La violencia étnica y las consecuencias del conflicto en Sudán

Cuando estalló la crisis en Sudán, a mediados de abril, la región de Darfur ya estaba sumida en la violencia, sobre todo la interétnica. ¿Cuáles son los motivos del conflicto? ¿Cuáles son sus consecuencias? ¿Qué se está haciendo en la región para proteger a la población civil?

Información de Médicos Sin Fronteras / Angular

[MSF/es] Los enfrentamientos, la violencia entre comunidades y los ataques a gran escala contra civiles han obligado a cientos de miles de personas a huir a través de la frontera hacia Adré, en el este de Chad. Nuestros equipos están presentes en Adré desde 2021 y han intensificado considerablemente sus actividades médicas para ayudar a responder a la afluencia masiva y rápida de refugiados y heridos. En los testimonios recogidos en las últimas semanas, muchos pacientes tratados en la unidad quirúrgica de Adré declararon haber sido víctimas de las milicias árabes dentro de El Geneina y durante su huida a Chad. Afirman haber sido atacados por su etnia masalit.

“No esperábamos que hubiera tantos heridos”
A finales de mayo y principios de junio, la violencia se intensificó en Darfur Occidental, pero los heridos que escapaban solo llegaban con cuentagotas a la unidad quirúrgica de urgencias instalada en el hospital de Adré por nuestros equipos que trabajaban con el Ministerio de Salud chadiano. Las detonaciones y las columnas de humo recuerdan a diario que a veces se producen combates en las inmediaciones de la frontera.

El 2 de junio, un total de 72 heridos fueron atendidos en el hospital. La mayoría de ellos, con heridas de bala, habían podido abandonar la ciudad de Masterei y sus alrededores, al sur de El Geneina, para dirigirse a la ciudad chadiana de Goungour, desde donde fueron examinados y derivados por el personal médico del Ministerio y de MSF. Hubo informes de cientos, si no miles, de heridos que no podían acceder a atención médica vital, ya que las instalaciones médicas del lado de Darfur carecían de todo lo necesario para funcionar allí donde no habían sido saqueadas o destruidas. La principal ruta comercial y de tráfico, la carretera que une Adré con El Geneina, la capital de Darfur Occidental, situada unos treinta kilómetros más al este, estaba cerrada en ese momento. 

«Tuvimos que hacer sitio, levantar tiendas y buscar refuerzos. Los habitantes de la ciudad llevaron comida a los pacientes y refugiados.»

© MSF/Mohammad Ghannam

Después, el 15 de junio, tras dos meses de aislamiento casi total, los habitantes de El Geneina consiguieron huir a Adré. Solo ese día se recibieron 261 heridos de guerra en el hospital.

Para el doctor Papi Malobaúnico cirujano de MSF presente en Adré a mediados de junio, la jornada empezó de la forma habitual: tras recorrer a los pacientes y seleccionar a los que iban a ser operados, él y su equipo estaban operando a un niño pequeño.
“Entonces empezaron las llamadas: ‘¡Venid, venid, están llegando pacientes de todas partes!’ Expliqué a mis colegas que no podíamos dejar a este paciente con el abdomen abierto. En el quirófano todo estaba en calma, pero fuera había un gran alboroto. Había vehículos de la fuerza conjunta Chad-Sudán trayendo pacientes. Había equipos de MSF trayendo pacientes. Otros llegaban llevados por familiares o en carretas tiradas por burros. No sabíamos por dónde empezar. Las heridas eran graves: abdomen, tórax, miembros inferiores y, sobre todo, nalgas y espalda. Nuestro trabajo consistía en clasificar las lesiones más graves, examinarlas y darles prioridad para la cirugía.

Y en un abrir y cerrar de ojos, en menos de dos horas, el hospital se transformó en un auténtico campamento. “Ya no sabíamos dónde colocar a los pacientes que seguían llegando. Sabíamos que, si la carretera de El Geneina se abría, si había negociaciones fructíferas para abrir un corredor que dejara pasar a los pacientes de El Geneina, la gente llegaría a Adré, y estábamos preparados. Pero no esperábamos que hubiera tantos heridos a la vez. Pensábamos que el día siguiente sería un poco más tranquilo, que nos permitiría planificar bien las cosas. Resultó ser peor, porque al día siguiente recibimos casi 400 nuevas bajas”, explica el cirujano Papi Maloba.
Esta afluencia masiva de heridos fue una llamada de atención para Adré: tuvimos que hacer sitio, levantar tiendas y buscar refuerzos. Los habitantes de la ciudad llevaron comida a los pacientes y refugiados. El médico jefe del hospital, el pediatra mayor y varios funcionarios del Ministerio de Sanidad echaron una mano en la unidad quirúrgica de urgencias, mientras que la ONG Première Urgence Internationale se ocupaba de los heridos llamados “verdes”, aquellos cuyo pronóstico no era vital de inmediato.

