Malta Radio: cuando los gobiernos no escuchan

A bordo del pesquero alicantino, dando una lección de dignidad a una Europa que se negaba a auxiliarlos, la tripulación, formada por seis marineros gallegos y cuatro alicantinos, lo compartió todo con los 43 hombres, las ocho mujeres, dos de ellas embarazadas, y un niño de dos años, sin importarles su procedencia.

Por Angelo Nero | 26/01/2024

Ocurrió un 14 de julio de 2006, cuando la tripulación del pesquero Francisca y Catalina, con base en el puerto alicantino de Santa Pola, avistó en medio del Mediterráneo un cayuco, una barcaza de las que se emplea en las costas atlánticas de África para la pesca artesanal y que habitualmente lleva un motor fuera borda, pero que en las últimas décadas se dedica al tráfico de seres humanos, y eran 51 los seres humanos que se encontraban a bordo, en una situación desesperada, sin combustible para alcanzar la orilla, sin víveres y sin agua, a la deriva, esperando una muerte segura si no eran rescatados.

El patrón del pesquero, Jose Durá, después de ordenar a sus hombres que les arrojaran agua potable y comida, reunió a la tripulación, compuesta por una decena de marineros, y les preguntó que hacer, ya que su llamada de auxilio no era atendida, y un mercante que estaba próximo tampoco quiso rescatarles, y la decisión fue unánime: las leyes del mar les obligaban a auxiliar a los náufragos. Ahí comenzó una aventura que les cambiaría la vida, tanto a los que creían haber llegado al fin de sus días en la frágil embarcación, como a sus rescatadores, que se vieron embarcados en una inesperada travesía que les haría regresar a su puerto base como auténticos héroes.

Dos años después, Manuel Ménchon produjo y dirigió su primer largometraje, “Malta Radio”, recogiendo la historia de este rescate, el primero de estas magnitudes realizado por un pesquero español en el Mediterráneo. El director malagueño, que dirigiría posteriormente “La isla del viento” y “Palabras para un fin del mundo”, en torno a la figura de Miguel de Unamuno, puso el foco en el problema migratorio, perdón, deberíamos decir humanitario, que está convirtiendo el “mare nostum” en una inmensa fosa común, de unas proporciones que no son fáciles de cuantificar, y que Europa, cuna de la democracia y de las libertades, intenta invisibilizar, negociando con estados donde las libertades y la democracia son inexistentes, como Marruecos, Libia o Turquía, para evitar el flujo migratorio con medios represivos.

A bordo del pesquero alicantino, dando una lección de dignidad a una Europa que se negaba a auxiliarlos, la tripulación, formada por seis marineros gallegos y cuatro alicantinos, lo compartió todo con los 43 hombres, las ocho mujeres, dos de ellas embarazadas, y un niño de dos años, sin importarles su procedencia (la mayoría procedían de Eritrea), en un barco de apenas 26 metros de eslora, abandonando la faena y compartiendo sus provisiones, mientras negociaban con las autoridades maltesas para lograr un desembarco seguro. Comunicándose en una mezcla de lenguas y con gestos, intentaron dar cobijo al medio centenar de migrantes, a tranquilizarlos sobre su futuro, a la vez que recibían la negativa de Malta a acogerles, y se iniciaba un baile en las cancillerías europeas para resolver el asunto con un miserable reparto de coutas, que duró una semana, tiempo durante el cual el pesquero tuvo que aguardar a veinte millas de La Valetta.

Manuel Mechón reconstruye el periplo del Francisca y Catalina en torno a grabaciones realizadas por el teléfono móvil de José Pascual, uno de los tripulantes que realizaba su primera marea, y a entrevistas a varios jóvenes rescatados, así como a los marineros, cómo Bautista Molina afirmaba: “Saber cómo viven en sus países de origen te hace reflexionar. Y ver por todo lo que pasaron antes de llegar al barco, y los que se quedaron por el camino… Claro que volvería a hacerlo.”

El documental también retrata las duras condiciones de vida que empujan a estos jóvenes a dejar sus hogares, a abandonar a sus familias, buscando un horizonte incierto, pero al menos horizonte, y para ello nos hace caminar por las áridas tierras de Eritrea, a donde se desplazó el director, donde la sequía, la guerra y la falta de recursos básicos, les hace iniciar una peligrosa travesía en la que muchos se quedan por el camino. Aunque en este caso el director muestra su optimismo: “Están bien, estudian español, algunos trabajan como jardineros o aprenden un oficio y pueden mandar algún dinero a sus familias, pero no pueden regresar a su país ni contactar con sus familiares”.

Setenta horas de filmación y casi tres años para finalizar el proyecto, ha un esfuerzo premiado en varios festivales de cine como mejor documental hasta en cuatro ocasiones, y Cruz Roja le ha concedido la medalla de oro a la tripulación del pesquero, por el “compromiso mostrado por los tripulantes de la embarcación con un colectivo especialmente vulnerable y en una situación extremadamente precaria”.

Según el último informe del Monitor Euromediterráneo de Derechos Humanos, un total de 1.838 migrantes murieron o desaparecieron en el Mediterráneo en 2021, aunque la cifra, seguramente, sea mucho más alta, al menos cinco personas pierden la vida cada día tratando de alcanzar las costas europeas. El destacó el papel negativo de varios estados miembros y agencias de la UE, especialmente Frontex, en hacer retroceder a los inmigrantes y solicitantes de asilo, ya que “algunos países de la UE, especialmente Italia, lucharon contra las ONG de rescate de inmigrantes que operan barcos y aviones privados en el Mediterráneo imponiéndoles restricciones significativas, incluida la prohibición de atracar y desembarcar y enjuiciarlos por acusaciones de tráfico y trata de personas.”

En abril de este mismo año, en una visita realizada por el presidente Pedro Sánchez al Centro de Recepción, Atención y Derivación de refugiados ucranianos en Barcelona, declaraba solemnemente: “las cifras oficiales son que 47.000 ucranianos y ucranianas ya tienen la protección temporal activada, pero las cifras extraoficiales nos indican que son más de 110.000 los ucranianos y ucranianas que han llegado a lo largo de estas largas semanas de invasión a nuestro país. Les vamos a dar toda la atención posible, toda la protección posible, todas las oportunidades posibles, para que, aun no pudiendo llegar a ese máximo deseable, al menos se sientan como en casa. Y, desde luego, que cuando termine la guerra puedan volver a encontrar su casa en su país, en Ucrania y, si no, lógicamente que evidentemente se encuentren aquí como en casa, en Barcelona, en Cataluña y en España.”

Documentales como “Malta Radio”, “Cartas Mojadas” o películas como “Mediterráneo”, nos deberían hacer reflexionar sobre esa crisis humanitaria a la que Europa no está dando solución, pero sobretodo, deberían hacer reflexionar a nuestros dirigentes, cuando hablan de que es necesario detener el flujo migratorio, porque, como nos muestra el caso de Ucrania, cuando hay intención política de poner sobre la mesa soluciones inmediatas, hay recursos para hacerlo.

 Publicado en NR el 20 May 2022 

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