En plena autarquía controlar los rumores que pudiesen alterar la opinión pública con noticias alarmantes sobre la carestía y la falta de alimentos se convirtió en una necesidad para evitar protestas.
Por Lucio Martínez Pereda | 7/04/2024
Los servicios de propaganda del régimen franquista precisaban -como cualquier otro régimen político de opinión publica controlada- saber cuáles eran las materias concretas sobre las que asentar las líneas de su acción propagandística. Para ello era necesario tener conocimiento lo más exacto posible de su receptividad en la opinión pública. Pese a que tenemos datos sobre la gran cantidad de personas que los servicios de información de la dictadura destinaban a los espacios públicos -bares, colas de racionamiento en tiendas, estadios de futbol- para detectar los rumores y el estado de la opinión pública, esta labor no se dejó exclusivamente en manos de los agentes de los servicios provinciales de falange que escribían periódicos informes sobre esta cuestión. La preocupación por saber las reacciones de la opinión pública a las campañas organizadas por los servicios propagandísticos de la dictadura, el interés por detectar el origen y la extensión de rumores y bulos, hizo que la dictadura pusiese en marcha varios servicios. El aparato que la dictadura destinó a esta función fue amplio: Servicio de Auscultación de la opinión pública, Informes de opinión pública, Partes de Ambiente, Partes de Climas, y Servicio de Auscultación de Rumores. Pese a tener conocimiento histórico de su existencia, aún queda recorrido para poder dimensionar su extensión real, conocer el número de personas dedicadas a estas funciones y valorar las interacciones que se produjeron entre los servicios de propaganda, las organizaciones dedicadas a conocer sus efectos y los medios de información destinados a su producción
La documentación encontrada en sendos fondos documentales de la Delegación Nacional y Provincial de Información y Turismo del Archivo de la Rioja y el Archivo provincial de Ávila me ha permitido reconstruir aspectos fundamentales del funcionamiento de estos aparatos institucionales de la dictadura.
La prensa controlada por la dictadura franquista recibía periódicamente -al menos una vez cada semana- un consignario obligatorio, cuyo cumplimiento era posteriormente controlado por el llamado “parte semanal de cumplimientos de consigna.” Algunos periódicos recibieron serias advertencias sobre las sanciones en las que incurrirían si las consignas periodísticas enviadas no se cumplían. Tras el final de la guerra, en 1940, se hizo obligatorio enviar desde todas las delegaciones provinciales de propaganda de Falange partes semanales sobre el cumplimiento de las consignas. Desde 1943, los mecanismos de control ampliaron su presión obligando a añadir en los partes una valoración sobre “espíritu que se observa en el cumplimiento de consignas” por parte de la prensa, especificando la fecha de recepción de cada consigna y el día que cada uno de los periódicos de la provincia la habían publicado. Si se detectaba algún retraso en el cumplimiento del consignario, se daba orden a la delegación provincial de propaganda de Falange para que el director del periódico fuese advertido de las consecuencias derivadas de su incumplimiento.