© MSF/Mohammad Ghannam

“Teníamos dos quirófanos, uno grande y bien equipado y otro pequeño que no disponía de todo el material necesario. Teníamos que alternar a los pacientes. Es decir, atendíamos a un paciente en la primera sala grande y, mientras lo hacíamos, instalábamos a otro en la sala más pequeña. En cuanto terminaba una operación, como una laparotomía, en el primer paciente, cambiaba a la sala pequeña, donde podía hacer fácilmente drenajes torácicos, recortes quirúrgicos u otros procedimientos menos exigentes mientras se limpiaba la sala grande, y así sucesivamente. Trabajábamos así desde las 8 de la mañana hasta, a veces, las 11 de la noche. Era realmente agotador. Después, el gobierno envió un equipo quirúrgico para reforzarnos, lo que supuso un gran alivio”, recuerda.

Más de 850 heridos de guerra en tres días

Con 858 heridos recibidos entre el 15 y el 17 de junio -387 de ellos solo el 16 de junio- esta afluencia de heridos al hospital de Adré fue una de las mayores, en términos de volumen, a las que se movilizaron nuestros equipos. Durante los días siguientes, se atendió a una media diaria de 46 heridos en urgencias. Del 25 de junio a finales de julio, esta media bajó a unos diez pacientes al día.
La gran mayoría de los pacientes atendidos en urgencias entre el 15 y el 17 de junio presentaban heridas múltiples de bala, sobre todo en el abdomen, la espalda y las piernas. Los pacientes eran principalmente hombres, con una proporción menor de mujeres y niños y niñas. El herido más joven hospitalizado tenía dos meses, y el mayor más de setenta.
En torno al 47% de los casos se consideraron “casos verdes”, es decir, personas con lesiones que no ponían en peligro su vida de forma inmediata y que podían moverse. El 49,5% eran “casos amarillos”, heridos con lesiones graves pero cuyo estado general les permitía esperar sin empeorar críticamente su pronóstico. El 3,4% se consideraron “casos rojos”, es decir, urgencias absolutas que requerían un tratamiento muy rápido.

Siete pacientes ya habían fallecido a su llegada. Los pacientes que sufrían fracturas abiertas y necesitaban cirugía ortopédica que no estaba disponible en el hospital de Adré fueron derivados a hospitales de Abéché.
La elevada proporción de casos “verdes” y “amarillos” sugiere que fueron los heridos lo suficientemente estables como para emprender o continuar el viaje hasta Chad los que pudieron beneficiarse de nuestros cuidados, mientras que muchos otros en estado más crítico seguramente se quedaron atrás.

Entre los heridos entre el 15 y el 18 de junio había 62 mujeres embarazadas, principalmente por heridas de bala, pero también por palizas y otras agresiones.

“La primera paciente que me llamaron fue una mujer que había recibido disparos en el estómago y el pecho cuando estaba embarazada de 6 meses. Temimos mucho por ella porque tenía un trozo de bala alojado en el útero. Por desgracia, el bebé murió, pero ella pudo sobrevivir. Fue impresionante ver a tantas mujeres embarazadas con heridas en las extremidades y el abdomen. Venían de El Geneina y relataron escenas terribles, como tener que correr bajo las balas a riesgo de perder a sus hijos por el camino, ser atacadas y violadas”, explica Clémence Chbat, una de nuestras comadronas.

Salvo algunas excepciones, los heridos atendidos en el hospital de Adré pertenecen a la etnia masalit, una comunidad no árabe de Darfur que vive entre Chad y Sudán.  En Adré ya existía una fuerte comunidad masalit, lo que explica en parte por qué sus compatriotas que huían de la violencia optaron por buscar refugio allí. En este contexto, los relatos compartidos con nosotros reflejan la experiencia de la población civil masalit de El Geneina, una experiencia que no representa a toda la población de Darfur Occidental o incluso de El Geneina.
Violencia por motivos étnicos
Un gran número de pacientes describen haber sido víctimas de las milicias árabes dentro de El Geneina y durante su huida a Chad. También dicen que fueron atacados por su etnia masalit.

