Las luces de Navidad ciegan la impunidad del fascismo en Vigo

«El encargado del local, que no se amedrentó ante la superioridad de los fascistas, corrió tras ellos, pero al alcanzarlos fue rodeado, y fue agredido brutamente con patadas, puñetazos y mordiscos»

Por Angelo Nero

Este pasado sábado, 18 de diciembre, un comando de radicales perpetraron una grave agresión en un local del Casco Antiguo de Vigo, la ciudad donde Papa Noel no necesita gps porque se guía por las luces de Navidad, que el ayuntamiento presume que incluso “en la Estación Espacial Internacional están deslumbrados”, por la instalación de once millones de leds, que comenzaron a brillar un 20 de noviembre, que ya es casualidad.

Una hora antes de la medianoche, por tanto con nocturnidad y alevosía, entre ocho y diez seguidores de la kale borroka, comenzaron a merodear delante del local, frecuentado a menudo por simpatizantes de los partidos constitucionalistas situados más a la derecha del arco parlamentario, y aprovechando la poca concurrencia a esa hora, arrancaron la bandera española que ondea en la puerta, símbolo de la unidad de todos los españoles.

El encargado del local, que no se amedrentó ante la superioridad de los radicales, corrió tras ellos, pero al alcanzarlos fue rodeado –seguramente la bandera era el señuelo para que abandonara el local-, y fue agredido brutamente con patadas, puñetazos y mordiscos, para finalmente intentar estrangularlo.

“Esta nueva agresión de los cachorros separatistas no puede quedar impune, nuestra ciudad no puede tolerar este acto de terrorismo callejero”, declaró el alcalde de Vigo, en una rueda de prensa convocada este mismo domingo de urgencia, para continuar con una alusión a los tristes sucesos de Alsasua, de todos conocidos, y “convocar a todas las fuerzas políticas y sociales de la ciudad, a una manifestación de repulsa”.

Fuentes policiales confirmaron, en la mañana del lunes, la detención de veinte personas, relacionadas con este grave atentado a nuestra convivencia, que podrían estar detrás de otras acciones de kale borroka, y agresiones a militantes constitucionalistas, así como de las algaradas callejeras producidas en el mitín celebrado en nuestra ciudad por el señor Abascal en el pasado año.

Esta podría ser una crónica de la Voz de Galicia, que ocuparía la portada del periódico en los días siguientes al suceso, si no fuera porque aunque estos hechos relatados tienen la coincidencia de la agresión, el lugar, el día y la hora, en la realidad cambian algunos aspectos de fondo, que cambian radicalmente la historia.

Fue antes de la medianoche del sábado, efectivamente, cuando un grupo de radicales, pero de radicales fascistas, merodeó delante del Centro Social A Revolta, situado en la rúa Real, en el corazón del Casco Vello de Vigo, y uno de ellos arrancó la bandera gallega que colgaba de un mástil a las puertas del local. El voluntario que en aquel momento se encontraba allí, salió corriendo con la intención de recuperar la enseña de la Patria, momento en el que fue rodeado por el grupo de fascistas y agredido brutalmente, tal y como se describe en la recreación anterior.

Obviamente no hubo rueda de prensa del gobierno vigués, ni llamamiento a salir a las calles para mostrar la repulsa ciudadana al ataque. Tampoco, que sepamos, hubo ninguna detención por este grave acto de violencia política, porque, como venimos denunciando desde hace tiempo, el fascismo goza de total impunidad, y esa impunidad la están mostrando en las calles.

No muy lejos de allí, en el Berbés, hace menos de dos meses, otro joven sufrió una agresión homófoba, y a día de hoy sigue sin haber detenidos, ni hubo una clara condena por parte de un consistorio como el vigués, del que no se puede esperar una respuesta ante el fascismo, no sé si cegado por las luces o por falta de estas, ya que la Memoria Antifascista –y la Cruz de los Caídos situado frente al ayuntamiento da buena muestra de ello- no está en su adn. Pero si es urgente que en el corazón de la ciudad proletaria surja una respuesta contundente contra ese fascismo que camina impune por sus calles.

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