Rescatando memoria en las fosas de nunca acabar

Aunque la comunidad internacional se siga llevando las manos a la cabeza ante la impunidad de los símbolos franquistas y del impresionante número de fosas en cunetas y cementerios, seguimos escuchando discursos negacionistas, manipuladores o, peor aún, triunfalistas sin atisbo de arrepentimiento.

Por Tania Lezcano

1.718. Nada menos que 1.718. Esta escalofriante cifra que conocimos a principios de año es el número de cuerpos de personas represaliadas por el franquismo exhumados finalmente de la fosa de Pico Reja, en el cementerio de San Fernando, en Sevilla. Forman parte de un total de 8.600 cadáveres, cifra que superó con creces cualquier expectativa del equipo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Sus estimaciones hablaban de un total de 1.103 personas (850 represaliadas y 253 que no lo fueron), pero la cruda realidad ha sacado a la luz estos 8.600 cadáveres, de los cuales 1.718 fueron víctimas directas de la represión, mientras el resto procedía de la actividad funeraria normal. Además, se han encontrado la friolera de 2.331 restos óseos por metro cuadrado, cuando las estimaciones previas apuntaban a 338. En total, un millón y medio de huesos.

Se trata de la mayor fosa de Europa occidental desde Srebrenica. Lo peor es que hay otra fosa pendiente de apertura y, aunque se cree que los restos de más de 2.600 personas pueden estar esperando, ¿quién sabe cuál será la realidad? Hasta ahora, el mayor conjunto de restos descubiertos se encuentra en el cementerio de San Rafael (Málaga), donde en 2014 se inauguró un panteón en memoria de las 4.571 víctimas que allí se encontraron.

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Negar la evidencia

Podríamos seguir exponiendo cifras y más cifras. Y recordando que cada día se encuentran los restos de más personas asesinadas hace casi noventa años en una represión que se extendió durante la dictadura, también en numerosos campos de concentración. Aun así, aunque recordemos y sigamos exhumando cuerpos que llevan décadas siendo buscados y llorados por sus familias, aunque la comunidad internacional se siga llevando las manos a la cabeza ante la impunidad de los símbolos franquistas y del impresionante número de fosas en cunetas y cementerios, seguimos escuchando discursos negacionistas, manipuladores o, peor aún, triunfalistas sin atisbo de arrepentimiento. Como dejó claro aquel militar afortunadamente retirado, hay un sector que aún a día de hoy fusilaría si pudiera a 26 millones de personas. Y no se le movió ni un pelo. Y seguimos escuchando eso de «en una guerra hay dos bandos y todos cometen atrocidades», pero, por supuesto, esas personas no harán comentarios sobre los cuarenta años posteriores ni los siguientes cuarenta de impunidad ya en democracia.

Y seguirán repitiendo como papagayos consignas rancias y caducas. Y, a pesar de todas las pruebas en su contra, como los miles y miles de cuerpos que en pleno 2023 siguen saliendo a la luz, ellos seguirán negando y atacando las evidencias, igual que desdeñan la inteligencia, como ya hizo en su día su «glorioso mutilado», Millán-Astray. Porque solo la astucia de unos pocos que dirigen y la ignorancia de la masa que les sigue permite que su delirio siga haciendo ruido. Aunque, afortunadamente, los huesos de los criminales van saliendo de los lugares destacados donde fueron enterrados. El último caso fue la exhumación de los restos de Queipo de Llano de la Basílica de la Macarena de Sevilla en noviembre de 2022, donde ocupaban un lugar privilegiado y a la vista de toda visita, como no podía ser de otra manera. Sevilla. Ese lugar donde han exhumado esos 1.718 cuerpos. Ese lugar donde Queipo de Llano masacró sin miramientos a la población.

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Masacres que quieren olvidar

Este individuo, Queipo de Llano, también tuvo palabras para la terrible Desbandá, el 8 de febrero de 1937. Recordemos: entre 3.000 y 5.000 personas refugiadas que huían de él en Málaga hacia Almería fueron acribilladas en la carretera por mar y aire. Civiles. Pues Queipo de Llano sacó a la luz su cinismo en unas declaraciones radiofónicas: «Un parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más a prisa, enviamos a nuestra aviación, que bombardeó, incendiando algunos camiones…».

Afortunadamente, la prensa internacional aportó vivencias en primera persona. The New York Times dio voz al doctor Norman Bethune, que ayudó a aquellas personas que huían aterradas: «Contamos al menos 5.000 niños menores de diez años, miles de ellos descalzos… Decidimos volvernos y empezar a transportarlos para ponerlos a salvo». Además, tremendamente afectado, Bethune se preguntaba: «¿Cómo elegir entre un niño muriendo de disentería o una mujer que llevaba contra su pecho descubierto a su bebé nacido dos días antes en el camino?».

Y aquellas miles de personas víctimas en la Desbandá quedaron olvidadas durante 70 años. Igual que las fusiladas en Badajoz entre el 14 y el 15 de agosto de 1936 de la mano de un camarada de Queipo de Llano, Juan Yagüe, acertadamente apodado el carnicero de Badajoz. Entre 1.800 y 4.000 personas fueron blanco directo de sus tropas en una de las peores masacres de la guerra. En caso de ser cierta la cifra de 4.000, se trataría del 10 % de la población pacense, ya que en 1930 la ciudad tenía algo más de 41.000 habitantes.

Devolver la dignidad

Podríamos empezar a sumar cifras y más cifras y el total de personas represaliadas por el franquismo durante más de cuarenta años solo sería superado por la desvergüenza de los criminales, sus herederos y sus acólitos. Y todos aquellos que en pleno siglo XXI siguen negando la evidencia con todas las pruebas ante sus ojos. Y, lejos de condenar una de las peores etapas de nuestra historia para conseguir pasar página, siguen riéndose. Por otra parte, se desgañitan criticando el dinero público destinado a las exhumaciones. Es lógico que deseen que las búsquedas se detengan, ya que no sabemos qué nos podemos encontrar.

Pero, afortunadamente, son muchas más las personas que luchan por seguir descubriendo toda la verdad y continúan sacando a la luz las vergüenzas de una dictadura que resquebrajó todo un país hasta las raíces. De hecho, son cada vez más las páginas web donde se puede conocer el paradero o, al menos, más datos sobre las decenas de miles de personas fusiladas y desaparecidas. Desde aquí solo cabe expresar admiración y respeto por un trabajo que, aunque ha tardado demasiado tiempo en llevarse a cabo, poco a poco da sus frutos y devuelve a un país la dignidad que en su día se le arrebató.

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