María de Lluria y la defensa del sufragio universal

María Vinyals y Ferrés, es decir, María de Lluria, publicó en El Socialista un artículo con el título de “La mujer española” donde argumentó a favor del reconocimiento del sufragio femenino

Por Eduardo Montagut

«La mujer española tiene, como todas las mujeres del mundo, y quizás en mayor grado, derecho y aptitud para ejercer el sufragio.»

En el inicio del intenso y, en muchas ocasiones, mal interpretado debate parlamentario y de la opinión pública española sobre el reconocimiento del derecho del voto a las mujeres en el proceso de discusión para la elaboración y aprobación de la Constitución de 1931 nos acercamos a la postura de María de Lluria en relación con esta cuestión.

Previamente, creemos que debemos recordar la importancia de esta escritora en defensa de los derechos de la mujer en el seno del socialismo español. María Vinyals y Ferrés, es decir, María de Lluria, publicó en El Socialista un artículo con el título de “La mujer española” donde argumentó a favor del reconocimiento del sufragio femenino. María de Lluria, por lo tanto, pertenecía al sector de la izquierda claramente favorable a este reconocimiento.

La autora atacaba desde el principio el tópico de que la mujer española no estaba en condiciones aún de poder disfrutar de las mismas libertades civiles y políticas que sí tenía el hombre. El argumento gravitaba en torno a la ignorancia femenina en España, pero para María de Lluria era un hecho que compartía con una mayoría masculina, dado el alto porcentaje de analfabetismo que se padecía. Aunque quería huir de tópicos admitía que dentro de la ignorancia general destacaban la “sutileza y avispamiento” naturales de las mujeres.

Nadie se había preocupado de la cultura media de la clase obrera cuando se estableció el sufragio universal masculino. Esa clase obrera había desarrollado por si sola una conciencia de su propia responsabilidad en relación con la cultura y la educación. Pero lo que había conseguido el hombre no hubiera sido posible si la mujer fuera ese “núcleo de oscurantismo y superstición” que se estaba divulgando. Era el momento de abandonar tópicos y lugares comunes. Lo que había realizado el hombre, podía hacerlo la mujer.

Prueba de su lucha por mejorar su formación se podía comprobar, siempre siguiendo la argumentación de la escritora, viendo la asiduidad con que las mujeres asistían a la Casa del Pueblo a todo tipo de conferencias educativas, un mérito mayor, si cabe, porque las trabajadoras tenían jornadas interminables entre su trabajo y las tareas domésticas, y por sus responsabilidades como madres. A pesar de todo eso, muchas obreras encontraban un hueco para asistir a esas conferencias y a los mítines. El segundo argumento que se empleaba para desconfiar del reconocimiento del sufragio femenino, y que era el más empleado por el sector de la izquierda española contrario a este reconocimiento por el momento, era el religioso. Se aludía al enorme poder del clero (los curas párrocos) sobre la mujer, especialmente la del medio rural. Si esa influencia existía era por falta de interés en haber promovido campañas educativas, pero, en todo caso, las enseñanzas del párroco se desvanecían cuando la mujer veía la realidad.

Hemos consultado el número 7018 de 7 de agosto de 1931 de El Socialista. Conviene consultar el Diccionario Biográfico del Socialismo Español para profundizar en la figura de nuestra protagonista, donde se incluye bibliografía monográfica sobre la misma.

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