Heavy Metal en la RDA: Trabajo duro y música dura

El heavy metal fue la mayor subcultura de la RDA. Pero cuando el Este fue vendido a precio de saldo con la caída del muro de Berlín, la escena del metal no fue una excepción.

Por Janis Ehling / Sin Permiso

Cuando los metaleros se pusieron delante de los funcionarios del SED (Sozialistische Einheitspartei Deutschlands– Partido Socialista Unificado de Alemania) y entonaron la brutal «Raining Blood» de Slayer, fue un shock cultural para ambas partes. Mientras los metaleros con su pelo largo cantaban la interpretación más suave posible del clásico del metal, los funcionarios de la comisión cultural, con sus trajes grises y marrones, palidecían.En la RDA, la música debía ser optimista, armoniosa y relajante. La RDA también promovía la «alta cultura». Las bandas que querían actuar en público tenían que tocar ante las «comisiones culturales» y conseguir que su música fuera aprobada.

Con su rabia, su fatalismo y a veces su abierto cinismo, el heavy metal encajaba con el socialismo pequeñoburgués realmente existente como la cocaína con la música pop: de puertas hacia fuera algo inconcebible y en secreto una evidencia. Es precisamente esta tensión la que describe Nikolai Okunev en su libro Red Metal – die Heavy Metal-Subkultur der DDR.

Con el cinturón de cartuchos casero en el autoproclamado Estado de paz

«Hay que acabar con la monotonía del yeah yeah yeah«: esta frase, con la que el presidente de la RDA, Walter Ulbricht, ridiculizó la música beat en el más fino sajón, se ha convertido en legendaria. Tanto el SED como la Stasi «tendían a crear enemigos donde no los había», escribe Okunev. Esto era aún más cierto en el caso de la música. A finales de los años 70 y principios de los 80, el metal rebosaba por el bloque oriental con grupos como Judas Priest, Motörhead, AC/DC y Iron Maiden. Como la RDA ya tenía problemas con los Beatles y el jazz, las cosas no pintaban bien para los aficionados al metal. El SED se vio completamente desbordado cuando cientos de melenudos con ropa de cuero empezaron a ir a los conciertos y, además, a la vista de todos en los económicos trenes de cercanías públicos. El cuero, los remaches y los cinturones de cartuchos no encajaban con la propia imagen que se tenía del pacífico Estado pequeño burgués de la RDA.

Al contrario que en el Oeste, no había fanzines de metal como EMP o Metal Hammer, ni discos, ni mercancía para los fans. Los «heavys», como se llamaban a sí mismos, tenían que hacerlo todo ellos mismos. El pelo largo, las chaquetas de cuero o los atuendos eran tan protagonistas como la música. El «metalero» quería distinguirse como tal, aunque -como en la RDA de entonces- atrayera el ostracismo social.

Los heavys de la RDA acudían a los conciertos con camisetas y vestidos caseros, en los que se pintaban o bordaban minuciosamente los parches. Más difícil aún era hacerse con la música. Los que podían enviar a sus familiares occidentales a las tiendas de discos tenían suerte. Porque la productora estatal de discos de la RDA, Amiga, no publicó ningún disco de metal. Mientras que grupos de rock alemanes como los Puhdys, Karat o Silly también grababan en estudio en la RDA, el metal procedía o de algún disco de la parte occidental o de una grabación de la radio en cassette. Solo el grupo de metal más conocido de Alemania Oriental, Formel 1, pudo grabar un disco en directo de uno de sus conciertos y hacerlo prensar. En el bloque del Este no hubo actuaciones en directo de las bandas favoritas del Oeste.

Entre las versiones y la trena

Como la música no llegaba a la RDA, los metaleros de la RDA imitaban la música de sus ídolos. Por ello, buena parte del repertorio de las bandas de metal de la RDA consistía en versiones de sus ídolos occidentales. Por supuesto, esto iba en contra de las normas del Estado. Por lo tanto, al menos la mitad de las canciones debían ser en alemán y proceder mayoritariamente del bloque oriental.

Por supuesto, los metaleros engañaban a las comisiones siempre que podían para conseguir la anhelada autorización. Por ejemplo, la banda de metal de Turingia, Macbeth, recibió inicialmente una buena calificación porque el nombre del grupo se inspiraba en Shakespeare y, por tanto, se consideraba especialmente digno de promoción. Las conocidas canciones de Iron Maiden también fueron felizmente endilgadas a las bandas húngaras. Fue mucho más difícil cumplir el objetivo exigido para las letras en lengua alemana. Por ello, el grupo berlinés Formel 1 hizo de la necesidad virtud y cantó con acento berlinés.

Para evitar la supervisión de la Stasi y las comisiones culturales, las bandas de metal actuaban en centros juveniles regionales o en pubs y establecimientos de provincias. Así, las bandas de metal y sus fans viajaban por toda la RDA fin de semana tras fin de semana. En consecuencia, la Stasi escribía regularmente sobre » grupos compactos de aficionados al heavy metal en los trenes».