Conocer los efectos de las campañas propagandísticas sobre la opinión pública resultaba fundamental para orientar con acierto la redacción de las consignas enviadas a la prensa. Ante los contenidos puestos en circulación por la maquinaria propagandística era imprescindible tener datos sobre la variedad y decalaje de las actitudes publicas situadas entre la aceptación y el rechazo. Detectar la actitud mayoritaria resultaba fundamental para decidir qué contenidos de la campaña precisaban de mayor énfasis y cuales, en cambio, podrían considerarse alcanzados. A tal efecto en 1942 entró en funcionamiento el Servicio Español de Auscultación de la Opinión Pública, dependiente de la Vicesecretaría de Educación Popular y la Delegación Nacional de Propaganda. El servicio exigía el envío de informes cada diez días sobre el estado de la opinión pública. Los informes fueron conocidos con distintos nombres: informes de auscultación, partes de “ambiente” y partes de “climas”. Las provincias que se relajaban en su cumplimiento o dejaban de cumplimentar alguno de los requisitos de su confección eran rápidamente advertidas en tono amenazante. La circular nº 19 del Servicio de Auscultación, de febrero de 1943, decide cambiar las normas que hasta ese momento regulaban la confección de estos partes decenales. Según se afirmaba en la circular: “se tenía conocimiento de las reacciones de la opinión pública con retraso considerable y ello dificultaba el envío de las consignas adecuadas”. Pronto estos partes, inicialmente inespecíficos, empezaron a realizarse sobre cuestiones concretas para así conseguir tener conocimiento sobre los distintos tipos de comentarios que circulaban por los espacios públicos. Los informes debían ser enviados los 5, 15 y 25 de cada mes. Trataban sobre problemas “que hayan sido objeto de un especial comentario, sobre los folletos, revistas y propaganda extranjera especificando a qué sector de la opinión se dirigen preferentemente. Debían acompañarse con un informe de las noticias de radios extranjeras que más difusión hayan alcanzado y hayan dado lugar a más comentarios.” En la circular del Servicio de Auscultación de la Opinión de febrero de 1943 se insistía en el descuido en las respuestas de los informes, en las razones que los hacían necesarios y en la obligación de detectar más rápidamente y con mayor detalle la reacción de la opinión pública ante las noticias de la prensa, para poder así establecer con mayor acierto las pautas de orientación propagandística:
«Se descuidó un aspecto importante: el estudio de las reacciones del publico antes las campañas de prensa. Para la labor rectora de la opinión pública que tiene encomendada la Delegación Nacional de Prensa, es imprescindible conocer este tipo de reacciones ante los temas que la prensa trata en sus columnas, para orientar las campañas propagandísticas. Aconsejan la creación de un nuevo servicio con la misión específica de informar con la frecuencia y la rapidez necesarias de las reacciones que en la opinión pública produce la prensa, en consecuencia, se establece un sistema de informes semanales. Los informes comprenderán las reacciones de la opinión ante los temas tratados en la prensa que hayan sido objeto de más amplios comentarios y los editoriales importantes, los acontecimientos destacados de la política, los discursos del caudillo y los ministros, las disposiciones legales y los acontecimientos de la política interior.”
La propia Delegación Nacional de Propaganda en abril de 1943 fijó de manera más concreta las características de estos partes e informes. En una circular interna se explicaba que el informe llamado “Opinión popular” tenía como finalidad conocer el efecto causado por las medidas de gobierno, obtener datos sobre “la crítica adversa al régimen, la influencia y la reacción ante las campañas de los enemigos, exiliados, comunistas, precisiones sobre el asentimiento y aprobación respecto a la obra del Régimen en general.” La Dirección General de Prensa, emitía la circular nº 2 fijando las características que habrían de reunir los informes decenales de Opinión Publica. Según la circular el Ministerio de Información “debía estar enterado de la opinión pública que al ser un estado abstracto que escapa a la apreciación de los órganos administrativos por su carácter difuso y cambiante, se necesita en consecuencia de un instrumento especial que recoja el ambiente.” Los Delegados Provinciales estaban obligados a remitir tres veces al mes de un parte de opinión reflejando “el ambiente colectivo de su provincia durante la decena anterior”, en ese parte se haría constar los: “estados de opinión, como por ejemplo: negligencias municipales, fallos de la administración en el cumplimiento de órdenes, reglamentos y otras disposiciones legales que causen malestar y protestas públicas, sucesos fortuitos de transcendencia, casos pasionales que hayan impresionado extraordinariamente, etc. O Sea, todo cuanto pueda ser aprovechado por la propaganda hostil para sus campañas negativas. De la misma forma los informes recogerán cuanto hechos o sucesos hayan producido satisfacción popular”.
