Ovidio Ferreira Martin: cuarenta años ocultando la verdad

Agentes de la Ertzaintza actuando en Barrenkale Barrena, en el homenaje a Ovidio Ferreira, en 2020. (Luis JAUREGIALTZO/FOKU)

El vecindario sabe que la Policía lo mató. Al año de su asesinato, se colocó una placa en el lugar de los hechos «FOPek eraila». Aquella placa sigue ahí, adornada año tras año, tal día como ayer, con dos claveles rojos.

Por Julen Orbea / Etxebarrieta Memoria Elkartea / GARA

Si escribimos Ovidio Ferreira Martin en cualquier buscador nos aparece el Mapa del Terror de Covite y seguido la página web Memoria de Vida de RTVE. Su nombre aparece en los listados de fallecidos, víctimas de ETA. Ayer se cumplieron cuarenta años de la muerte del joven que ayudaba en el kiosko que su madre regentaba en la esquina de la calle Torre con la plaza Santiago del Casco Viejo de Bilbo. Dos balazos en la cara le tuvieron cuatro días en coma hasta que falleció en Basurto. Habían venido años antes de Espeja, Salamanca. Una familia humilde, querida en aquel barrio de ferreterías y tabernas. Ovidio trabajaba en Tresa de transportista y para que su madre tuviera vacaciones se encargó también del kiosko aquel verano.

En la madrugada del 10 de julio de 1981, dos policías dieron el alto a dos militantes de ETA en la calle Barrenkale Barrena y comenzaron a disparar. Ovidio salía de un portal de dicha calle cuando una de las ráfagas le impactó en la cara. La persecución continuó dejando el cuerpo del joven tirado en la calle y un reguero impactos de bala en las paredes que desmontaban los informes posteriores. Unos metros más adelante en la plaza Santiago, Aurora Mugika Mugika, de 48 años, fue herida por las mismas balas que dejaban a Ovidio al borde de la muerte.

Basándose únicamente en la versión policial, y ocultando la verdad de los hechos, Ovidio Ferreira Martín aparece desde el principio como víctima de ETA pero, después de cuatro décadas, ya ha llegado la hora de esclarecer lo ocurrido. Los orificios en un solo sentido lo corroboraron el mismo día. No hubo enfrentamiento y el barrio lo sabía. Cientos de personas de Alde Zaharra abarrotaron el funeral, las Gestoras Pro Amnistia convocaron una movilización que acabó en disturbios al grito de «¡Policía Asesina!», la asociación de vecinos Bihotzean denunció en prensa el asesinato y exigió la retirada de las fuerzas de ocupación, vecinos que vieron y escucharon aquellas ráfagas criminales no dudaron en declarar que lo mató la Policía, trabajadores de la fábrica Etxebarria, donde trabajaba el padre de Ovidio, denunciaron aquella muerte sin dudar de la autoría, incluso los propios militantes informaron años después que solo uno llevaba pistola y estaba sin disparar… pero la impunidad sigue campando a sus anchas.

1981 fue un año muy duro en Euskal Herria. Más de mil detenidos, la tortura como arma de guerra, palizas de grupos parapoliciales, impunidad y terrorismo diseñado desde las cloacas. Más de cien acciones armadas de ETA. El cierre en falso del franquismo en su máxima crudeza. Torturaron hasta la muerte a Joxe Arregi en febrero y una semana después el Régimen se dio un autogolpe con Tejero para apuntalar la Transición. Ruptura o Reforma. El pulso trajo muerte, represión, cárcel y un Estado fascista intentando cambiar el uniforme militar por la corbata. En aquel contexto mataron a Ovidio con total impunidad y quisieron culpar al enemigo interno.

El vecindario sabe que la Policía lo mató. Al año de su asesinato, se colocó una placa en el lugar de los hechos «FOPek eraila». Aquella placa sigue ahí, adornada año tras año, tal día como ayer, con dos claveles rojos. Si realmente es una víctima de ETA, ¿por qué ninguna institución lo ha recordado nunca?

Esclarecer lo ocurrido y reivindicar la memoria de Ovidio es también recordar a las miles de víctimas de la violencia policial, del terrorismo de Estado, sí Sr. Marlaska, terrorismo de Estado. Euskal Herria quiere caminar hacia un futuro libre de represión, mentiras y humillaciones por parte de unas estructuras de Estado que no tienen oferta democrática para nuestro país. Por eso se empeñan en imponer un relato único que cada vez chirría más. El futuro necesita memoria, no para ir en contra de nadie, sino para ir a favor de todos. Verdad y Justicia.

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