“Cuando la guerra entre el ejército sudanés y la RSF se intensificó, El Geneina se sumió en el caos. La violencia y los robos se extendieron entre las comunidades masalit y árabe porque el gobierno y la policía desaparecieron de la ciudad. Al principio, no tenía intención de abandonar El Geneina. Mis dos hijas, mi madre, cuatro de mis hermanas y yo nos trasladamos a un refugio colectivo en el barrio de Al Madares. Allí no estábamos seguras. La zona era bombardeada y tiroteada constantemente. Las milicias árabes atacaban a los civiles en los refugios y edificios. Durante un tiempo tuvimos lentejas y harina de maíz, pero al cabo de un mes se nos acabaron. Durante este periodo, no tuvimos atención médica ni medicinas. Entonces las milicias árabes nos atacaron. Los milicianos nos dijeron que éste no era nuestro país y nos dieron dos opciones: marcharnos inmediatamente a Chad o morir aquí.  Se llevaron a algunos hombres y vi cómo los fusilaban en las calles, sin nadie que enterrara los cadáveres. Así que huimos en grupo”, explica, H. de 26 años.

Varios testigos presenciales se hacen eco de amenazas similares de abandonar la ciudad o morir, e informan de ataques recurrentes en barrios como Al Madares, Al Jabal, Área 13 y Al Jamarik, así como de la presencia de francotiradores contra civiles que se aventuraban a salir a buscar agua o suministros. 
“No se permitía a nadie entrar ni salir. La gente intentaba conseguir agua potable de algunos wadis y fuentes naturales, pero los francotiradores les disparaban. Al principio, los grupos armados masalit resistieron, pero no pudieron aguantar”, dice N. de 25 años
.

Otros pacientes recuerdan que la violencia por motivos étnicos continuó en la carretera hacia Chad, salpicada de numerosos puestos de control. 

“En la carretera hacia Chad, nos pararon en numerosos puestos de control. Nos preguntaban de qué tribu éramos; apuntaban a los masalit. Yo soy de la tribu Al Fur y en el puesto de control no puedes mentirles porque conocen a los masalit por su aspecto. Vi cómo decían a los masalit que salieran de los coches y no sé qué les pasó porque nos fuimos”, recuerda M., 35 años.

“El 18 de junio pagué 300.000 libras sudanesas a un conductor árabe armado para que llevara a mi mujer y a mis hijos a Adré. No pude ir con ellos porque el conductor dijo que no era seguro para mi familia si yo estaba allí, sabrían que éramos de la tribu masalit. El 25 de junio, fui a las colinas al norte de El Geneina para intentar conseguir señal de teléfono móvil. Mirando hacia el valle, vi al menos 20 cadáveres y recé a Dios para que me salvara y me permitiera reunirme con mi familia. Salí el 28 de junio y en cada puesto de control, el conductor decía “es uno de los nuestros”, y todo iba bien. Por supuesto, le pagué mucho dinero para que dijera eso. Mucha gente no llegó a Chad y fue asesinada simplemente por ser masalit“, lamenta K., de 44 años.

Varios factores parecen haber impulsado a gran parte de la población masalit de El Geneina a intentar huir a Chad a mediados de junio, tras varias semanas de enfrentamientos y violencia: el asesinato del gobernador Khamis Abakar, el recrudecimiento de las amenazas y un intento de unirse a un campamento del ejército sudanés en Ardamatta, al este de la ciudad, que al parecer se convirtió en un baño de sangre. 

“La noche del miércoles 14 de junio, me harté y sentí que no podía quedarme. Salí de casa con mi familia y unas 200 personas de distintos barrios, en dirección a Ardamatta, al noreste de El Geneina. Cuando llegamos al barrio de Al Naseem, empezaron a dispararnos desde los tejados de los edificios. Todo el mundo corría en todas direcciones. Mataron a muchos de nosotros, fue una masacre. No podíamos ayudar ni cargar con los muertos y heridos, todo el mundo corría para salvar la vida. Corrí con mi mujer, nuestro bebé de un año y un pequeño grupo de personas. Llegamos al barrio de Al Madares y seguimos adelante, nos dirigimos al oeste y nos enfrentamos a otras milicias árabes que nos quitaron el dinero y los teléfonos. Ocho de mis hijos están en el campamento militar de Ardamatta y no sé si están bien porque la comunicación es muy difícil, espero que estén a salvo”. A, 40 años.

“No había dónde esconderse porque era terreno abierto y llano. Ocho de mis amigos murieron por disparos cuando intentaban llegar al campamento militar de Ardamatta. Mi primo también recibió un disparo en el muslo y actualmente está siendo tratado en el hospital de Adré”. A, 28 años.

“La situación se estaba poniendo muy mal y la decisión de marcharnos fue colectiva. Muchas personas huyeron a pie hacia Ardamatta para ser protegidas por el ejército sudanés. Nos pararon y nos dispararon, no puedo decir cuántos, pero vi muchos muertos y heridos tendidos en el suelo. La única solución que quedaba era ir hacia el oeste, hacia Adré, y la gente empezó a marchar hacia Chad. N, 25 años.