La sección de Documentación y Auscultación de la Delegación Nacional de Prensa -la institución encargada de recoger estos informes- aclaraba en abril de 1943 las características de los contenidos que debían ser recogidos en los informes temporales sobre opinión pública:” No se corresponde con lo que la gente haya comentado y ocurra en la provincia sin importancia para nosotros, aunque en la capital se considere interesante. Los problemas serán aquellos de tipo político, económico y cultural que tengan envergadura, aunque no sean conocidos ni comentados por la opinión. Interesa todo lo relacionado con el campo, con los abastecimientos, ambiente político, etc., por el contrario, no interesa lo que se comente respecto a la guerra, a no ser acontecimientos que estén estrechamente relacionados con nuestra política, debiendo reseñar no solo lo que suceda en la capital, sino en los pueblos de la provincia.” Otro tipo de informes, llamados Informes Especiales de Documentación y Auscultación también buscaban conocer los efectos que las campañas propagandísticas producían en los distintos grupos políticos. El análisis de la recepción social de las noticias publicadas en prensa se dividía en estos Informes Especiales en 5 grupos distintos: falangistas, “elementos militares”, “elementos eclesiásticos”, “elementos rojos y de izquierdas” y “elementos indiferentes.” En septiembre de 1944, cuando ya estaba plenamente asentaba la percepción de la derrota de las potencias del Eje en la IIGM, se añadió la exigencia del envío en los “ partes quincenales de ambiente” de un informe reservado centrado en 4 aspectos: comentarios sobre la II Guerra Mundial , sobre la actuación del gobierno y las autoridades del estado, la Falange y los organismos del Movimiento y los bulos.
Cuando se estaba en plena campaña propagandística y antes de que esta hubiese finalizado resultaba frecuente que las delegaciones provinciales recibieran vía telegrama cifrado una petición de información sobre la impresión que estaban causado los discursos, actos y artículos de la campaña. En los informes también se solicitaba un análisis de los resultados de las campañas una vez finalizasen. En principio fueron semanales, pero la presión del trabajo resulto tan agobiante que posteriormente pasaron a serlo mensuales. Para aligerar el trabajo burocrático la circular numero 108 de octubre de 1942 fija que los informes semanales sobre las campañas propagandísticas y ”las conmemoraciones de aquellas fechas que recuerden a nuestras más gloriosas efemérides nacionales” sean sustituidos por informes mensuales.
En enero de ese 1943 se hacía llegar a todas las provincias el primer Boletín del Servicio de Auscultación Publica recogiendo los resultados de la primera encuesta realizada. En julio de 1943 se estableció la obligación de enviar un parte quincenal sobre el estado de la realización de las encuestas. Desde enero de 1945, las distintas delegaciones provinciales habían de emitir cada diez días unos “partes decenales del estado de la opinión pública”. Se elaboraron hasta finales de 1948 basándose en dos tipos de encuestas: las “encuestas sociales”- sobre temas de actualidad política, social o cultural y, las “encuestas especiales”, en las que se interroga a un sector social sobre un tema de interés. A la respuesta rápida y completa de los informes de auscultación se le concedió especial importancia. Cualquier retraso en su escritura preocupaba. Con frecuencia llegaron a las direcciones provinciales telegramas de tono desabrido ordenando la remisión en un plazo de 48 horas “ sin excusas ni pretexto, explicando las causas de retraso” de los informes de auscultación. En la década de los 50 estas encuestas siguieron haciéndose, pero cambiaron de nombre y empezaron a llamarse “clima”. Aunque su calendario de realización estaba regulado, cuando se producía un acontecimiento político excepcional, como el fallecimiento de Stalin, se pedía -tal y como se hizo en marzo de 1953- una encuestación especial para detectar su influencia en la opinión pública. Previamente, en 1952, el Servicio de Auscultación clasificó el estado de opinión por grupos sociales y estableció una tabla para registrar el grado de intensidad del disgusto. Los informes pedidos deberían enviarse siguiendo claves para detectar los distintos tipos de sensibilidades de la opinión: a los desafectos le correspondía el color Rosa, la opinión de los falangistas se califica con el color Pardo, a los monárquicos le correspondía la clasificación con color Alelí, la Fuerza Pública y Ejercito se identificaban en el Menta, y las “Autoridades” con el Malva. La reacción de cada uno de esos grupos ante las campañas se clasificaba con la tipología: “satisfacción definida”, “ligera satisfacción” “estado contradictorio”, “laxitud”,” indiferencia”,” ligero descontento”, “descontento inactivo” y ”malestar definido.”
