
El origen del uso político del término “cordón sanitario” es muy distinto al actual, incluso podríamos decir que ideológicamente opuesto.
Por Lucio Martínez Pereda | 4/03/2025
Los ataques de la ultraderecha trumpista a Europa están situando en la agenda de la necesidad política la pregunta sobre cuáles son las medidas que Europa puede emplear para defenderse de ellos. Las ultraderechas europeas cumplen la función de Caballos de Troya de trumpismo en Europa y uno de los recursos para luchar contra ello son los cordones sanitarios. Según Giovanni Capoccia, los cordones sanitarios son una herramienta de «defensa militante de la democracia». La democracia no es un sistema neutral sino un régimen que requiere, para protegerse, de la defensa activa contra quienes lo amenazan. Los cordones sanitarios son una medida de protección intermedia: menos agresiva que la prohibición legal, pero más contundente que la mera crítica verbal.
Vemos como han funcionado hasta ahora. Estos cordones han sido eficaces: por ahora no han conseguido paralizar el crecimiento en votos de la ultraderecha antidemocrática pero han impedido que ese ascenso electoral produzca la llegada de la ultraderecha al poder en las instituciones. Existen varios ejemplos históricos sobre su este tipo de efectividad
El caso nacional más veces exitoso ha tenido lugar en Francia : recientemente el cordón sanitario ha sido crucial para limitar el acceso del Reagrupamiento Nacional (RN) al poder. En elecciones presidenciales, como en la del 2002, la izquierda y derecha se unieron para evitar la victoria de Jean-Marie Le Pen. La izquierda apoyó a Jacques Chirac en la segunda vuelta contra Jean-Marie Le Pen, asegurando la victoria de Chirac. En las Elecciones Presidenciales de 2017 se volvió a repetir el cordón: Macron derrotó a Marine Le Pen en la segunda vuelta, con apoyo de los partidos que buscaban evitar la victoria de la ultraderecha. El cordón vuelve a funcionar en la elecciones de 2024: la izquierda y el centro retiraron candidatos para evitar la dispersión del voto, impidiendo que el Reagrupamiento Nacional (RN) obtuviera la mayoría absoluta.
En Alemania los efectos producidos por el régimen nazi y el Holocausto judio han convertido el cordón sanitario en uno de los basamentos constitutivos de su cultura política después de la Segunda Guerra Mundial. Esta cultura basal y consensuada ha conseguido mantener siempre a la ultraderecha fuera de las coaliciones gubernamentales. Karl Loewenstein, jurista alemán exiliado durante el nazismo, desarrolló en los años 30 el concepto de «democracia militante» (militant democracy). En su artículo «Militant Democracy and Fundamental Rights» (1937), sostuvo que las democracias no deben ser pasivas frente a movimientos que buscan destruirlas desde dentro, como ocurrió con el ascenso del nazismo. En Alemania, los partidos tradicionales, incluida la CDU/CSU, afincados en esta arraigada concepción de “ democracia militante” han mantenido un cordón sanitario contra Alternativa para Alemania (AfD). En 2020, en Turingia, la elección de un gobernador con apoyo de AfD provocó una crisis política y la renuncia del elegido tras la presión de los partidos mayoritarios. En las elecciones generales de 2020, los conservadores prefirieron un gobierno de izquierdas antes que aliarse con la ultraderecha AfD. En las recientes elecciones del 2025 el cordón sanitario ha demostrado nuevamente su eficacia.
El tercer y último ejemplo es Bélgica. Es probablemente el más interesante por lo que respecta a España. Bélgica fue el primer país en aplicar el cordón sanitario en 1989 para aislar a la ultraderecha. En Flandes, el partido ultranacionalista Vlaams Blok (rebautizado como Vlaams Belang tras una condena judicial por racismo en 2004) fue objeto de un cordón sanitario explícito en los años 90. En la región francófona, los medios y partidos han aplicado un cordón sanitario a la ultraderecha limitando su visibilidad y acceso a plataformas de poder institucional. En Valonia y Bruselas, el cordón sanitario, especialmente mediático, ha sido efectivo para disminuir su influencia , excluyéndolos de los medios de comunicación y reduciendo su visibilidad. Los cordones en la Bélgica francófona han impedido que líderes y partidos considerados de ultraderecha tengan acceso a entrevistas y espacios en los principales medios de comunicación, tanto públicos como privados. Es sustento de esta práctica ha sido y sigue siendo la “Carta de la Democracia”: un compromiso formal de los medios para excluir a la ultra derecha de sus plataformas: la mayoría de esos medios se comprometieron a no invitar a sus representantes a tertulias.
El origen del uso político del término “cordón sanitario” es muy distinto al actual, incluso podríamos decir que ideológicamente opuesto: fue empleado en los años 20 del siglo XX para describir un sistema de alianzas impulsado por Francia tras la Primera Guerra Mundial. Su objetivo era aislar a la recién formada Unión Soviética y contener la expansión del comunismo hacia Europa Occidental. Georges Clemenceau, primer ministro francés, utilizó esta expresión en 1919 al proponer una alianza defensiva entre los estados fronterizos que se habían independizado del Imperio ruso, como Polonia, Rumanía y los países bálticos, creando una barrera política e ideológica contra la URSS. Con la expresión “ cordón sanitario” ha sucedido un proceso de mixtificación ideológica similar- pero des intencionada- a la sucedida con el término “woke”.
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