Santiago Carrillo boicoteó la lucha guerrillera antifascista

Santiago Carrillo, como integrante del PCE, no solo no apostó por la lucha guerrillera en España para hacer frente al fascismo, sino que maniobró para boicotearla y liquidarla.

Por Redacción NR

En el libro «Así destruyó Carrillo el PCE», el destacado militar y político comunista Enrique Líster narra como Santiago Carrillo influyó en el seno del Partido Comunista de España (PCE) para adoptar una línea conciliadora, oportunista y revisionista. En la publicación, Líster critica duramente el tibio posicionamiento de Carrillo respecto a la lucha guerrillera en España para combatir al bando fascista sublevado contra la República.

Como detalla Líster en el libro, durante una conversación telefónica mantenida en 1944 con Gueorgui Dimitrov, quien fuera secretario general de la Internacional Comunista le explicó los planes de Stalin en relación a la lucha del bando republicano contra el fascismo en España. Al parecer, el dirigente de la URSS desconfiaba de los planes imperialistas occidentales, que pretendían dejar a Franco en el poder después de la derrota del fascismo en el resto de Europa. Debido a esto, Stalin creía que era necesario que tanto socialistas, anarquistas como republicanos en general dejaran a un lado su pasividad y la esperanza de que el ‘problema español’ fuera resuelto desde fuera por estas potencias.

En esa línea, Stalin propuso la creación de un Gobierno o Comité de Liberación que hablase en nombre del pueblo español y que estuviera respaldado por un movimiento popular que incluyera la lucha guerrillera.

Enrique Líster denuncia que Santiago Carrillo se mostró desde el primer momento totalmente en contra de esta idea. «En vez de arreciar en el desarrollo de la acción guerrillera y de las demás formas de lucha, se prefirió que Carrillo pasase a ser ministro de un gobierno que estaba en contra de la lucha guerrillera y de cualquier otra forma de lucha armada», afirma Líster en su libro, quien añade: «desde hace bastantes años asistimos a una labor sistemática de Carrillo y ‘sus socios no sólo por minimizar la importancia de la lucha guerrillera en España
sino, sobre todo, por desprestigiarla y por disminuir o hacer desaparecer el papel de los comunistas en esa lucha».

El autor señala a Carrillo y su núcleo más cercano como los responsables de ‘realizar su propia política a espaldas del Partido’ y del proceso de degradación ideológica en el seno del PCE hasta el punto de alcanzar posturas abiertamente reaccionarias.

A pesar de que Carrillo y su camarilla renegaron de la lucha armada y trataron de minimizar el papel de los comunistas en ella, en España se dieron las condiciones para que se desarrollara dicha lucha. Líster lo muestra en su libro:

«Durante la guerra nacional revolucionaria del pueblo español se daban todas las condiciones para la existencia de un potente movimiento guerrillero en la retaguardia franquista. En las zonas ocupadas por los sublevados existía una base inicial para su organización con los miles de patriotas que se echaron al monte, pero esas condiciones no sólo no fueron aprovechadas por los diferentes Gobiernos republicanos, sino que sus ministros de la guerra, salvo Negrín y ciertos altos jefes militares, se opusieron sistemáticamente a toda ayuda. Esas gentes fueron
enemigas encarnizadas de la organización de la guerra de guerrillas en la retaguardia enemiga».

«Se negaron de manera sistemática a toda ayuda en cuadros, material y dinero a los destacamentos que se habían organizado espontáneamente. Sancionaban a los jefes militares y perseguían a las organizaciones políticas que hacían algo para organizar esta forma de lucha. Encarcelaban, cuando regresaban del campo enemigo, a los hombres que habían ido a cumplir misiones guerrilleras o a ponerse en contacto con los guerrilleros que combatían en la
retaguardia franquista».

Según señala Líster, esta fue una línea general, de manera que los altos mandos militares de la República sabotearon la guerra de guerrillas que se trataba de impulsar desde los sectores de la población que estaban ideológicamente más avanzados y comprometidos con la causa antifascista.

Esto llevó a Líster a organizar de manera oculta la lucha guerrillera:

«Desde las primeras semanas de la guerra, en el 5° Regimiento nos planteamos la necesidad de prestar atención a esta forma de lucha, y; primero directamente y después a través de determinadas unidades militares, tomamos ciertas medidas prácticas para organizarla a espaldas de los que se oponían a tal tipo de lucha. A espaldas, pues, de ministros y jefes militares profesionales creamos algunas escuelas guerrilleras para completar los conocimientos prácticos adquiridos en la lucha».

El autor indica que con Negrín en el Ministerio de la Guerra hubo un punto de inflexión y se produjo una mayor cooperación con las guerrillas. Sin embargo, lamenta Líster, eso fue «una ínfima parte de lo que se podía y debía haber hecho. Ni los gobernantes ni otras gentes quisieron comprender ni admitir que, en una guerra como la nuestra, era obligatoria la combinación de la guerra «normal» entre ejércitos regulares, en frentes organizados, con la guerra de guerrillas».

«¡Qué formidable ayuda pudo haber representado para los ejércitos republicanos un potente movimiento guerrillero en la retaguardia enemiga!», exclamó.

En palabras del autor, con la derrota de la República en el 39, «los guerrilleros eran la continuación de la lucha que libró el pueblo español durante 32 meses de guerra nacional revolucionaria contra los sublevados franquistas y los invasores nazifascistas por la soberanía del pueblo y la independencia nacional de España. Eran el destacamento armado de la resistencia española».

La descomposición de las agrupaciones guerrilleras se organizó desde París a partir de 1948, desde donde Carrillo envió a miembros de su aparato especializados en esos menesteres.

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