Malestar colectivo: un síntoma del capitalismo

Los trabajadores sufrimos agotamiento físico y mental producido por una vida que nos exprime laboralmente haciendo que tengamos que vender todo nuestro tiempo para poder (sobre)vivir.

Por David Martínez Tenza | UyL

‘Angustia mental’, ‘malestar psíquico’ son términos que se utilizan para mencionar una sensación, un sentimiento o un sufrimiento que se entiende colectivamente. Cuando me refiero a malestar no hablo de enfermedad, pero tampoco hablo de un estado de salud plena. Y aunque no podamos dar una definición clara y consensuada ni se encuadre dentro de un diagnóstico, sí es algo que podemos contar a cualquier persona y que te comprenda.

Una perspectiva a futuro

Vemos el bombardeo continuo en la sociedad de la supuesta inviabilidad del sistema sanitario, de las pensiones públicas o del deterioro del planeta, todo esto genera una incertidumbre que puede crear ese malestar. Al igual que el agotamiento físico y mental producido por una vida que nos exprime laboralmente haciendo que tengamos que vender todo nuestro tiempo para poder (sobre)vivir o el padecimiento que supone que no te llegue “el mes al final del sueldo” porque suben constantemente los precios y no los salarios.

Esto se enmarca en una sociedad individualista, en la que el propio sistema capitalista causante del malestar que afecta a la clase trabajadora, es el mismo que nos hace responsables únicos del malestar que sufrimos. Y no solo eso, además lo rentabiliza mediante la industria farmacéutica.

Voy a poner un ejemplo: sería una negligencia que a alguien que tiene una herida por la que se está desangrando la actuación solo sea: dar un analgésico, no hacer nada con la herida y que el resto miremos con resignación como empeora. Pues sucede que las personas tienen situaciones como una orden de desahucio, corte de luz, agua o que ven más a sus jefes que a sus hijos y todo esto les causa un sufrimiento psíquico, después reciben o no una intervención por parte de los profesionales con intención de ayudar, pero el problema continúa porque igual que con la herida no se ha ido a la causa.

Y no se trata de oponernos al uso de psicofármacos ni criminalizar a los profesionales de salud mental que ante el sufrimiento de la persona buscamos una forma de ayudarlos, se trata de coger perspectiva e ir a la raíz del problema.

Por todo esto es necesario un abordaje colectivo, en el que la persona encuentre en sus compañeras y compañeros la comprensión y entendimiento fruto de pertenecer a la misma clase que sufren esos mismos malestares. Además que se movilicen contra ese malestar, contra lo que lo genera, sin que todo esto signifique omitir o suprimir la dimensión individual y las formas concretas en las que el sufrimiento daña a la persona junto a la opción de otras formas de afrontamiento y de pedir ayuda.

Hablamos de malestar, pero también hay que hablar y sobre todo reivindicar el vivir mejor, pero no como acumulación de bienes, sino como la búsqueda y la lucha por una vida digna. Cuando hablamos de vida digna pensamos en aquella en la que me respetan, en la que no me agredan y es más que eso, es una con un nivel razonable en distintas dimensiones como salud, emociones, juego, risa, participación política, etc.

Para llegar a esta vida digna podemos hablar de un aumento de trabajadores de la salud mental, de los recursos sociales, municipalización de servicios básicos y más medidas que son y serán importantes porque a mayor justicia social mejor calidad de vida de las personas. Pero igual que con la metáfora anterior seguimos sin atacar la causa que es el sistema capitalista, el cual no duda en explotarnos y sacar cada gota de nuestro sudor que convertirá en beneficios a costa de nuestro malestar colectivo.

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