Entrevistamos a la productora audiovisual, guionista y crítica de cine valenciana, Laura Pérez Gómez, directora del cortometraje documental «La voz queda»
Por Angelo Nero
“Mi padre estaba trabajando, y por ocultar al dueño, para quien trabajaba, pues lo metieron en la cárcel, con otro jornalero. Estuvo en la Cárcel Modelo, luego estuvo en San Miguel, después lo trajeron aquí, a Requena, ahí, a la Cuesta del Castillo, y ahí cogió unas reumas que lo tuvieron que subir al Hospital de la Loma, y del hospital lo bajaron, aunque no lo habían juzgado ni nada. A mi padre lo mataron sin juzgarlo.”
Con el testimonio de Isabel, una de tantas mujeres que sufrieron el peso de la represión franquista, a los que aquella cruel dictadura privó de su padre, comienza el documental “La voz queda”, en la que a través de la voz de varias generaciones de mujeres de la misma familia, descubrimos esa España en blanco y negro que todavía duele recordar.
De “La voz queda” hablamos con Laura Pérez Gómez, directora de este cortometraje de 19 minutos, en el que también es la responsable de casi toda la producción, ya que se también se ha ocupado del guión, la edición, la fotografía y la dirección de arte. ¿Cuéntanos, Laura, primeramente, cómo surge este proyecto, en el que te implicas de tal manera que decides llevarlo adelante casi en solitario? Y, por otra parte, ¿quién te ha acompañado en la elaboración de esta película?
El proyecto surge casi por casualidad; yo llevaba tiempo dándole vueltas a preguntarle muchas cosas a mi yaya Isabel sobre su padre, y un día por fin me animé, allá por 2018, y decidí grabar el audio de nuestra conversación, que es una parte de la voz en off de la película. No lo grabé con ninguna intención artística, pero al escuchar las casi dos horas de conversación y todo lo que me contaba, pensé que había una buena historia y que tenía que expresarlo también con imágenes. Fue un impulso, una necesidad. Al ser un proyecto tan íntimo, decidí hacerlo todo yo sola, aprendí mucho, fui a mi ritmo y la verdad fue una experiencia enriquecedora a nivel personal y profesional. De las personas que me han acompañado, están especialmente mi madre y mi tía abuela Carmen, quienes salen en la película, y también mi compañero Daniel, que hizo la postpo de sonido que era muy necesaria.
A través de las voces de Isabel y Carmen Iranzo y Ascensión Gómez, recuperamos la historia de Alejandro, asesinado por los franquistas cuando tenía 39 años. Una de esas historias que, sin trabajos como el tuyo, quedarían en el olvido. ¿Todavía sigue siendo necesario hacer el esfuerzo de tejer un imaginario común, un baúl de recuerdos en el que pueda reconocerse un país que ha permanecido en silencio durante demasiado tiempo?
Por supuesto, y parece que cada día más, ya que las nuevas generaciones no conocen apenas esta historia. ¡Si no lo sabía ni yo! Las generaciones de nuestros abuelos y abuelas han vivido este luto, este drama, en silencio, por miedo, por vergüenza… Al darme cuenta que ni la generación posterior a ellas, la de mi madre, tiene apenas información de lo que ocurrió en su propia casa, entendí lo fundamental de dar a conocer estas pequeñas historias que son también las de millones de familias, y las que construyen en definitiva parte de la historia de nuestro país que no se ha contado, que se ha escondido; más aun que esa generación que la vivió está desapareciendo. Ahora, a los más jóvenes les pilla todavía más lejana la Guerra Civil y el Franquismo, por lo que creo que el cine, el audiovisual, es una herramienta fantástica para llegar a todos ellos, así como fuera de nuestras fronteras.
Conforme las mujeres van desgranando sus recuerdos, la cámara recorre espacios vacíos, en blanco y negro, que nos remiten a esa ausencia que quedó en tantos hogares en los largos años de la dictadura. ¿Los espacios vacíos también hablan, también nos cuentan esas ausencias que duelen?
