Pactos de la Moncloa, o de lo que quieras

los famosos Pactos, también en la distancia, dieron una de cal y otra de arena, nos trajeron hospitales, centros educativos, reformas fiscales, pero limitaron el crecimiento de los salarios impidiendo compensar la desmadrada inflación, consagraron el poder económico emanado del franquismo

Por Francisco Javier López Martín

Segundas partes nunca fueron buenas, vaya por delante, por eso no podremos reeditar unos Pactos de la Moncloa, por mucho que nos empeñemos, ha llovido mucho desde entonces, los actores no son los mismos, la guerra civil queda mucho más lejos y hay demasiados intereses políticos y económicos en juego.

Los Pactos de la Moncloa se produjeron al calor de una crisis económica que producía subidas de los precios de más del 27% al año, el modelo de Transición hacia la democracia no estaba decidido, la Constitución no había sido aprobada, el franquismo seguía matando (el asesinato de los Abogados de Atocha, el impresionante y pacífico entierro, la demostración pacífica de organización y fuerza del PCE y de las CCOO, abrieron las puertas a la legalización definitiva del Partido Comunista y luego, al final, de los sindicatos, de las Comisiones Obreras) las tensiones políticas y sociales arreciaban, buena parte de la derecha política añoraba el franquismo, mientras los poderes económicos emanados de los privilegios franquistas necesitaba legitimidad y seguridad para sus fortunas y los torturadores necesitaban seguir siendo policías y recibiendo méritos y condecoraciones.

La Ley de Amnistía y los Pactos de la Moncloa son de octubre del 77 (vaya qué casualidad, la amnistía el 15 y los Pactos el 25) y hoy, con más de cuarenta años de por medio, me admira cómo creímos que la Ley de Amnistía limpiaba todos los juicios, expedientes, fichas policiales, de los cientos de miles de rojos juzgados, condenados y asesinados por el franquismo, pero no, (ahí siguen las condenas, ahí siguen las fosas) limpiamos la imagen de Billy el Niño y todas las bandas de cuatreros torturadores y asesinos de la dictadura.

En cuanto a los famosos Pactos, también en la distancia, dieron una de cal y otra de arena, nos trajeron hospitales, centros educativos, reformas fiscales, pero limitaron el crecimiento de los salarios impidiendo compensar la desmadrada inflación, consagraron el poder económico emanado del franquismo, los grandes de hoy, con pocas variaciones, son los mismos que crecieron al calor de la dictadura y, eso sí, han dejado entrar en sus consejos de administración a quienes fueron dóciles, complacientes y serviciales, la nueva política de entonces aprendió pronto eso de las puertas giratorias.

La Transición española fue nuestro camino hacia la democracia, mejor que muchas, peor que otras, se la suele poner como modelo, pero simplemente fue la nuestra y quienes la protagonizaron lo hicieron lo mejor que supieron y lo mejor que pudieron, juzgarla con los ojos de hoy en día no puede producir sino tremendas injusticias, lo cual pasa en estos tiempos con cierta frecuencia.

El que no vayamos a tener unos Pactos de la Moncloa no quiere decir que no sea necesario hacer el esfuerzo para que las políticas que se apliquen, una vez superado lo más duro de la crisis pandémica que vivimos, lleven el sello, la rúbrica, el visado al menos, de la mayoría de los partidos, las organizaciones sindicales y empresariales y las organizaciones sociales. Siempre habrá quien juegue a la desestabilización, la utilización del miedo y la mentira, la pesca en río revuelto y su éxito o fracaso dependerá de la decisión, la convicción democrática y el sentido común del resto.

Hemos aprendido que no podemos vivir sin preservar sectores básicos como el agrario y ganadero, sin industrias que fabriquen productos esenciales de los que dependemos sin darnos mucha cuenta hasta que nos faltan y que no podemos dejar en manos exclusivas de otros países, por muy baratas y por muy fácil que sea su fabricación y por muy globalizado que esté el mundo, (lo de los guantes, las mascarillas, los respiradores, material quirúrgico, protectores, han demostrado ser más importantes que otros productos que hoy nos parecen prescindibles) hemos aprendido que con el sistema sanitario público, con las residencias de mayores, la ayuda a domicilio, los servicios sociales, la educación de nuestros hijos, (con sus profesionales) no podemos permitir juegos, experimentos, negocios, corruptelas y corrupciones como las que han abundado en Comunidades Autónomas como la Madrileña (Gürtel, Lezo, Púnica, Guateque, Canal, en lista interminable y siempre entreverada de bolsas, comisiones, financiación ilegal, blanqueo de capitales y qué sé yo cuantas cosas más, que nunca conoceremos, en el palacio de las ranas de la reina de las ranas) hemos aprendido que las personas son más importantes que las cosas y los negocios, que los recursos fiscales, son necesarios y que deben repartirse las cargas fiscales y la riqueza disponible con justicia,(de golpe y porrazo el debate sobre la renta básica, el salario social, la renta mínima garantizada, se ha visto superado, nadie puede carecer de unos recursos básicos y elementales que aseguren su supervivencia personal y familiar) aprendido que debemos de cuidar y mimar el empleo y desarrollarlo de otra manera, mejorar la formación permanente y evitar que se abran brechas digitales en el uso de las nuevas tecnologías, que tanta importancia han demostrado en este periodo (los grandes debates sobre las aulas que no han cambiado en su esencia durante siglos se han visto superados al tener que organizar un sistema de aprendizaje a distancia, online, e-learning, desde las universidades a la enseñanza primaria, cuando volvamos a clase, la enseñanza presencial habrá que organizarla por turnos, ya veremos).

El mundo se ha visto azotado por pandemias tan brutales como ésta, desde pestes a gripes, viruelas y sarampiones, maltratar la Naturaleza, contaminar, invadir y destruir ecosistemas, no respetar la vida en el planeta, termina volviéndose contra nosotros y destapando la caja de Pandora llena de formas de vida desconocidas que nos golpean y derriban. Ahora tendremos que aprender a convivir con el coronavirus y lo haremos.

El conflicto está servido, pero el conflicto es parte de la vida. El mundo que construyamos sobre las ruinas que nos deja esta tragedia no está decidido y será fruto de muchos conflictos y de nuevos acuerdos, pactos y contratos sociales que aún no han comenzado ni a negociarse. La imposición no puede ser la solución, la confrontación de las ideas y las propuestas tiene sus momentos y acaba siempre en una mesa de negociación (espero que nadie piense que ésta es la suya y que va a alzarse con un poder omnímodo a las bravas).

Pacto, Acuerdo, nuevo Contrato Social, o como queramos, será en La Moncloa, en el Congreso, en el Senado, en un barrio emblemático, en el Parque del Retiro, en algún lugar simbólico que a todos guste, tal vez sea un conjunto de micropactos, porque aunque nos equivoquemos, ni esto es una guerra, ni nosotros la queremos y la vida de mucha gente, nuestra gente, está en juego.

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