Los informes sobre los efectos específicos de cada una de las campañas propagandísticas encargados por la sección de Documentación y Auscultación recibieron un nombre: Montesquinza. El numero 1 de estos informes tiene fecha de noviembre de 1944, en él se intentaba comprobar la efectividad producida por una reciente campaña de propaganda anticomunista llevada a cabo desde el extranjero por los “Enemigos de España”. Se preguntaba por la peligrosidad de los “rojos expatriados”: “¿juzga usted peligrosa las actividades de los rojos expatriados?”. Respondieron afirmativamente el 60% de los preguntados. El informe concluía: “las actividades de los rojos españoles la juzgan la mayoría peligrosa por la ayuda encubierta de las naciones afines a ellos, se ve que si el gobierno español obra con energía y dureza el peligro será nulo.” Nos referiremos a continuación a otro de estos informes, no por su importancia, sino para hacernos una idea de la variedad de campañas sobre las que se escribía. En verano de 1945 se había llevado a cabo un compaña en la prensa contra la divulgación de bulos por parte de los “enemigos de España.” En el informe Montesquinza nº42, correspondiente a la primera semana de septiembre de 1945, se preguntaba sobre el origen de la divulgación de noticias falsas. El texto enviado a la Delegación Nacional de propaganda decía: “es opinión del 40% que es en la radio donde se difunden más, sobre todo las radios de Rusia, Inglaterra y Estados Unidos. En cuanto a los que creen que es la prensa donde más noticias falsas se han difundido de España son un 25% y también se refieren a esos países mencionados, el resto no dan prioridad a ninguna de las dos partes y dicen que tanto en la radio como en la prensa se han difundido por igual noticias falsas contra España.”
En plena autarquía controlar los rumores que pudiesen alterar la opinión pública con noticias alarmantes sobre la carestía y la falta de alimentos se convirtió en una necesidad para evitar protestas. En un contexto de hambre creciente los rumores podían ser detonadores de la ira popular, una mecha con capacidad -según confirmaban los informes que sobre ese descontento escribían mensualmente en cada delegación provincial de información de Falange- para plantar fuego a la pólvora. El Poder sabia que los rumores nacían sobre un fondo previo de inquietudes acumuladas, eran resultado de la convergencia de la suma de los efectos de distintas amenazas y desgracias, pero nunca se sabía de antemano cual era la circunstancia concreta que llevaría a esos temores aflorar a la superficie. En la auscultación del rumor siempre convergen dos miedos: el del poder y el temor de la población que lo sufre, inquieta por no conocer previamente cuales van a ser las decisiones que pondrán en peligro sus libertades y necesidades. El rumor se consideró una práctica de la conversación social cuyo conocimiento también resultaba necesario para conocer la influencia que ejercían sobre la opinión pública las campañas propagandísticas. Para detectar la circulación de rumores se implantaron unas encuestas de realización mensual, con cuestionarios redactados en la Delegación Nacional de Prensa o en el vicesecretariado de Educación Popular.
Al no existir otra fuente alternativa de socialización de la información distinta a los medios manejados y controlados por el poder, el rumor acabo siendo visto como un potencial peligro que podía restar credibilidad a las informaciones puestas en circulación desde los aparatos de comunicación del régimen. Los rumores -fueran o no portadores de hechos ciertos- y a pesar de que nunca casi nunca se acompañasen con argumentos que reforzasen su credibilidad, localizar su procedencia y el grupo social de origen no fue la única razón que motivo los informes, el conocimiento de los rumores también servía para medir por contraste el grado de eficacia en la recepción de las campañas propagandísticas
Servicio de auscultación de rumores
