No somos mayores, somos idiotas

De nada sirve publicar o conocer que la banca española en 2021 batió récord en beneficios con algo más de 20.000 millones de euros. Que este dato contrasta o está dialécticamente relacionado con la desaparición de más de 100.000 puestos de trabajo en el sector y la mitad de las sucursales desde la Gran Recesión de 2008. Que los ERE en 2021 significaron más de 19.000 despidos. Que este proceso que se irá acentuando, teniendo en cuanta que la digitalización es la apuesta ante la baja rentabilidad, no sólo del sector, sino de la economía capitalista en general.

Por Kike Parra

El capitalismo en su inteligencia es capaz de reconducir la decepción o respuesta social que genera y darle alguna salida creativa, arrimando el ascua a su sardina y evitando que esa misma frustración, lleve a un escalón superior de toma de conciencia y organización que suponga así, un obstáculo para su libre desarrollo y mantenimiento estructural.

En este sentido, la campaña que comenzó el médico jubilado Carlos San Juan, ha servido para canalizar el enfado de miles de usuarios de la banca, principalmente pertenecientes a las capas populares, permitir una demostración de empatía política por parte de nuestros representantes institucionales, claramente de postureo y dar carpetazo a las malas prácticas de las entidades financieras a través de dudosos compromisos protocolarios que no establecen obligación contractual ni normativa y que blanquean no solo el maltrato continuo y su desprecio hacia los sectores más empobrecidos de la sociedad; sino que esconde la realidad de otras cuestiones que sí son elementos fundamentales para entender la dialéctica de la situación de la lucha de clases y la contradicción capital trabajo en la actualidad.

Hay que reconocer que no siempre las peticiones ciudadanas se solucionan de forma favorable al peticionario. Aún siendo asumibles por los poderes fácticos, estos se resisten a ceder ante las reivindicaciones de la ciudadanía. Otras veces se producen medidas transaccionales que dan la sensación de haber arrancado alguna concesión, pero que queda camino por recorrer.

En cualquiera de los casos, estas fricciones, a los que los medios de comunicación dan cuartel y los partidos políticos sitúan en su agenda, se mueven en marcos interclasistas, alejados de las cuestiones de la lucha de clases y colocan la pugna en un campo de batalla distinto, el que se da entre usuarios frente a prestadores de servicios, sin gran distingo además entre públicos o privados, o entre consumidores y empresas.

En ese ámbito, nuestras instituciones se mueven como pez en el agua. Es más, interesa que haya cierto conflicto, que se entrevea enfrentamiento y un “nosotros” frente a “ellos”, porque sin duda, sirve de válvula de escape a la rebeldía que de forma natural, la clase trabajadora alimenta subjetivamente, ante la percepción de los abusos que se cometen contra sus personas.

Si esta oposición natural, se deriva a elementos superfluos, asumibles aunque se ignoren, en lugar de situar en el centro de batalla cuestiones de fondo como la explotación o el expolio a la que se somete a la mayoría de la población, lo incierto de un futuro bajo el colapso medioambiental, económico y militar y la fragilidad de las condiciones de vida actuales, el bloque de dominación oligárquico burgués puede dar palmas de alegría, porque cumplirá con su hoja de ruta.

De nada sirve publicar o conocer que la banca española en 2021 batió récord en beneficios con algo más de 20.000 millones de euros. Que este dato contrasta o está dialécticamente relacionado con la desaparición de más de 100.000 puestos de trabajo en el sector y la mitad de las sucursales desde la Gran Recesión de 2008. Que los ERE en 2021 significaron más de 19.000 despidos. Que este proceso que se irá acentuando, teniendo en cuanta que la digitalización es la apuesta ante la baja rentabilidad, no sólo del sector, sino de la economía capitalista en general. Que no podemos esperar más que una aceleración en los procesos de concentración y centralización de capitales o que de nuevo, la guerra imperialista, ahora sobre Ucrania y Rusia como principales actores, es la única salida que el Capital tiene para escapar de sus propias contradicciones, poniendo en peligro a toda la humanidad en su huida hacia adelante.

