Que suenen sus joyas, que suenen

“Los del gallinero pueden aplaudir, los de los palcos basta con que hagan sonar sus joyas” 

John Lennon

Por Javier F. Ferrero
Manuel Castells, ministro de Universidades, llegó ayer el pleno del Senado con una imagen que ha dado mucho que hablar. La camiseta reivindicativa con la que se presentó en la Cámara Alta, en la que se podía leer la frase “Equal Rights” («Igualdad de derechos»), ha terminado generando muchos comentarios.

Una fotografía tomada al ministro cuando accedía a su asiento se ha hecho viral. En ella se podía ver de fondo a Rafael Hernando, del Partido Popular, mirándole con una sonrisa un tanto condescendiente. Uno de los comentarios ha sido el del líder de la extrema derecha en España, Santiago Abascal: «Acabarán yendo en chándal todos los días, como sus socios venezolanos».

Esas críticas has sorprendido en el Gobierno por el clasismo que denotan. En declaraciones a este medio, fuentes del Ministerio de Universidades que dirige Castells indican que «las declaraciones de los diferentes políticos sobre la indumentaria de Manuel Castells solo demuestran el clasismo, la ignorancia y el poco respeto por los y las compañeras del hemiciclo».

Pero vayamos con la pregunta que da inicio a este artículo, la cual tiene una respuesta corta y otra larga. La corta es que, como persona libre en una democracia consolidada, el ministro Castells tiene derecho a vestirse como él considere.

La respuesta larga requiere un poco más de profundidad. La sonrisa de Hernando denota prejuicio por su vestimenta y el comentario de Abascal irradia intolerancia y clasismo (además de una generosa dosis de populismo); aún siendo un parlamentario mucho más preparado y reconocido que estos dos miembros de la derecha española.

Prejuicio, esa tendencia perniciosa de prejuzgar, de forma negativa, a un grupo de personas o a los miembros de ese grupo, por su forma de vestir, hablar, pensar o actuar. El racismo, el sexismo, la homofobia, la discriminación por edad o por religión son prejuicios comunes en nuestra cultura, pero también la separación de clases por su apariencia, tal y como demuestra nuestra casta política desde su atril.

Es llamativo, además, que sea criticado por portar un lema por la igualdad de derechos. Llamativo porque la derecha española suele tapar sus miserias éticas de cara a los medios y al público general. Sin embargo, los actos y medidas tanto del Partido Popular como de Vox sí van acorde con esta actitud.

Castells puede vestir como quiera porque necesitamos que la clase política proyecte a la mayoría de los ciudadanos, que lleve los mensajes que los defensores y defensoras de los derechos humanos a ese símbolo de la democracia que representa el Parlamento. Castells es imagen en el Congreso de la clase trabajadora y de quienes pensamos que es más importante el mensaje que la imagen, la lucha que la corbata.

Los movimientos sociales no pueden dejar de analizarse en relación con la política, la que está indisolublemente ligada a los intereses de clases de forma parcial o total; pues en la profundización de sus luchas, aunque éstas sean meramente reivindicativas, se va a manifestar de una forma, el clasismo, como así ha sido.

“Los del gallinero pueden aplaudir, los de los palcos basta con que hagan sonar sus joyas”, que decía John Lennon. Que no dejen de sonar las joyas, que los del gallinero aplaudiremos el trabajo, las reivindicaciones y la lucha; sea cual sea la imagen.

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