El Servicio de Auscultación de rumores empezó a funcionar en diciembre de 1942. Fue una sección en la delegación nacional de prensa y propaganda destinada a su detección y conocimiento. El carácter inaprensible de los rumores preocupaba mucho en los servicios de información y propaganda, las referencias constantes en la prensa así lo demuestran. A tal fin, la sección del Servicio de Auscultación organizo una ficha con una tipología de análisis protocolarizado que había de ser cumplimentada semanalmente, dejando constancia de distintos aspectos: su origen, la clase social que los pone en circulación, el grado de éxito, la credibilidad que contaba entre la población y el tipo de espacios en las que estos se ponían en circulación. Los rumores, a veces de origen local o provincial, otras lo eran nacionales o internacionales. En el segundo caso la detallada auscultación realizada en todas las provincias servía para medir su extensión geográfica. El número de provincias por el que circulaba permitía valorar el grado de importancia del hecho rumoreado. Con estos datos en la mano se disponía de una visión global bastante acertada de las preocupaciones que circulaban por la opinión pública. En cada provincia había una lista de escritores, a los que según fuese la orientación del rumor, se les pagaba la redacción de artículos de prensa para disminuir o intensificar sus efectos sobre la opinión pública. En la circular nº14 de diciembre del 1942 del servicio de Documentación e Información de la Delegación Nacional de Prensa se establecía que, pese a no haberse recogido ningún rumor, el parte fuese enviado los lunes, miércoles y viernes de cada semana: “en dicho parte deberás recoger todos los rumores que circulen por esa provincia, así como los que se oigan en la capital con indicación de la población en que circulan(…) cuando algún rumor que ya hayas consignado, en algún parte siga circulando, deberás indicarlo, haciendo referencia al número ordinal con lo que hayas registrado. De la misma manera deberás hacernos saber su desaparición. Si después de haber desaparecido vuelve a oírse lo harás constar haciendo referencia al número ordinal antes citado”
Se estudiaban para cada rumor diez aspectos distintos. Los aspectos recogidos más frecuentemente fueron: tema, fechas, y “esfera social” de su producción. Una vez que se agrupaba la información procedente de las fichas confeccionadas por cada provincia, el servicio central- tras someterlos a estudio estadístico -detectaba sus fases de desarrollo, las distintas modalidades que adoptaban, la dirección geográfica de su producción y propagación y la distribución por regiones de su cantidad, localizando así las provincias por donde los rumores circulaban con mayor intensidad. Con estos datos se confeccionó un mapa sobre la estructuración geográfica de los rumores, y su duración temporal. En el informe que lo presentó se escribía lo siguiente:
“En general, todos los rumores, tienen el origen de su aparición en un deseo de explicar hechos reales cuya explicación no ha sido dada de una manera oficial y, aun habiendo sido dada, no satisface a la opinión pública. De estos se exceptúan, naturalmente, los chistes más o menos tendenciosos, los rumores de consigna y el pequeño porcentaje de bulos sin causa ni finalidad (…) el rumor aislado y esporádico no existía, existen categorías de rumores referentes a una misma cosa, procedentes unos de otros, transformándose con vistas a despertar la credulidad. Es natural que un rumor no pueda mantenerse mucho tiempo en circulación sino sufriera variaciones a los dos días de su lanzamiento no conservaría el menor vestigio de verosimilitud si conservase su forma primitiva. Si a eso añadimos que es precisamente la circulación del bulo lo que lo modifica, el afán de cada uno que lo oye por añadir un dato nuevo, no puede extrañarnos que dos rumores que aparentemente nada tienen de común, sean en realidad procedentes el uno del otro “Según se recogía en un documento desde que se detectaba el rumor hasta que desaparecía se estimaba un periodo de 20 días. La mayor parte tenían su centro de difusión en Madrid, desde donde se propagaban hacia” la periferia siguiendo 6 direcciones, con sus propios tiempos de llegaba: Madrid- Oviedo, Madrid- Burgos, Madrid-Zaragoza; cada uno de ellos con un recorrido que tardaba 2-3 días en efectuarse, otro grupo: Madrid- Valladolid. Madrid- Badajoz que tardaba 6-7 días y en el tercero constituido por Madrid-Ourense y Madrid- Jaén se tardaba 7-8 días. Existían núcleos secundarios de difusión y puesta de circulación de rumores en Barcelona, Burgos, Oviedo y Toledo. Desde Zaragoza se transmitían rumores a Cataluña y el Norte de Aragón, Barcelona los transmitía a Mallorca, desde Burgos se ponían en circulación hacia Navarra y el País Vasco. Oviedo los extendía por la costa cantábrica y a veces a Galicia. Badajoz lo hacía en dirección a Sevilla y la misma Sevilla- que era punto de partida- los dirigía en dirección Cádiz y Málaga.”
Se el primero en comentar