Vox trabaja con una estrategia de supervivencia para el futuro: hacer de la España rural su cuartel de invierno, su zona de enquistamiento en la sociedad española
Por Lucio Martínez Pereda
Vox contempla la España rural como espacio de supervivencia. En las regiones en las que el Partido Popular del debilitado Feijóo cedió al chantaje de la ultraderecha, la cartera de agricultura y mundo rural fue en todas ellas el peaje obligadamente pagado por el PP. Vox trabaja con una estrategia de supervivencia para el futuro: hacer de la España rural su cuartel de invierno, su zona de enquistamiento en la sociedad española: esas provincias son- desde que Fraga diseñó la ingeniería electoral de la democracia- las que precisan menos votos para conseguir un acta de diputado.
Vox se encuentra cómodo en el espacio rural también por razones profundamente ideológicas. Vox cree que el nacionalruralismo es el marco apropiado para reactualizar el discurso fascistoide del nativismo, el antifeminismo, el familiarismo, la catalanofobia, y el espectro delirante del anticomunismo español.
La España rural es para el nacional ruralismo voxiano una construcción imaginaria con atribución de sentido político y religioso, un ideal patriótico sustentado en una interpretación tradicionalista de la Historia de España que hace que sus componentes nacionalistas y religiosos se ejecuten conjuntamente. Una visión idílica de la nación asentada entorno a una tradición que protege contra los valores materiales y disgregadores procedentes del mundo urbano. El campo es el espacio idealizado de una comunidad virtuosa, amenazado por la metrópoli, cosmopolita e intelectual.
En este imaginario anti urbano originado en la propaganda antirrepublicana de los años 30 del siglo pasado la ciudad figuraba como el espacio donde habían irrumpido las masas populares organizadas políticamente. Las reivindicaciones populares urbanas y el movimiento obrero ponían en peligro el orden social tradicional. La vida en la España de los pueblos significa- al contrario de lo que sucedía en la ciudad- estabilidad en medio del cambio. Esta estabilidad era y es para Vox la condición adecuada para mantener orden político ideal, amenazado si se desligaba del orden natural que se observaba en la naturaleza. El campo era una reserva de patriotismo que había de mantenerse a salvo de las impurezas corruptoras de las ideas izquierdistas. Las ciudades se habían contagiado del marxismo y del odio de clases: habían renunciado a la vida tradicional de la España agrícola.
Y ya para finalizar: la ciudad era y es el lugar de la desorientación política. El modo de vida urbano facilitaba la extensión del laicismo e ideologías como el socialismo y el comunismo. En cambio en el campo se mantienen intactas las costumbres y valores propios del catolicismo. Las virtudes “naturales” del campesino: fé cristiana, humildad y respeto, conformidad con las tradiciones religiosas y el orden social vigente, son vistas por Vox como virtudes patrióticas de exportación al resto de la sociedad. En el campo las personas adquieren la experiencia vital necesaria para no dejarse llevar por los impulsos y deseos que destruyen el orden social. Esa identidad es un legado que únicamente puede transmitirse con seguridad y seguridad en la familia cristiana rural.
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