolerancia y valores comunitarios, convirtiendo al continente europeo en un espacio unido de seguridad internacional, independiente y desvinculado de estados y naciones intercontinentales, lo que con toda seguridad evitaría conflictos, recuperando valores culturales, además de ampliar su cooperación política y social y mejorar las diferencias económicas de algunas de sus zonas.

Se el primero en comentar

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.