La vida como excusa para no morir

Por Puertos33

El enfrentamiento comportamiento humano vs comportamiento social es el enfrentamiento razón vs sentimiento. El mundo actual, bajo el contexto capitalista, impide sentir el mundo. Impide que, lejos de lo utilitario, el hombre pueda ser capaz de tocar con el alma lo que no sea productivo. Los talleres de gestión del tiempo —como si fuésemos capaces de gestionar la cuarta dimensión— son un ejemplo de la razón aniquiladora que todo lo conquista ¿Podemos decidir disfrutar o aburrirnos? ¿No pasa el tiempo así deprisa o despacio? El trabajo por la virtud desaparece por el trabajo hacia lo social. Lo social, que, en un principio, no debería de chocar con ser hombre virtuoso o no, se convierte en una contradicción vital.

Cuando como sujetos aceptamos pertenecer a la vorágine, aceptamos ser una pieza más del engranaje. Engranaje que no para y que no puede ser parado desde dentro. Nos encontramos entonces, en una disyuntiva: bajarse del mundo o ser un esclavo más. La sociedad ha evolucionado —la locomotora capitalista, de la que hablan los marxistas, ha avanzado— pero la esclavitud sigue en nosotros. El mundo, presenta los salarios como único nexo sociedad-individuo, pero no es el caso. El individuo pertenece tanto, o más, al mundo como a sí mismo. En la separación sentimental, normal en la vida, reside el standby emocional. Lo productivo arrastra lo existencial por la calle y el tiempo. El tiempo es el castigo que sufre el corazón, obligado a esconderse. En nuestro contexto —que en realidad no ha cambiado en 200 años— es el trabajo y la muerte. La muerte por no trabajar ¡la suerte de trabajar! El derecho a la pereza, que diría el yerno de Marx, es el derecho a lo propio. El derecho, obligado, a lo íntimo.

Las emociones solo son expuestas en el arte, tanto en cuanto, el arte no está expuesto en la vida real. El hombre expulsa a lo marginal lo que es del hombre ¿Quién escribe para su escritorio? Porque mostrar al mundo lo escrito es mostrarse desnudo, en una vida que necesita de armaduras. La música también se enfrenta al trabajo, a la concentración. El corazón ha de callar cuando se exige al cuerpo superar una nueva meta. Las metas constantes, los respiros periódicos entre objetivo y objetivo, entre examen y examen. Navegamos en un rio, que no frena, que avisa de rápidos y que soñamos con superar. En un mundo, donde la cobertura llega todos los lados, donde la conexión aparece incluso sin tener un teléfono —los relojes, las televisiones… el wi-fi siempre está—

Lo revolucionario, aparte de en lo tecnológico, está en el hombre. El hombre como individuo. Individuo que pertenece a un conjunto, pero que por exigencias del guion tiene que enfrentarse al mismo. Un conjunto corrompido —cada vez más rebaño que sociedad— La muerte “intimista” está obligada, el camuflase selectivo. Nadie puede hacerte sentir, porque nadie siente. El sexo sin compromiso —por placentero que sea— es sexo corrompido. Es una muestra más de una sociedad de los placeres, aunque el placer sea necesario. El sexo, es más útil para el sujeto en su respiro que para la sociedad en su procreación ¡Follar se ha mercantilizado! No hace falta saber el nombre de quien está contigo en la cama, para estar en la cama. No se tiene que entender como un canto al amor romántico, también hay emociones más allá del amor. Solo si es útil es aceptado. El artista lo es por obligación —aceptando que no todas las personas de las artes son artistas—. No es difícil parecer de otro mundo, no es difícil el aire perturbador de la vida. Lo difícil es sentirlo, lo mágico es sentirlo.

