Salvador Puig Antich, in memoriam

El proceso contra Puig Antich aún no ha podido ser revisado y sigue siendo materia informativa reservada. La documentación policial que custodia el Ministerio del Interior también continúa siendo secreta.

Por María Torres

«Salvador Puig Antich fue ejecutado ayer por el sistema de garrote vil en la prisión provincial de Barcelona. La hora de ejecución fue las diez menos veinte minutos de la mañana, es decir, a las doce horas de serle comunicada la sentencia. No pudieron asistir a la ejecución ni sus tres hermanas, ni su abogado, ni un sacerdote salesiano amigo de la familia, todos ellos en la cárcel hasta los últimos momentos. El cadáver de Puig Antich fue trasladado Inmediatamente de la cárcel al depósito del cementerio del Sudoeste (Montjuich)». (La Vanguardia, 3 de marzo de 1974)

1 de marzo de 1974. Salvador, conocido también como el Metge, (el médico), apodo que recibió durante el servicio militar porque administraba el botiquín, es un joven anarquista de 25 años miembro del MIL (Movimiento Ibérico de Liberación). Desde hace seis meses se encuentra en la celda 443 de la quinta galería de la Cárcel Modelo de Barcelona. Le acaban de comunicar que será ejecutado en unas horas por el asesinato del subinspector Francisco Anguas Barragán.

Unas horas antes el consejo de ministros del régimen había aprobado la ejecución en base a la pena impuesta por un tribunal militar. Franco decide no conmutar la pena de muerte a pesar de las numerosas peticiones de clemencia. La dictadura es incapaz de mantenerse sin el uso de la fuerza. Es más, la decisión de no conmutarla se había tomado mucho tiempo atrás, durante el juicio contra Salvador, un proceso plagado de irregularidades.

Pío Cabanillas, Ministro de Información y Turismo informa en rueda de prensa que el Consejo de Ministros presidido por Arias Navarro  había dado el enterado al cumplimiento de la sentencia. Tras ello, la televisión española programa un combate de boxeo entre Urtain y King Roman.

Ofrecen a Salvador asistencia religiosa a través del sacerdote de la cárcel. La rechaza, pero solicita  la presencia de un antiguo maestro suyo, religioso salesiano de Mataró.

Salvador confía hasta el último momento en que la pena le será conmutada. Aún así, escribe tres cartas de despedida y pide que la decisión del Consejo Supremo y el enterado del Gobierno sea comunicada a sus compañeros encarcelados.

2 de marzo de 1974. A las nueve de la mañana las hermanas de Salvador, Imma, Carme y Montse, que le han acompañado en vela durante toda la noche, son obligadas a abandonar las dependencias carcelarias. Minutos después lo hacen los dos abogados. Los verdugos argumentan que ninguna ley prevé la presencia de abogados en las ejecuciones y que tampoco se contempla esa posibilidad en el reglamento de prisiones.

El último en abandonar la cárcel es el sacerdote salesiano que también había permanecido toda la noche al lado de el Metge.

A las nueve y veinte horas Salvador es ejecutado en un espacio habilitado del almacén de paquetería por el método del garrote vil, sistema utilizado en España desde 1820, que consiste en un collar de hierro atravesado por un tornillo acabado en una bola que al girarlo causa la rotura del cuello.

En el suelo sujeta con cemento se encuentra una viga de madera y un banquillo sin respaldo. El encargado de acabar con su vida es el verdugo de Madrid Antonio López Sierra, natural de Badajoz y titular en la Audiencia madrileña desde 1949. Un coche de policía le había trasladado unas horas antes a Barcelona junto a su negro maletín donde llevaba el garrote. Debido al exceso de alcohol que corre por sus venas, no acierta a encajar correctamente las piezas del garrote, lo que prolonga la agonía de Puig Antich más de lo debido. La muerte tarda 18 minutos en llegar.

La ejecución es presenciada por el juez instructor, un mando de la Dirección General de Seguridad, el capellán de la prisión, un médico militar, dos funcionarios que hacen de testigos y un número indeterminado de policías.

Cuentan que las últimas palabras de Salvador al ver al verdugo fueron «qué putada».

A las diez menos veinte, el capitán médico certifica la muerte del reo: «En Barcelona, a 2 de marzo de 1974 y siendo las nueve cuarenta horas, se extiende la presente diligencia para hacer constar que en la prisión de hombres de esta ciudad ha sido ejecutada por garrote la pena de muerte en la persona del reo Salvador Puig Antich».

Minutos después el cadáver de Salvador es trasladado en un furgón al depósito de cadáveres del Cementerio del Sudoeste de Montjuich. Fuerzas especiales de la Policía Armada vigilan el Depósito y miembros de la Policía Armada a caballo forman guardia en el exterior del recinto.