Desde luego; eso lo viví cuando falleció mi abuela Isabel, que para colmo fue poco después de grabarla, ella no llegó a ver nada de las grabaciones ni saber nada del cortometraje. Al ir a casa de mi abuela a recoger sus cosas y organizar los recuerdos, observé todo lo que transmitían esos espacios vacíos, ordenados por última vez por la persona que los habitaba, con ese trapo todavía colgando en la cocina o ese cubo en la pila esperando a llenarse. Es una sensación muy extraña pero emotiva, como dices, también dolorosa. Ir abriendo baúles, cajones. Armarios… nos hizo recordar a la persona pero de una manera casi bonita, en el fondo nos arrancaba alguna que otra sonrisa a mi madre y a mi, por eso decidí grabar algunos de esos momentos que nos recordaban a ella. He ido varias veces a su casa y es como si mi yaya siguiera ahí, por eso me gusta ver el corto y reconocer otra vez su casa, entrar en su intimidad.
La cámara también sale a los campos, a recorrer los escenarios de tantos crímenes que quedaron impunes, de tantas voces que fueron silenciadas. ¿El paisaje también cuenta una historia? ¿Eses campos yermos, eses muros vencidos, son parte de un relato truncado?
Esos paisajes son de los alrededores de mi pueblo, Requena, donde tuvo lugar toda la historia y donde todavía vive gran parte de mi familia. Grabé con mi madre el paseo hacia el molino del Batán, donde apresaron a mi abuelo y a tantos otros – como bien cuenta mi abuela- y de ahí vamos caminando por lugares muy significativos del pueblo, como son los viñedos, las vías del tren hacía Valencia, el casco antiguo donde vivieron un tiempo… y de ahí acabamos en el cementerio, a las afueras, donde debería estar mi bisabuelo enterrado dignamente.
En Paterna, donde se ubica esta historia, fueron fusiladas más de dos mil personas, y se han exhumado varias fosas. De hecho, una nieta de Alejandro, Isabel Gómez Iranzo, es la presidenta de la asociación de familiares de la fosa 95. Ella decía en el digital Valencia Plaza: “Casi todos le dábamos vueltas por separado, hasta que das el paso y dices que estás interesada en abrir la fosa. Automáticamente te llama gente, es reconfortante porque ves que no estás sola. Hablar abiertamente sin ningún miedo nos ayuda a todos”. ¿Romper ese muro de silencio, es la forma para que las voces y los relatos se encuentren, para vencer a ese miedo que se ha transmitido de una generación a la otra?
Sí, como bien apunta la presidenta, que de hecho es mi tía y hermana de mi madre. Ya es hora de poder hablar de estos temas, ya no solo públicamente sino entre familiares y abiertamente, claro que sí. Yo aprendí esto cuando hablé con mi abuela y le hice las preguntas, sin tapujos. Me sorprendió que ella me respondió sinceramente y sin miedo, se acordaba de casi todo y pude comprobar como habitaba todavía cierta rabia en ella. Ya no hay que tener miedo, vivimos en democracia y ya estamos tardando en reparar muchas cosas que ocurrieron entonces. Abrir las fosas de Paterna desde luego es un paso muy grande. Con La voz queda, que ahora está en Filmin, algunos amigos y conocidos me han comentado que a raíz de verlo han preguntado en casa y han conocido historias de su familia que no sabían, incluso que también sus bisabuelos están en fosas comunes. Te hablo de amigos que rozan los cuarenta, y se enteran ahora. Sin duda, queda mucho por hacer.
Recientemente se ha aprobado la Ley de Memoria Democrática, muy criticada desde un sector del memorialismo, ya que deja en la impunidad a los miles de crímenes del franquismo. ¿Cuál es la valoración que haces de la ley, y que opinas de que muchas víctimas hayan tenido que ampararse en la justicia universal, a través de la Querella Argentina, porque sus causas han sido archivadas en España?
Las leyes de memoria histórica en España siempre han sido insuficientes, como hechas para callar algunas bocas, avanzar pequeños pasos, pero no con todo el sentido para el que son reclamadas por la sociedad que quiere que se haga justicia no solo de una manera simbólica sino con hechos. Si desde aquí hay que llegar a ampararse en la Querella Argentina poder denunciar los crímenes contra los derechos humanos es que algo está fallando, pero creo que en nuestro país estamos lejos de tener la conciencia colectiva de lo que ocurrió durante la dictadura, me da la sensación que falta información y todavía pervive el miedo a hablar del tema, como si darle voz sea remover unas aguas que están mucho mejor calmadas. Al hilo de lo que comentas, hace poco vi la película Argentina, 1985, que es magnífica. Viéndola te das cuenta de que en España nos ha faltado precisamente lo que los argentinos sí supieron hacer: se atrevieron a investigar y perseguir a la dictadura militar que sufrió su país y lo hicieron dos fiscales que tuvieron en valor de luchar por ello. Eso dice mucho de ellos como sociedad.
