La revolución de octubre de 1934 en El Bierzo

«Vigilantes, ingenieros y otros cuadros intermedios de las empresas huirán de Fabero ante el temor a represalias por parte de los obrero».

Por Alejandro Martínez

La revolución de 1934 tuvo un precedente en la comarca berciana con la insurrección liderada por los mineros faberenses en diciembre de 1933. La represión se cebará con el movimiento con 102 trabajadores detenidos y la CNT desarticulada. Un hecho que desde las organizaciones socialistas es considerado un ataque al movimiento obrero. En los meses previos a octubre de 1934 se conculcan derechos y libertades democráticas por parte del gobierno derechista, contribuyendo a aumentar el clima de tensión en las cuencas mineras.

El contexto está condicionado por el auge  del  fascismo en Europa, la frustración por lo limitado de las reformas republicanas,  las amenazas  sobre  lo conquistado y el temor al ascenso del fascismo en España por la entrada de la CEDA en el gobierno.

En El Bierzo la Alianza Revolucionaria se materializará con más fuerza donde existe mayor presencia del sindicalismo ugetista, a pesar de que el presidente de la Agrupación Socialista Berciana, Francisco Puente Falagán, era contrario a la revolución.

La huelga general revolucionaria estalla el viernes 5 de octubre. Esa misma noche los mineros ya controlan la cuenca del Sil. Desde primeras horas de la mañana del 6 se paraliza la cuenca de Fabero y los obreros toman posiciones en Páramo del Sil, asaltando el cuartel de la Guardia Civil. En Toreno y Matarrosa del Sil, los revolucionarios dirigidos por el minero comunista Críspulo Gutiérrez, se hacen con el control de la zona. En otros pueblos de la comarca se organizaron varios Comités de ayuda a los trabajadores en huelga y en Toral de los Vados los obreros de Cementos Cosmos sabotean el puente del ferrocarril en Sobrado.

Vigilantes, ingenieros y otros cuadros intermedios de las empresas huirán de Fabero ante el temor a represalias por parte de los obreros, según refleja la prensa católica de la época. Incluso a pesar de no ser epicentro de la insurrección, que en este caso se desplazará al Sil y al Alto Bierzo.

Ponferrada estaba tomada por la Guardia Civil, por lo que las columnas de mineros de las cuencas de Fabero y el Sil se dirigen a Bembibre al grito de «Un, dos: Estrella Roja». Será en la capital del Bierzo Alto donde el 7 de octubre se proclame la República Socialista.  La revista “La Estampa” se hace eco de lo sucedido en su crónica del 20 de octubre de 1934 de la siguiente forma:

“El domingo 7 de octubre de 1934, a las once de la mañana, 2000 mineros de la cuenca del Sil bajaron como un alud de sus altas montañas y se apoderaron de Bembibre. Iban formados militarmente, en filas de a dos, con ocho jefes de escuadra y otros dos jefes supremos, un socialista y un comunista.

A la pacífica gente de Bembibre, poco acostumbrada a estos espectáculos bélicos, el desfile de los mineros del Sil, con sus duros rostros negros, con sus pistolas amartilladas y sus voces de mando, no les causó ninguna satisfacción, pero parlamentaron con ellos.

– Queremos armas dijeron los mineros.

Se les fueron dando y entonces los revoltosos se dirigieron al Ayuntamiento destrozaron toda la documentación que allí había y proclamaron la República Socialista.

Tras hacerse con el pueblo, los revolucionarios sustituyen la bandera republicana del ayuntamiento por una roja con las siglas U.G.T. y queman el archivo municipal. La iglesia también será incendiada salvo una imagen del “Sagrado Corazón”, que es indultada y dirigida a las barricadas de la plaza, donde se le coloca un cartel con la inscripción: “Cristo Rojo, a ti respetamos por ser de los nuestros.”

“Fue la de Bembibre la República socialista de más breve vida: diez horas”, sentenciaba Estampa. La revolución será aplacada el día 8. Dos compañías del Regimiento de Infantería nº 12 procedentes de Orense, se unen a otras dos compañías, una de fusileros y otra de ametralladoras de Astorga, que logran hacerse con la situación y los mineros se ven obligados a huir.

En su retirada, los trabajadores serán sorprendidos por fuerzas de la Guardia Civil y del Regimiento nº 12. Entre Santa Marina del Sil y Rodanillo se entabla un tiroteo. Los insurrectos se refugian en el monte, es en este momento cuando uno de los dos camiones que trasportaba a los mineros se dirige hacia los cuerpos represivos. Una vez rodeado por ellos, se bajan los militares lanzando una bomba que explotó la dinamita del camión. Dos Guardia Civiles mueren en el acto y dos mineros resultan heridos.

Tras el fracaso de la revolución llegará una dura represión, despidos y más ilegalizaciones de organizaciones e instituciones obreras, como la Casa del Pueblo de Ponferrada. La fuerza pública controlará todo El Bierzo entre el 9 y el 10, llegando a Laciana el 11 de octubre con apoyo de la aviación.

Las detenciones se cuentan por cientos, sólo en Bembibre superan los 200. En los días siguientes el minero José Guerra, residente en Toreno, será detenido, sometido a un Consejo de Guerra y ejecutado el 7 de noviembre en el campo de tiro de Puente Castro.

Durante las detenciones los trabajadores sufrirán fuertes torturas. Unas duras condiciones que los llevará a protagonizar huelgas de hambre en la cárcel de Ponferrada. Algunos, como Emilio Moldes, perderán la vida a causa de las palizas.

Las empresas aprovecharán para despedir a los trabajadores más reivindicativos, las listas negras se extienden en las empresas, como en la MSP bajo la dirección de Marcelo Jorissen.

Francisco Falagán, a pesar de ser contrario a la misma, valoró que “la revolución había fracasado; sin embargo había cumplido su objetivo, demostrando al país y al mundo que el Partido Socialista y la Unión General de Trabajadores tenían suficiente fuerza para interrumpir la actividad de la nación”. Las bases socialistas fueron decisivas en este proceso, aunque la colaboración de militantes y dirigentes cenetistas de Fabero, o comunistas de Matarrosa del Sil, resultaron claves en el 34 berciano.

1935 será un año de reconstrucción del movimiento obrero y sindical obligado a trabajar en condiciones de clandestinidad. La lucha para obtener la amnistía de los condenados por los acontecimientos de 1933 y 1934 se combina con la lucha política para hacer triunfar las candidaturas del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. Listas que ganarán por amplia mayoría en la comarca berciana y en Laciana.

Tras la victoria del Frente Popular y la conquista de la amnistía, las cárceles se vaciarán de presos políticos y los mineros encarcelados regresarán a las cuencas, según consta en las actas del Ayuntamiento de Páramo del Sil, “indigentes, famélicos y harapientos”.

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