Es decir, el artista no habla de arte. El artista sufre el mundo. Siente el peso de los días, el peso de la vida y de lo social. El arte es un castigo que corre por las venas de quien la sufre. La vieja frase, cuanto más conquista la razón más lejos queda la felicidad, tiene todo el sentido del mundo. Pero también el artista conoce, el artista entiende y maneja lo que el mundo quiere esconder. Maneja la mundanidad de la vida y, como un experto, se camufla. Es decir, como fin el artista tiene la mundanidad. El ser común, el anhelo por saberse normal. Los pasos de sus días son las miradas con recelo del hombre medio. Trabajador, o no. Cuanto más sepa —también las emociones se conocen— más sueña con no saber y, sin embargo, más está obligado a saber. Sufre dos comportamientos y dos deseos opuestos. Por un lado, sueña con la normalidad, con no llamar la atención. Por otro lado, está obligado a saber y sueña con ser respetado. Es “vanguardia” en la vida, elitista ¿Es malo? ¿Está mal exigir al común que mire? Lo bueno y lo malo lejos queda de la capacidad de adaptación de uno. Mientras que para el medio vivir es un fin, para él vivir es una excusa. Un trámite. La violencia del día es sufrida en el escalar diario, en la salida obligada del pozo. Cada amanecer es un reto y cada atardecer una recaída. En las noches, el espíritu habla y el cuerpo sufre. Lo peor es que sabe cómo manejar el mundo, cómo funciona el mundo. Pero la relación con él es imposible, dentro de su marco.

La ruptura, bajarse del tren, es un acto revolucionario. Que pocos contemplan, y que quizá, pocos pueden hacer. Bajarse del mundo —una desconexión sanadora—  solo puede hacerse cuando el mundo lo permita. Cuando el tiempo sea preciso ¿Quién puede irse ahora? ¿Se puede reenganchar? La idea de ser el mejor, choca con la idea de hacer lo mejor. Lo mejor en términos cualitativos. La calidad ha sucumbido a la cantidad —en nuestra cesta de la compra también nos encontramos esto— Lo mejor es sinónimo, actualmente, de lo más rentable. El éxito es felicidad y los días se mueven entre objetivos. Lo mejor no es respirar, contemplar —la vida contemplativa también es importante— es callar y producir. Las relaciones económicas son el motor social en el que se escudan los individuos, su fin. Los poetas son trabajadores y su sufrimiento un maquillaje que no cuaja.

Las subvenciones impiden que el poeta sea poeta. La poesía viene por encargo, los límites del concurso. La contratación esteriliza la vida del artista. El escritor no escribe, se vende. Cuando antes se veía la poesía como refugio, como desahogo, ahora es el medio —de aquella relación económica que decíamos antes— La, ya mítica, imagen de “Max Estrella” es el anhelo por el último poeta que no vive. La noche ¿Quién conoce la noche? Y, sin embargo, en la cabeza del poeta nunca amanece. Se acepta lo sensible como única relación tangible con lo común. De aquí el nuevo canto ¡Nuestra obligación es la sensibilidad! La verdadera revolución reside en el sentir diario, en el percibir constante.

La película francesa “Amelie” habla del elogio a sentir. Sin embargo, eso sólo ocurre en un contexto sensitivo —en una película francesa— Aquí, en lo real, fuera de las imágenes cinematográficas, sentir es un pecado. La muerte es una excusa para llorar. El sexo, prepactado, es el desahogo del estrés. La velocidad a la que nos movemos impide que sepamos como andar, que disfrutemos del camino. La frase “lo que importa no es llegar, sino el viaje” es una muestra hipócrita de lo que se sueña. La velocidad de la información, únicamente, ha acelerado un proceso que ya existía. Algo que ya había en nosotros. Con cada avance tecnológico, huíamos de lo humano ¿Quién tiene casa si todos viajamos? —“Allí donde yo viva será mi palacio” se ha corrompido y no se vive en ningún lado— ¿Viajar es conocer? ¿Cuántos tocan el lugar que pisan? La necesidad de demostrar que se ha estado en algún sitio impide la relación con el lugar. Nadie está en ningún lado, mientras que todos estamos en la red. La red, como ente suprahumano, es la conexión con el 24/7 ¿Alguna vez se está solo? Parece que la soledad es cosa de la progresía, del independiente, de quien sueña con ser distinto ¿Ese sueño no es común? ¿No tiene sus reglas? Incluso, no querer estar es estar. Se respetan las reglas que no se han de seguir. No se rompe con el mundo, se amolda al mundo. No se necesita viajar cuando se vive, no se necesita no seguir ninguna regla. La soledad acompaña al artista, y es el quien la “disfruta” ¿Qué soledad sufre quién es escuchado?

