La deslealtad de Ayuso con los madrileños convirtió a Sánchez en rehén de Casado

Si lo que se esperaba de la estrategia concentradora del poder era que todos los españoles padecieran por igual los efectos de la pandemia, las cifras de cada día demuestran que lo ocurrido hasta la fecha está muy lejos de haberlo conseguido.

Por Domingo Sanz

Confinado como J. Stewart aunque sin escayola, contemplo desde mi ventana indiscreta el teatro cruel que se cuece en la de enfrente. Mientras tanto, G. Kelly, la otra yo que nunca morirá, intuye y acierta cada vez que sospecha del más fuerte.

Uno de los espectáculos habituales consiste en observar a personajes que, por mucho que se auto contengan, terminan confesando sus verdaderas intenciones. Cuando se trata de representantes públicos que gobiernan porque han sido elegidos en las urnas y, por tanto, se deben a una sociedad a la que después traicionan, la cosa se complica mucho más de lo que pueden soportar.

“En la Conferencia de Presidentes (del 15 de marzo) le mostré mi apoyo (a Pedro Sánchez) a favor del mando único, porque yo no quería que los independentistas comenzaran a remar hacia su lado”.

Son las palabras con las que ha respondido Díaz Ayuso a las preguntas de Carlos Cuesta y Javier Negre en el canal de YouTube “Estado de Alarma”. Entorno de confianza entre los tres.

A bote pronto, parece que a la presidenta de Madrid no le importa rebajarse a niveles de tan menor audiencia en la primera entrevista que concede en mucho tiempo, y en medio de esta desgracia mundial que a todos nos embarga.

Pero lo más importante es que Isabel Díaz Ayuso ha confesado que el día 15 de marzo pensaba más en Catalunya que en los madrileños, que es a quienes se debe a la hora de tomar sus decisiones.

¿Se atreverá Ayuso a contestar a algún periodista que, en virtud de la libertad de prensa constitucionalmente protegida, le lea sus propias palabras en YouTube y le pida explicaciones?

A estas alturas, ni siquiera es necesario recordar que el 13 de marzo, dos días antes de que Ayuso avalara el “mando único”, Torra le había pedido a Sánchez aislar Catalunya, y al día siguiente también Madrid, pues ambas CC.AA. ya destacaban en la proliferación del virus y para evitar que lo exportaran. Por el mismo motivo, la Generalitat declaró el confinamiento de Igualada.

Hoy, casi un mes después de “mando único”, ambos aliados, Ayuso y Sánchez, baten récords de expansión del virus en sus respectivos territorios: Mientras España es líder mundial en infectados y muertos per cápita, Madrid lo es en nuestro país, y con gran diferencia sobre el resto de CC.AA. Y, para más inri, a muchos no les estará haciendo ninguna gracia la mayor supervivencia de los catalanes: mientras allí resisten 2.230 por cada uno que fallece, en Madrid solo 1.061, es decir, menos de la mitad. Todas las comparaciones son odiosas, pero cada día nos ofrecen cifras para que nos odiemos.

Salvo que él mismo decida confesar, es imposible saber si Pedro Sánchez eligió el modelo de “mando único” para la gestión de la pandemia, siempre tan querido por la derecha española en cualquier circunstancia, porque le gusta mandar sin más, o pensando que con ello conseguiría una lealtad para con su gobierno similar a la que mantiene con el suyo el jefe de la oposición de Portugal, por poner un ejemplo cercano.

Pues tampoco hace falta recordar su fracaso en esa jugada. Casado seguirá destruyendo todo lo que pueda, por mucho que le recuerden que las manifestaciones del 8 de marzo no podían prohibirse con la ley en la mano, salvo que se hubiera decretado antes un estado de alarma que ni él ni Abascal habían pedido. De hecho, como sí nos recuerda El Diario, ninguna propuesta plantearon ambos líderes en el Congreso, el lugar donde deben hacerlo, sobre el Coronavirus antes del 10 de marzo. 

La ejecutoria del “mando único” está sembrada de fracasos. Desde las compras de mascarillas y respiradores hasta la incredulidad general sobre los recuentos diarios de víctimas, pasando por las peticiones de recorte en las retribuciones de los políticos, las quejas por los formatos de las ruedas de prensa y hasta la dudosa necesidad de hacer reuniones presenciales en el Congreso, todo está siendo más cuestionado que nunca.

El propio Sánchez navega hoy en un mar de dudas. Mientras sigue negando la menor particularidad autonómica en las estrategias de regreso progresivo a la normalidad, reconoce implícitamente el fracaso del “mando único” aunque, eso sí, no se le nota tanto como a Díaz Ayuso su deslealtad con los madrileños.

“El gobierno desarrollará una aplicación informática que permitirá la geolocalización de cada persona a efectos de comprobar que está en la Comunidad Autónoma que declara estar”, dijo Sánchez a las 09:30 horas del Jueves Santo y durante su discurso en el Congreso para prorrogar el Estado de Alarma.

¿En qué quedamos? ¿Procedía un confinamiento fundamentalmente territorial con la implicación directa y responsable de las Comunidades Autónomas, o un “mando único” con protagonismo principal de las policías y el Ejército?

El propio Sánchez parece volver al error principal tres días después, en su comparecencia del domingo pasado: “La potencia destructiva del virus no entiende de ideologías ni de territorios, estamos inmersos en una guerra total que nos afecta a todos y la respuesta ha de ser conjunta”.

Entonces, señor presidente, ¿no está usted tirando el dinero con una “aplicación informática que permita la geolocalización…”?

Si lo que se esperaba de la estrategia concentradora del poder era que todos los españoles padecieran por igual los efectos de la pandemia, las cifras de cada día demuestran que lo ocurrido hasta la fecha está muy lejos de haberlo conseguido.

Cuando habla de errores cometidos porque el Covid-19 “nos ha pillado a todos por sorpresa”, nada más cierto, ¿será, no obstante, capaz de reconocer que la estrategia de “mando único” apoyada por el PP pudo ser el mayor error con nombres y apellidos?

Pedro Sánchez y su gobierno serán quienes paguen más cara, mucho más cara, la decisión de escuchar al “más fuerte” disfrazado de cordero.

Probablemente les habría ido mejor, y también a todos, si hubieran decidido construir su fuerza contando con la implicación de todos los que, antes que cualquier otra cosa, sí son leales con aquellos a los que gobiernan.

Aunque no sean fáciles ni cómodos.

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