Aunque de vez en cuando se producían algunos alborotos en los conciertos -sobre todo cuando la cerveza se acababa de repente-, los metaleros eran clientes apreciados en los pubs privados. Normalmente iban más de cien fans a un concierto y, según un informe del Ministerio de Seguridad del Estado, bebían una media de «3-4 cervezas y 8 aguardientes dobles» cada uno. Aunque esto iba en contra de los preceptos del Estado de reducir el consumo de alcohol, también ayudó a los bares a cumplir los objetivos de facturación previstos por el Estado.

Aunque los heavys hicieron todo lo posible para escapar de la censura, no siempre lo consiguieron. En los conciertos solían estar presentes miembros de las comisiones culturales o, a veces, de la seguridad del Estado. Si las bandas actuaban de forma demasiado provocativa o tenían mala suerte con el personal quisquilloso o malhumorado del local, se les prohibía actuar. Algunas bandas de metal fueron incluso disueltas por la seguridad del Estado y no pocas se disolvieron voluntariamente a causa del acoso y emigraron al Oeste. Si la Stasi quería tocas las narices, apretaba las clavijas a las bandas con la adquisición de tecnología, a veces ilegal, por parte de éstas. Por ejemplo, el cantante de Macbeth tuvo que ir a la cárcel durante un tiempo por conseguir un amplificador de un traficante.

El heavy metal en la RDA siempre fue un juego entre la libertad de movimiento y la represión estatal. Pero las cosas rara vez se ponían realmente violentas entre el Estado y los heavys. Solo la policía de Sajonia era conocida por tomar medidas rigurosas contra los desórdenes en los espacios públicos. Por ejemplo, el robo de una porra de la policía durante un control de trenes acabó con una masa de heavys apaleados por la policía. Sin embargo, esto no era la norma.

La relación entre la RDA y los aficionados al heavy metal siguió siendo tensa hasta el final, pero se fue aflojando poco a poco, ya fuera por habituación o por el deshielo político de la perestroika. Para conseguir su amada música, los fans del metal bombardearon con cartas la emisora juvenil de la RDA DT 64. En ellas, exigían que su música se reprodujera en abundancia. Los presentadores del popular programa «Beatkiste» se plegaron a la avalancha de cartas de los lectores y pusieron cada vez más piezas de metal hacia el final del programa. Los metaleros consiguieron por fin su propio programa de radio, la «Tendencia dura y pesada» (Tendenz hart und heavy).

Abandono del socialismo

La RDA se encontraba en un dilema: por un lado, consideraba que la música no era digna de apoyo desde el punto de vista cultural y político; por otro, quería mitigar un poco la insatisfacción de la gran subcultura de los metaleros. Por último, pero no menos importante, el metal tenía una autoimagen proletaria, aunque no solo los proletarios escuchaban metal: «trabajo duro y música dura». El look heavy y los discos eran caros, por lo que los heavys tenían que salir por fuerza a currar duro. Por supuesto, un autoproclamado estado obrero no podía escapar completamente de este ethos.

A diferencia de otras culturas juveniles, el heavy metal era en realidad apolítico, solo que ésta era una actitud imposible en la RDA. De este modo, «el heavy metal fue una rebelión por omisión», como escribe Okunev. Con sus temas musicales y sus actuaciones, no encajaba con la imagen que el Estado tenía de sí mismo. Para los heavys, su música era sobre todo una vía de escape de la vida cotidiana, que en la RDA estaba politizada por el SED. En consecuencia, el heavy metal fue también un «abandono del socialismo» (“Dropping out of Socialism”), como lo describe acertadamente Okunev. Por ello, las bandas y sus fans cultivaron su exclusión. «Nosotros, los heavys, contra el resto del mundo» era el lema de muchas presentaciones en lo alto del escenario.

De un modo u otro, el Oeste y más aún las bandas occidentales seguían siendo un lugar de añoranza para los metaleros del Este. Cuando finalmente llegó Occidente con la reunificación, todo se derrumbó. Okunev describe de forma impresionante como colapsó la cultura del heavy metal en la RDA. De un día para otro, nadie se interesó por las bandas de Alemania del Este. Quién quería escuchar las versiones cuando ahora podía ver el original. En lugar de producir ellos mismos la indumentaria heavy y grabar cassettes, ahora todo estaba fácilmente disponible para su compra.

Las bandas y los grupos de heavy locales se disolvieron en poco tiempo porque sus miembros desaparecieron en el Oeste. Los bares y pubs privados cerraron. De los 130 centros juveniles que había en Leipzig, solo quedaron cuatro tras la gran liquidación a precio de saldo de la RDA. Solo los editores de discos, los promotores de conciertos y los grupos musicales occidentales, al igual que otras partes de la economía occidental, percibieron el dinero rápido y abundante. La cultura del heavy metal de la RDA se hundió con ella. Al contrario de lo que sugiere el título del libro, el «metal rojo» en la RDA no era muy rojo ni socialista. Pero la liquidación literal de la RDA no se detuvo ante las subculturas críticas.

Fuente:

https://jacobin.de/artikel/harte-arbeit-und-harte-musik-heavy-metal-ddr-red-metal-Nikolai-Okunew-janis-ehling

Traducción:Jaume Raventós

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