Reflexiones a cuarenta grados, 365 días después

Ante el estrecho margen parlamentario y atendiendo a los precedentes de la soberbia de la derecha española, no deberíamos descartar que se esté bruñendo un “tamayazo” como el ocurrido en 2003 en la Comunidad de Madrid.

Por Pedro Labrado

Hace un año de ésta mi colaboración de agosto Reflexiones a 40 grados. Pues bien, pasados 365 días volvemos a estar con temperaturas por encima de esos 40 grados, batiendo récords de temperaturas a lo largo y ancho del territorio patrio. Y sigue habiendo quienes niegan el evidente cambio climático producido fundamentalmente por la mano e intervención humana. Esto no ha cambiado en los últimos doce meses. Ayer ante un titular periodístico que decía: “España se abrasa” ilustrado con un mapa de España con colores para reflejar las distintas temperaturas, leía un twitt o un X como parece que se llama ahora, que decía:

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Se trata de un analista económico liberal, y no es el único que pone en duda la excepcionalidad de las temperaturas que sufrimos, algunos lo niegan cuál Rallo. ¿A qué intereses responden estos analistas económicos liberales? Está claro, a la falsa libertad de hacer negocios caiga quien caiga, aunque lo que caiga sea el medioambiente y la vida.

Con estos 40 grados y tras las elecciones generales celebradas con cuatro o cinco grados menos el pasado 23 de julio, los partidos políticos y sus negociadores se afanan en bruñir un nuevo gobierno. Parece que no será presidido por el amigo de narcotraficantes se hagan como se hagan las cuentas. El presidente en funciones por otra parte parece que tendrá todavía más difícil que hace cuatro años revalidar su investidura, tiene que contar con más partidos y además “sumar” la falta de cohesión en su socio principal liderado por la ministra de trabajo en funciones. Falta de cohesión fruto de la dolorosa y sorprendente puesta en marcha del proyecto y la confección de sus candidaturas que han tenido como consecuencia añadida a la falta de cohesión, la pérdida de votos, de porcentaje de voto y del número de diputados y diputadas con respecto a los resultados obtenidos en 2019 por Unidas Podemos y demás partidos ahora “sumados”.

A 40 grados de temperatura el pasado verano apestaba a cloaca mediática y un año después el olor no se ha disipado. El involucionismo antidemocrático sigue con su maquinaria desde los centros de poder políticos, judiciales, empresariales y mediáticos. Si bien el respaldo electoral a la ultraderecha ha caído, en el interín entre las elecciones municipales y generales se han fraguado multitud de gobiernos municipales y autonómicos con la presencia de miembros ultraderechistas, en muchos casos liderando los mismos la lista que no había sido la más votada. Digo esto porque es uno de los argumentos que esgrime el político amigo de narcotraficantes para que le envistan como presidente al haber sido su partido el más votado en las elecciones generales. La derecha española de forma secular siempre retuerce las normas escritas y las no escritas para que la resultante sea que el poder recaiga en sus manos. Esto lo hacen sin ponerse colorados, eso es cosa de rojos.

En tertulias he llegado a escuchar argumentos peregrinos sobre la conveniencia para partidos que han anunciado que no apoyaran un gobierno sustentado por la extrema derecha, de apoyar esta opción para salir reforzados en no se sabe qué cosa en relación a otros partidos y/o para tener un “enemigo” más claro. Vamos, lo que se ha llamado desde siempre la ley del embudo, algunos sólo ven argumentos para que el gobierno lo ostente la derecha tradicionalista.

Ante el estrecho margen parlamentario y atendiendo a los precedentes de la soberbia de la derecha española, heredera del franquismo y empavonada en su creencia de que el Estado es suyo, no deberíamos descartar que se esté bruñendo un “tamayazo” como el ocurrido en 2003 en la Comunidad de Madrid, seguro que tentaciones y sondeos están presentes hoy. La derecha siempre se resiste a no ostentar el poder. Entretanto vamos para cinco años con el Consejo General del Poder Judicial caducado, es decir con uno de los tres poderes del Estado en estado de coma derechizada. Otro de los ejemplos de la resistencia de la derecha a dejar que el poder lo tengan otros.

Hace doce meses y también a 40 grados en el termómetro teníamos que soportar al gobernador del Banco de España posicionándose en contra de las decisiones del gobierno de coalición, subida del SMI, actualización de las pensiones con el IPC, reforma laboral por la que se recuperaban derechos por parte de trabajadores y trabajadoras, y el nuevo impuesto a la banca y a las eléctricas. Oposición a las decisiones gubernamentales anunciando catástrofes económicas que no han llegado a producirse en ningún momento, más bien todo lo contrario, el PIB sigue creciendo, la ocupación y afiliación a la Seguridad Social bate récords y el empleo crece con paso firme en lo que a estabilidad se refiere. Los bancos tampoco se han hundido.

Hace un año se hacía insoportable la chulería de las direcciones de los bancos y de grandes compañías energéticas que amenazaban con buscar resquicios para no pagar el nuevo impuesto a los beneficios extraordinarios, incluyendo recursos judiciales. Los beneficios que estaban obteniendo en 2022 eran extraordinarios, Iberdrola, Repsol, Santander, Banco de Sabadell, batían récords en sus cuentas de resultados positivas.

Doce meses después, la banca ha seguido batiendo récords de beneficios al anunciar sus resultados para el primer semestre de 2023, el Sabadell un 43,6% más que en 2022, el BBVA un 31% más, el Santander un 7% más y Caixabank un 21% más. Incrementos de beneficios sobre los incrementos obtenidos en el pasado ejercicio. Parece que pagar el impuesto sobre beneficios extraordinarios no ha afectado al funcionamiento del oligopolio bancario. El contexto de subida de tipos de interés y la ausencia de remuneración de los pasivos de sus clientes, parece que han contribuido a ese aumento de beneficios que no es otra cosa que un flujo de fondos de los bolsillos de particulares, vía pago de intereses por los pasivos y no cobro de intereses por los activos, a los bolsillos de las entidades en un primer tramo y al bolsillo de sus accionistas en un segundo, con el reparto de pingües dividendos. No parece que desde el gobierno se busque la fórmula para que las entidades bancarias remuneren los ahorros de sus clientes. Tal vez haya que empezar a establecer un sistema que obligue a éstas a repartir sus beneficios además de con sus accionistas con sus clientes ahorradores.

Para terminar y ya preparándome para un baño en la piscina ya que la temperatura no baja, el deseo de que con mayor o menor trabajo finalmente se componga el puzle necesario para reeditar el gobierno de coalición progresista y seguir por la senda acometida estos últimos cuatro años, no gobierne la derecha y no se repitan las elecciones porque se abriría la puerta a sudar pero de verdad, a sudar tinta durante cuatro años o más.

Reflexiones a cuarenta grados y como el año pasado, abanico en mano.

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