Joaquín Puig, padre de Salvador aún no ha sido informado de la ejecución de su hijo. Militante de Acció Catalana durante la República, el exilio en Francia le abocó a permanecer en el campo de refugiados de Argelès sur Mer. A su regreso a España fue condenado a muerte e indultado.

Esa misma tarde, en la ciudad de Salvador Puig Antich, los guerrilleros de Cristo Rey festejan su muerte y celebran el castigo ejemplar del régimen.

Por más que callen

por más vueltas que de el mundo

por más que nieguen los acontecimientos

por más represión que el Estado instaure;

por más que se laven la cara con la democracia burguesa;

por más huelgas de hambre que callen;

por más que tengan saturadas las cárceles;

por más pactos que desarrollen con los controladores de clase;

por más guerras y represión que impongan;

por más que intenten negar la historia y la memoria de nuestra clase;

Más alto diremos:

asesinos de pueblos

miseria de hambre y libertad

negociadores de vidas ajenas

más alto que nunca, en grito o en silencio,

recordaremos vuestros asesinatos

de gentes, vidas, pueblos y naturaleza.

De labio en labio, paso a paso, poco a poco.

Salvador Puig Antich

*

Tras el mayo francés de 1968, Salvador decide implicarse en la lucha antifranquista. Milita inicialmente en Comisiones Obreras y posteriormente se incorpora en la rama armada del MIL (Movimiento Ibérico de Liberación), integrado por libertarios. Utilizan las armas para para atracar oficinas bancarias y obtener fondos destinados a represaliados y colectivos sociales necesitados y de lucha obrera. Su base se encuentra en Toulousse, pero las acciones se ejecutan en Barcelona.

La tarde del 25 de septiembre de 1973 Salvador es detenido por la Brigada Político Social tras una emboscada. En el tiroteo fallece Francisco Anguas Barragán, un joven policía de 23 años. Puig Antich recibe una bala en la mandíbula y otra en el hombro, quedando malherido.

Salvador es encarcelado. Juzgado en consejo de guerra, un tribunal militar le considera culpable «por la muerte de un funcionario público por razones políticas». Se le condena a dos penas de muerte por dos delitos de terrorismo. Jamás se pudo probar si fue el autor del disparo que causó la muerte del policía. Nunca se presentó el correspondiente estudio balístico solicitado por el decano del Colegio de Abogados de Barcelona: «no es necesaria, nosotros somos profesionales de las armas». El policía muerto tenía cinco balas en el cuerpo. El arma de Salvador solo efectuó tres disparos.

El proceso contra Puig Antich aún no ha podido ser revisado y sigue siendo materia informativa reservada. La documentación policial que custodia el Ministerio del Interior también continúa siendo secreta.

A partir del 19 de febrero de 1974, fecha en la que el Consejo Supremo de Justicia Militar aprueba la ejecución de la sentencia, todos los intentos por conseguir el indulto fueron en vano.

Documentos e informes  de la Embajada de Estados Unidos en Madrid han demostrado que había un interés especial en ejecutar a Salvador Puig Antich como medida ejemplarizadora: «El interés del Gobierno en el orden público y su sensibilidad a las presiones de la extrema derecha, explica la decisión de ejecutar al anarquista catalán Puig Antich. Para tomar esta decisión, el Gobierno se ha mostrado públicamente del lado de la ley y el orden antes que de la moderación de los países extranjeros y los grupos liberales españoles». «En la clase política española prevalecía el sentimiento favorable a la ejecución, pero era un asunto delicado que podía írsele de las manos al Gobierno. Además de empeorar la mala imagen ante Europa y bloquear el ingreso en el Mercado Común, una política favorable a la pena de muerte produciría una división con los aperturistas, incluida parte de la Iglesia». (Horacio Rivero, secretario de Estado de EEUU)

Tras el atentado contra Carrero Blanco, la suerte de Salvador está echada y el régimen, que se encuentra en sus últimos estertores, aumenta su sed de venganza: «Todo indica que al optar por una ejecución rápida, el Gobierno quería evitar a toda costa la lección del proceso de Burgos de 1970, donde las dudas y las vacilaciones finales que llevaron al indulto preocuparon muy seriamente a los militares, la policía y a sus aliados más conservadores, que lo vieron como una prueba de debilidad convertida en una victoria por los agitadores de dentro y fuera de España.» (Horacio Rivero, secretario de Estado de EEUU)

La misma mañana en que ejecutaron a Salvador Puig Antich, y en la prisión provincial de Tarragona, daban garrote a Georg Michael Welzel, alias Heinz Chez, un alemán de 33 años, condenado por el asesinato de un Guardia Civil el 19 de diciembre de 1972.

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