Salud mental y capitalismo: una conclusión inevitable

Últimamente oímos hablar mucho sobre la llamada salud mental. Un tema que ha entrado con fuerza en la agenda política y mediática a nivel mundial.

Por Oriol Sabata

Hoy parece que existe una alta concienciación colectiva sobre el estado mental de la población. Este cambio de tendencia se ha visto reflejado claramente en la arena política pero también en los medios de comunicación de masas. De repente, hemos comenzado a ver a personas de relevancia pública y alto poder adquisitivo de distintos ámbitos de la sociedad como el deporte, la música o el cine hablando sobre sus problemas de depresión y ansiedad y sobre la necesidad de hacer un parón en sus carreras profesionales para oxigenarse y sanarse. [1]

A menudo, el enfoque que se da desde los círculos políticos y mediáticos hegemónicos es sesgado, clasista y tiene que ver exclusivamente con la constatación de un problema concreto y de su posible tratamiento. Sin embargo, sorprende ver que prácticamente nadie aborde las causas de este fenómeno. Entonces, ¿qué hay detrás de todo esto?

Según los resultados de una encuesta de GAD3, en España se está produciendo un aumento alarmante del consumo de ansiolíticos. Los datos que se arrojan son demoledores: alrededor del 70% de quien consume esta medicación afirma que lo hace para afrontar «dificultades económicas». [2]

El informe anual de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN) advertía que la desigualdad entre ricos y pobres aumentó en España en 2021 más que en los últimos 13 años. Esto sitúa a España entre los países más desiguales de la Unión Europea. [3]

¿Somos conscientes de lo que significan estos datos? La interpretación que podemos realizar es que la creciente depresión y ansiedad afecta especialmente a los trabajadores y por lo general está vinculada a cuestiones que tienen que ver con las duras condiciones materiales que atraviesa esta clase social.

Con esta radiografía sobre la mesa resulta inevitable señalar al sistema socio-económico hegemónico que rige nuestras vidas en la actualidad. Evidentemente, estamos hablando del capitalismo.

Quizás esta sea una conclusión difícil de asumir por parte de las corrientes ideológicas del liberalismo y la socialdemocracia, pero la pésima salud mental que tiene la clase trabajadora contemporánea es fruto de la explotación a la que es sometida como consecuencia del modo de producción capitalista. Es una relación directa que tratan de ocultarnos y que hay que señalar.

Conscientes de que se trata de un problema social que va en aumento, los gestores del capital, es decir, de aquellos que quieren perpetuar esta maquinaria inhumana e insostenible, ofrecen planes de choque mediante tratamientos psicológicos y farmacológicos para paliar las consecuencias. No existe, en realidad, ninguna preocupación sobre la salud mental de los trabajadores. Todo responde a fríos intereses económicos.

Así es como se mantienen salarios de miseria, largas jornadas laborales, miles de horas extra sin remunerar o personas forzadas a combinar varios empleos para poder llegar a final de mes. Según la Encuesta de Población Activa (EPA), el 49% de las horas extra no se pagan en España. Esto supone que cada mes, 13 millones de horas trabajadas no son remuneradas. Un cóctel explosivo que, tarde o temprano, termina estallando sobre nuestras mentes y cuerpos. [4]

Frente a esta realidad, la clase dominante capitalista mata dos pájaros de un tiro: por un lado se lucra ofreciendo vías paliativas de carácter individual (tratamiento y fármacos) a través de pólizas privadas, y al mismo tiempo se asegura de mantener activa la producción y el engranaje de la explotación y la plusvalía. Esa es la finalidad de toda esta campaña de marketing con la que se nos bombardea recientemente y lo podemos comprobar con el auge publicitario.

De hecho, la contratación de seguros privados de salud ha ido creciendo de forma sostenida en los últimos 10 años. Una demostración del impacto que tiene en la población la propaganda y por otro lado el premeditado deterioro del sistema sanitario público. [5]

Viendo este entramado de intereses privados, no parece una buena idea confiar nuestra salud mental a aquellos que nos la arrebatan y además hacen negocio con ella.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en el año 2021 se produjo un récord de suicidios en España: 4.003 personas se quitaron la vida. De enero a junio de 2022 se quitaron la vida 2.015 personas, lo que supone un 5% más que en el mismo semestre de 2021. El suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte no natural desde 2008. [6]

Estamos ante una sociedad enferma. Bajo nuestros intereses, la respuesta pasa realmente por lo colectivo, por cuestionar el sistema que nos ha llevado a este estado de salud mental. Necesitamos tiempo libre para descansar, para entretenernos. Necesitamos tiempo libre para formarnos ideológicamente y para reflexionar.

La salud mental de los trabajadores solo puede experimentar una mejora notable si somos capaces de romper con el individualismo, el narcisismo y el consumismo. En definitiva, si somos capaces de emanciparnos como clase social, de terminar con la explotación a la que somos sometidos y transformar la sociedad.

Y es que no nos hacen falta más fármacos, lo que realmente nos hace falta es mandar al capitalismo al basurero de la historia.


Notas:

[1] Los famosos rompen tabúes: hablan abiertamente de salud mental

[2] España encabeza la lista de países que más ansiolíticos consumen

[3] La desigualdad entre ricos y pobres aumentó en España en 2021 más que en los últimos 13 años

[4] El 49% de las horas extra no se pagan en España

[5] Se disparan los seguros privados en España

[6] Récord de suicidios en España: 4.003 personas se quitaron la vida en 2021, según el INE

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