De nada sirve tener constancia de que el coste asumido por el Estado en la última década para rescatar al sector financiero se eleva hasta los 101.500 millones de euros. Que para paliar los efectos negativos de la paralización económica por la Covid, se pusieron más de 140.000 millones de euros a disposición de la banca, para conceder crédito a empresas y a pesar del aval del ICO, éstas cobraron comisiones por su gestión.

De nada sirve manejar todos estos datos y otros muchos que nos debieran generar dolor de estómago, si después concluimos que hay que corregir los abusos y desmanes de ejecutivos avariciosos o que hay que limitar la intervención del sector bancario que impide el desarrollo de la economía productiva frente a la especulativa; que toda la cuestión, se basa en la moralidad o inmoralidad de determinadas actuaciones o de si se vulneran o no nuestros derechos como consumidores.

De nada sirve concluir que nuestro problema con respecto a la banca, no es su posición central en el engranaje del capitalismo actual y en la base de su dominación, sino que hay pocos cajeros automáticos de donde sacar nuestros ahorros para comprar, no hay una atención presencial como debiera y que dejan a poblaciones enteras con menos posibilidades de desarrollo ante su abandono.

Porque estaremos dando por sentado que a pesar de que la realidad apabullante nos dicta que las condiciones materiales para cambiar esta sociedad por otra mejor existen y son necesarias, no es posible y que todo se circunscribe a adaptarnos a un capitalismo decadente y a un intento desenfrenado por domarlo y humanizarlo.

Y así, en este entorno, nos regalamos 140.000 millones de euros “New Generations”, como penúltimo esfuerzo para relanzar la rentabilidad de unos pocos en detrimento de los que acabaremos pagando una deuda pública de más del 125 % del PIB y aceptando unas condiciones impuestas por Bruselas que precarizan y esclavizan nuestro futuro inmediato y que como demuestra la escalada bélica interimperialista y la apuesta militar de la OTAN, los EEUU y la UE, no es suficiente para salir de una depresión económica que es reflejo del agotamiento de este sistema.

Ante esto, no es posible, seguir pensando que nuestro principal problema son los abusos que como usuarios o consumidores se cometen.

Tampoco que un determinado sector de la economía es culpable de las crisis (máxime conociendo la interrelación de la banca con los sectores productivos), o causante de nuestras penurias, o que estas son por causas exógenas al sistema de producción que nos han impuesto o por meros errores de cálculo, tácticos o estratégicos.

En el capitalismo actual en su fase imperialista, se amplía el carácter social de la producción, pero la apropiación privada de sus frutos sigue inalterada, se produce una cada vez mayor intervención del Estado, posicionándose claramente en defensa del bloque oligárquico burgués y poniendo todas sus herramientas al servicio de la salvaguarda del modo de producción capitalista en detrimento de la gran mayoría social compuesta por las masas de trabajadores y trabajadoras.

Cada vez hay menos ricos pero cuya riqueza es mayor y más personas depauperadas. La fuerza del trabajo se desvaloriza y el peso salarial disminuye respecto al total de la riqueza, se incrementa la represión sobre la clase obrera, se promociona el neofascismo y el belicismo internacional.

En estas circunstancias, como clase, podremos decir que no somos mayores, pero sí que hemos alcanzado un elevado grado de desarrollo y maduración que nos debieran situar en la senda de la confrontación y la emancipación.

Si no somos capaces de ello, será porque somos idiotas, en la acepción que la R.A.E nos ofrece, como “carentes de toda instrucción”. Habrá que ver de qué forma somos capaces de avanzar logros en una batalla ideológica, que es condición “sine qua non” para colocar a nuestra clase en los próximos años al frente de un destino soberano que ya llega tarde.

Se el primero en comentar

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.