La vivienda en la URSS: un derecho garantizado por el Estado

En la URSS, la vivienda no se concebía como un bien de mercado, sino como un derecho garantizado por el Estado. Los ciudadanos no compraban ni vendían, el gobierno asignaba apartamentos según la necesidad.

Por Redacción NR

La vivienda pública en la Unión Soviética fue un pilar fundamental del sistema socialista, diseñado para garantizar un techo a todos los trabajadores como parte del compromiso del Estado con la igualdad y el bienestar colectivo. Desde la Revolución de 1917 hasta la disolución de la URSS en 1991, el enfoque hacia la vivienda evolucionó en respuesta a las necesidades de una población creciente, los desafíos económicos y las prioridades políticas del país.

Colectivización y urbanización

Tras la Revolución Bolchevique, el nuevo gobierno soviético enfrentó una crisis habitacional heredada del Imperio Ruso. Las ciudades estaban superpobladas, y las condiciones de vida en las zonas rurales eran precarias. Uno de los primeros pasos fue la expropiación de las propiedades de la élite zarista y la redistribución de espacios habitables. Las grandes mansiones se convirtieron en apartamentos compartidos conocidos como kommunalki, donde varias familias compartían cocinas, baños y áreas comunes. Este sistema, aunque práctico en teoría, generó tensiones debido a la falta de privacidad y los conflictos entre vecinos.

Con la industrialización de los años 30 bajo Stalin, millones de personas se trasladaron a las ciudades para trabajar en fábricas y proyectos estatales. Esto disparó la demanda de vivienda urbana, y el Estado respondió con la construcción masiva de bloques de apartamentos sencillos. La prioridad era la rapidez y la funcionalidad, no el lujo ni la estética.

La era Jrushchov: los ‘khrushchevkas’

Un punto de inflexión llegó en los años 50 y 60 bajo Nikita Jrushchov, quien impulsó una reforma masiva de vivienda para aliviar el hacinamiento. Surgieron los famosos khrushchevkas, edificios de cinco pisos construidos con paneles prefabricados de concreto. Estos bloques, aunque básicos y a menudo criticados por su diseño monótono y espacios reducidos, representaron un avance significativo: muchas familias pudieron mudarse de las kommunalki a apartamentos privados con baño y cocina propios.

El objetivo era ambicioso: Jrushchov prometió que cada familia soviética tendría su propia unidad habitacional. Si bien no se logró completamente, entre 1955 y 1970 se construyeron millones de apartamentos, transformando el paisaje urbano de la URSS. Eran baratos de producir y fáciles de ensamblar, aunque eran comunes las quejas por paredes demasiado finas, mal aislamiento y falta de ascensores (los edificios rara vez superaban los cinco pisos para evitar ese costo).

La vivienda como derecho

En la URSS, la vivienda no se concebía como un bien de mercado, sino como un derecho garantizado por el Estado. Los ciudadanos no compraban ni vendían casas; en cambio, el gobierno o las empresas estatales asignaban apartamentos según la necesidad, el tamaño de la familia o el mérito laboral. El alquiler era simbólico, a menudo menos del 5% del ingreso familiar, cubriendo solo mantenimiento básico. Esta política reflejaba la ideología socialista de eliminar la especulación inmobiliaria y las desigualdades asociadas a la propiedad privada.

Evidentemente, el modelo tenía también sus fallas. En ocasiones las listas de espera para recibir un apartamento podían durar años, y la calidad de las construcciones no siempre era la mejor.

Declive y legado

En las últimas décadas de la URSS, en medio del proceso de restauración capitalista, la crisis económica y la corrupción afectaron a los programas de vivienda. Aunque se seguían construyendo bloques de apartamentos masivos (ahora más altos y conocidos como brezhnevkas en la era de Brézhnev), la falta de mantenimiento y la escasez de recursos dejaron a muchas edificaciones en mal estado. Cuando la URSS colapsó en 1991, el sueño de una vivienda digna para todos los trabajadores ya se había esfumado.

Aunque la vivienda pública soviética tuvo sus luces y sombras, el Estado socialista fue capaz de proporcionar alojamiento a millones de trabajadores en un contexto en el que se venía de la guerra y la pobreza, garantizando el derecho a la vivienda para el pueblo trabajador y mejorando notablemente su calidad de vida.

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