Los libros se escriben con ira, entre lágrimas, y con frustración. A veces, se sonríe y siempre sirve de consuelo. No se escribe con el objetivo de ser un superventas, de pasar a la historia —sabiendo la distancia entre ambos casos— Se escribe como necesidad. El artista toca su alma, viaja por sus palabras. Duerme gracias a ellas. La pesadez de la noche, cuando todo calla. Saberse extraño, distinto. La vida “bohemia” que se elige ahora, no es una elección para quien siente. Quien siente vive dentro de sus posibilidades, no puede elegir salir de ellas. No puede romper con su alma.

Si todo cambia, nada cambia. Pertenecer a todas las fiebres revolucionarias —tanto políticas como culturales— es mantener el estado actual de las cosas. La política, como elemento secundario en la vida de los individuos, se convierte en principal en su superficie. La política ocupa el mismo lugar que los objetivos. El pequeño-burgués que quiere estar a la última en las reinvindicaciones políticas es igual al joven empresario que sueña con ser Bill Gates. Los proletarios no quieren serlo, de hecho, su sueño es huir de su clase. El respeto a cualquier cultura es la permisividad paternalista de quien no lo sufre. Se permite el movimiento que tiene espacio dentro del panorama político ¡La revolución ha de ser interna! Completamente subjetiva. La política es el refugio de quien no quiere estar, la nueva “vanguardia” —que asustaría a Lenin, aunque le citen— lucha por “la clase trabajadora” como algo exógeno a ellos. La clase, ella. No se lucha por “mi clase” por el yo ¿El obrero no sueña con dejar de ser obrero? La clase es el conjunto de los individuos, de las sensaciones de los individuos —Esto no quiere decir que la clase no exista, los intereses siguen siendo distintos—.

Quien siente, vive dentro de sus posibilidades, no puede elegir salir de ellas. No puede romper con su alma.

El sueño con ser pequeño siempre viene, cuando se ha sido feliz en la infancia. Ser feliz de pequeño genera una dependencia constante con el pasado, con un tiempo mejor ¿Se puede mejorar si ya has estado en la cima? Tenemos la obligación de conducir entre fantasmas, de superar nuestros miedos. El miedo también se siente ¡El amor puede ser un acto terrorista hoy en día! Sentir está prohibido. Se admira desde la distancia, el amor, no se toca. La música, los cuadros, la escultura y la escritura pueden hablar de ello, porque no están. Se cierra el libro y el amor cae. Lo incondicional es dependencia emocional, una perversión. No luches por quien quieres que te humillas. Tú vales más ¿Se vale más que alguien? Esa fe por el amor, permite que se quiera a distancia. El sentimiento roza así el espacio religioso y no humano, no tangible. Se tiene fe por él, no esperanza. Se espera alcanzar y el mito es irreconocible en lo cotidiano.

La superficialidad del mundo impide cualquier acto de submarinismo, navegas o desapareces. Ante el dolor la marea te arrastra y es implacable. El trabajador no vende exclusivamente su fuerza de trabajo, en el salario va también su tiempo. Lo único que el hombre tiene: tiempo. El salario es el alquiler del alma. Alquiler aceptado, dado que la maduración es eso: desaparecer. Los “21 gramos”, peso que se le da al alma, son perdidos con el envejecimiento. La lucha de supervivencia obliga a los individuos a alienarse en la ingeniería social. La revolución que viene, el peso de los días. La vida, como única posesión no vendible —por el momento—se convierte en algo aséptico.

2 Comments

  1. No te suicides aún, espera un tiempo.
    La vida de las cosas son siempre iguales, pero cambian de color cada día. Es posible que mañana lo veas todo de otro color y tus escritos (estado de ánimo) ya verás que serán diferentes.
    Mientras tanto, a qué está sujeta tu voluntad.
    Un saludo cordial de uno que dice que es de clase obrera.

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