A pesar de ser la única salida, el camino hacia Chad seguía siendo extremadamente peligroso. Los pacientes nos contaron que habían utilizado diversos medios para llegar hasta allí: a pie, en convoyes, en vehículos cuyos conductores podían garantizar el paso por grandes sumas de dinero. Además del riesgo de ser robados, asaltados, violados o asesinados en los puestos de control, muchos pacientes informaron de que hombres armados disparaban a las personas que huían. La ciudad de Shukri se menciona en varios relatos como una de las paradas más peligrosas de la ruta. 

“Las mujeres y los niños nos reunimos en el barrio de Al Jamarik a las cuatro de la mañana. Nuestro plan era empezar a caminar hacia el oeste para escapar a Chad. Los hombres se nos unieron; algunos de ellos llevaban armas y coches para defender a la gente por el camino. Nos atacaron al pasar por un pueblo llamado Shukri. Los lugareños mataron a muchos. Mis amigos caían como moscas, el pánico era total. Los que no murieron allí estaban más lejos de los pistoleros u otras personas que iban delante de ellos recibieron las balas. Sólo por eso sobrevivimos algunos. L, 36 años

“En Shukri, un pequeño grupo nos paró y nos pidió que nos sentáramos. Era como el día del juicio final, tenía miedo, rogué a Dios que me sacara de allí con vida. [Nos dijeron: “Todos los esclavos deben levantarse y si quieren vivir, abandonen el país porque Sudán es para los árabes”, así que empezamos a correr y los hombres armados empezaron a dispararnos al azar.  Me dispararon en el pie derecho, sangraba, pero no dejé de caminar. En un momento dado, cogí mi turbante blanco, me envolví el pie con él y no paré, aunque estaba cansado. Estaba mareada, me dolía mucho la cabeza y me sentía perdida. Seguí al grupo como una oveja en un rebaño. Nunca había tenido tanta sed en mi vida, y la poca agua que teníamos la guardamos para mi hija. Mirara donde mirara, veía la muerte. Lo creas o no, la muerte tiene olor y yo podía olerla. Vi muchos cadáveres por el camino. Pensé que me uniría a esos cadáveres en unos momentos. Pero afortunadamente llegamos a la frontera. Fue entonces cuando vi un 4×4 blanco de Médicos Sin Fronteras, que me recogió y nos llevó al hospital de Adré, donde me atendieron”. C, 40 años.

© MSF/Mohammad Ghannam

Una gran crisis humanitaria

Hoy, alrededor de 200 heridos siguen hospitalizados en Adré. Algunos de ellos necesitarán más atención médica, sobre todo fisioterapia, para recuperarse. A finales de junio, MSF desplegamos nuestro hospital hinchable, que incluye una sala de esterilización, una sala de rayos X y dos quirófanos, para mejorar la capacidad de tratamiento y la calidad de la atención.

Con la oleada de heridos en Adré llegaron nuevos refugiados de El Geneina. Según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), unos 130.000 refugiados, en su mayoría mujeres, niños y niñas, han sido acogidos en la ciudad en las últimas semanas. Este repentino aumento de la población está generando importantes necesidades humanitarias en todos los ámbitos: atención médica, alojamiento, ayuda alimentaria, agua y saneamiento, en un contexto ya de por sí difícil para la población local. 

“La unidad pediátrica estaba inicialmente diseñada para hospitalizar entre 35 y 50 niños, pero con la llegada de los refugiados, ahora estamos tratando entre 200 y 250 niños. El 80% sufre desnutrición grave con complicaciones. Hoy, una de las prioridades debe ser ampliar la oferta de atención pediátrica y nutricional en los centros de salud y los emplazamientos de refugiados, para que los niños puedan ser tratados antes, antes de que su estado empeore”. Dr. Japhet Niyonzima, responsable médico de MSF. 

Las autoridades y el ACNUR estiman que a mediados de julio había 260.000 nuevos refugiados sudaneses en el este de Chad. 

Los lugares de tránsito se multiplican y se crean nuevos campos, como Arkoum, donde prestamos atención médica, mientras que unos 400.000 refugiados sudaneses ya están en Chad, tras haber huido de su país en los últimos 20 años. Habrá que aportar una importante ayuda humanitaria a largo plazo para apoyar a los más vulnerables, ya sean chadianos o refugiados, y responder a las ondas expansivas del conflicto sudanés en una zona ya marcada por la inseguridad alimentaria y la falta de acceso al agua y a la atención sanitaria

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