Es indecente e inaceptable que las entidades financieras presenten beneficios récord a costa de restar recursos a los hogares, unos beneficios que irán a quienes no han hecho nada para generar esos recursos.
La disputa por el control de los recursos está en el centro de todo, hasta en los espacios más íntimos de la vida.
La división sexual del trabajo es una disputa por el control del tiempo de las mujeres, un recurso del que se apropia el sistema en general y que permite el enriquecimiento de unos pocos gracias a la ausencia de corresponsabilidad. El coste que tienen los cuidados imprescindibles para la vida corre a cargo del tiempo y de la salud de las mujeres. Todas las cadenas de valor tienen una base en los cuidados que han tenido o van a tener las personas que intervienen en los procesos y los cuidados están feminizados y en la mayor parte de los casos invisibilizados y no reconocidos ni económica ni socialmente.
La disputa por el control de los recursos empieza en los cuerpos de las mujeres.
La apropiación por unos pocos de los recursos, de las rentas y de la riqueza genera desigualdades que persisten a lo largo de los siglos, sin duda se ha avanzado pero el camino a la igualdad es largo.
Quienes tienen el poder, quienes acumulan más, trabajan de forma persistente para mantener sus privilegios, reaccionan ante los avances feministas y reaccionan ante las medidas económicas o sociales que supongan avanzar en el reparto justo de las rentas y de la riqueza o que supongan avanzar en derechos, en definitiva ante todo lo que suponga avanzar en igualdad.
Su punto más débil es que son menos por eso los procesos revolucionarios pueden ser transformadores y por eso dedican tiempo y recursos a acallar a quienes buscan la igualdad y lo hacen con mentiras y manipulación o acosando a quienes lideran estos procesos transformadores. Se preocupan por ocupar los espacios en los que se toman decisiones para tenerlo todo controlado y se preocupan por disfrazar sus decisiones desigualitarias de tintes sociales.
Estos procesos desigualitarios atraviesan todas las escalas de la vida, hay acciones a pequeña escala y acciones más globales, vivimos en una lucha constante por la igualdad o por la desigualdad, según de quien se trate.
Elementos como la educación o la sanidad son prioritarios por eso son campos de disputa. A lo largo del siglo XX cuando se generalizaba el acceso a una educación de calidad se reducían las desigualdades, se avanzaba en la ruptura de los ciclos de pobreza que pasan de unas generaciones a otras pero quienes promueven la desigualdad van a atacar y a deteriorar todo lo que suponga avances en calidad de vida para la mayoría social.
Vivimos unos años de inestabilidad y de cambio y en el caso de España llevamos años con mensajes catastrofistas cada vez que se ponen en marcha acciones progresistas que buscan la protección de las personas, de las pensiones o de los salarios pero los resultados son incontestables, esas predicciones catastrofistas no se cumplen y además quienes las hacen saben que mienten, solo buscan provocar pánico para así mantener sus privilegios o los de quienes les pagan para propagar el miedo y la desinformación.
La historia económica está llena de ejemplos de políticas basadas en una fiscalidad progresiva que acortan desigualdades que facilitan el crecimiento económico y que mejoran de las condiciones de vida y también de ejemplos de retrocesos cuando se aplican políticas ultraliberales o desigualitarias.
Pocos cambios transformadores se consiguen sin disputas y si la fuerza está en la mayoría social quienes promueven la desigualdad van a ir contra la mayoría social empobreciéndola, castigándola, enfermándola y por supuesto explotándola porque la riqueza y el sostenimiento de las vidas se basan en el trabajo remunerado o no de esa mayoría social.
Los incrementos de los precios con origen en el crecimiento desorbitado de los beneficios empresariales son un ejemplo, al igual que los beneficios desorbitados de la banca, unos beneficios que tienen su origen en la explotación de quienes trabajan en las entidades financieras, en el maltrato a la clientela cautiva de la necesidad de operar con la banca pero sin que les presten los servicios que necesitan, sin atención personalizada, restando así independencia a las personas con más dificultades para los trámites digitales que pasan de ser personas autónomas a ser personas dependientes, y en los últimos meses la banca detrae recursos de los hogares con las subidas de tipos de interés. Es indecente e inaceptable que las entidades financieras presenten beneficios récord a costa de restar recursos a los hogares, unos beneficios que irán a quienes no han hecho nada para generar esos recursos.
Una fiscalidad redistributiva, salarios justos, precios suficientes para retribuir de forma adecuada a la cadena de valor, servicios públicos de calidad prestados directamente por las administraciones, más feminismo, más recursos para quienes son más vulnerables, necesitamos caminar por esta senda para reducir las desigualdades.
También hemos de estar atentas a esas propuestas que dicen que son para ayudar a quien más lo necesita pero que son directamente engaños, un ejemplo, quien diga que combate la pobreza con deducciones fiscales miente.
Las medidas que pretenden tener un fin social basadas en deducciones en el IRPF son un engaño, quienes tienen rentas bajas no tienen ingresos sobre los que aplicar deducciones, un ejemplo de esto son las deducciones por gastos relacionados con el aprendizaje extraescolar, se venden como una forma de ayuda a las familias pero en realidad es una medida para aumentar la brecha entre criaturas de familias con recursos y las de familias carentes de los mismos o con bajos ingresos.
Las actividades de aprendizaje extraescolar con una educación pública deteriorada suponen una ventaja competitiva para quienes pueden acceder a ellas y, obviamente, quien tiene dificultades para llegar a fin de mes difícilmente va a poder pagar estas extraescolares. Si además, en lugar de generarse más recursos públicos desde la recaudación fiscal para mejorar la educación pública, se reducen los impuestos a las familias más ricas para que puedan pagar las extraescolares de sus criaturas y así se distancien educativamente de las criaturas de las familias pobres, las administraciones están implantando un sistema para que crezcan las desigualdades, un sistema discriminatorio con los niños y niñas de los hogares con menos renta.
Dinámicas similares ocurren con otras deducciones, pero quien decide ponerlas en marcha nunca va a decir que busca favorecer a quien más tiene, siempre lo van a disfrazar para así engañar y acallar a quienes tienen la verdadera fuerza, a la mayoría social.
Se el primero en comentar