El documental ha viajado a varios festivales, y también puede verse en Filmin, ¿Cuál ha sido el recorrido y la acogida que ha tenido en los diferentes certámenes de cine a los que ha ido, y cómo valoras que trabajos como este puedan llegar a un público amplio a través de las plataformas digitales? Por otra parte, ya que ha sido seleccionado para varios festivales internacionales, me pregunto ¿esta es una historia que llega al público de otros países, que no tienen el contexto que puede tener el público del estado español?
La voz queda arrancó su andadura de festivales internacionales en Indonesia, en un festival de documentales bastante relevante. Me gustó que se estrenara en un país en el que también vivieron una guerra a mediados del siglo pasado, aunque no pude conocer la reacción del público asistente puesto que el estreno fue a finales de 2021 y todavía no se podía viajar mucho a causa de la pandemia. Así viví lamentablemente algunas selecciones del cortometraje en otros festivales como el Libélula Dorada de República Dominicana; muchos festivales que incluso fueron online, casi todos ellos enfocados en los Derechos Humanos. Luego La voz queda vino hacia España, y en Valencia, mi ciudad, se estrenó el año pasado en el Humans Fest, en sección oficial. De hecho, el cortometraje vuelve de nuevo a proyectarse aquí, esta vez en el Docs Valencia, el domingo 7 de mayo, lo cual me da mucha alegría porque es uno de mis festivales documentales de referencia. Me consta que al público le gusta el corto, o al menos le parece interesante la propuesta y la historia que cuenta. Siempre que he podido ir a presentarlo, ha dado lugar a muchas preguntas y debates posteriores a la proyección, sobre todo de gente más mayor que se veía identificada con las protagonistas o que sentía la necesidad de contar su propia historia al resto de la audiencia. Gracias a la película he vivido momentos muy bonitos con el público, y eso hace que todo el esfuerzo en rodarlo y hacerlo, sin dinero, haya valido la pena.
También has sido fundadora, en 2013, y directora del Festival de cortometrajes de Requena y Acción, ¿con que objetivos se creo el festival, y cual ha sido el apoyo con el que ha contado, y la respuesta del público ante esta propuesta cultural?
Como tantas otras cosas que hago, fue una idea que me vino de repente, no lo pensé demasiado y me lancé a probar. Me gusta mucho el cine y organizar eventos, y recuerdo que por aquel entonces me apetecía montar algo en mi pueblo, como unas proyecciones de cortometrajes. Me junté con unos amigos y empezamos a pensar ideas, lo que acabó convirtiéndose en un pequeño festival de cortometrajes de tres días que fue creciendo y logró alcanzar hasta siete ediciones, cinco de las cuales dirigí yo. La respuesta del público, que era mayoritariamente del pueblo o de localidades cercanas, fue muy buena. Venía bastante gente a pasar el fin de semana viendo cortos en el Teatro Principal y salían todos y todas -mayoría casi siempre de mujeres- muy contentos de las proyecciones. Es una pena que tanto esfuerzo no haya sido del todo reconocido por las instituciones y que el festival que iba muy bien se haya dejado “morir” de algún modo por falta de apoyos, sobre todo económicos. Yo creo que la propuesta tenía mucho potencial y podría haber llegado a ser un evento de referencia cultural de la zona interior de la Comunitat Valenciana.
Para terminar esta breve entrevista, nos gustaría que nos hablaras de los proyectos en los que estás involucrada, y si veremos en breve un nuevo trabajo tuyo…
En estos momentos estoy trabajando de responsable de programación del festival Cinema Jove, donde también selecciono cortometrajes para la sección oficial. Respecto a proyectos cinematográficos, estoy intentando levantar un documental, esta vez largometraje, sobre un cartelista español exiliado en Cuba -Eduardo Muñoz Bachs-, que he co-escrito y dirigiré junto a Rafael Casañ. Además, estoy en proceso de desarrollo de mi primer largo de ficción, titulado Especies distintas, que desde que el año pasado participé con el proyecto en el laboratorio de Islabentura, en Canarias, ha generado interés en una productora valenciana y vamos a por todas para intentar financiarlo y rodarlo en cuanto se pueda. No sé si se verá algo mio en breve, mucho me temo que tendré que seguir haciendo cortometrajes low-cost, que es duro, pero le he cogido el gustillo.
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