La memoria de los huesos que siguen buscando su lugar en nuestra historia

‘La memoria de los huesos’ es un documental, dirigido por Facundo Beraudi en 2016, que se centra en el trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).

Por Angelo Nero | 23/08/2024

Los huesos tienen memoria.
memoria que no se deja
Huesos que brotan de todo el territorio
Huesos sin nombre ni razones,
sin identidad, deudos, ni bendiciones
seres que surgen de cráneos huecos y edulcorados
Para darle vuelta a la memoria
Seres rotos, fragmentados que se juntan y se mezclan
Entre luz, azúcar, viento y celebración
La Tabula raza es ya imposible,
El lienzo de azúcar que se mueve
que nos mira y nos camina por los ojos
que se yergue y brinca por encima de sus muertes
que nos cuenta desde dónde nacen esos huesos
que saben, que no callan y reaniman cada ciclo
historia de serpientes que nos caminan por la cara
Que nos se pasean y nos traen a la memoria,
los que nos duelen porque los conocimos,
los que quisimos y nos quisieron,
Pero también a los no reconocidos, ni encontrados
Para despedirlos por su nombre.
A su memoria
que es la de los huesos que siguen buscando lugar en nuestra Historia

Betsabeé Romero

Los huesos tienen memoria, como dice la mexicana, y cuando salen de la tierra en la que fueron silenciados, nos hablan de como perdieron sus andares, como dejaron de buscar horizontes, de relacionarse con otros huesos para fabricar historias, para hacer algo más que trabajar, comer, dormir, porque esos huesos “que nos duelen porque los conocimos” siguen teniendo nombre, y un equipaje de amores y de luchas, que solo si las olvidamos desaparecen, y convierten a esos huesos en restos humanos anónimos, invisibles, como quisieron sus verdugos que fuese su destino: desaparecer bajo tierra, para que nadie se hiciese más preguntas, ni buscase más horizontes, ni se relacionara con otros huesos para fabricar historias, o amores o luchas.

“Para darle vuelta a la memoria”, hay centenares de mujeres y de hombres, que, como hormigas, horadan la tierra, y gritan: “nos duelen porque los conocimos”, aunque sólo les conociesen por fragmentos de recuerdos, por viejas fotografías, por canciones incompletas, por el eco de sus utopías, y se arrodillan para buscar bajo la tierra la memoria oculta de los huesos. Ya lo dijo Castelao: “No entierran cadáveres, entierran semillas”, y esas semillas son las que nos devuelve la memoria, y hace brotar una y otra vez la lucha por la libertad.

La memoria de los huesos es también el título de un documental, dirigido por Facundo Beraudi en 2016, que se centra en el trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que se define como “una institución científica, no gubernamental y sin fines de lucro. Aplica metodologías y técnicas de diferentes ramas de las ciencias forenses para la investigación, búsqueda, recuperación, determinación de causa de muerte, identificación y restitución de personas desaparecidas.” Y que “Trabaja con víctimas de desapariciones forzadas; violencia étnica, política, institucional, de género y religiosa; desapariciones actuales, narcotráfico, trata de personas, crimen organizado; procesos migratorios, guerras y conflictos armados, accidentes y catástrofes.”

El EAAF se creó en 1984, por iniciativa de las organizaciones de Derechos Humanos argentinas con el fin de “desarrollar técnicas de antropología antropología forense que ayudaran a descubrir qué había sucedido con las personas desaparecidas durante la dictadura militar (1976-1983)”. Desde entonces han trabajado en más de cincuenta países de todo el mundo a solicitud de organismos como el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia, el Comité Internacional de la Cruz Roja (en Sri Lanka, Georgia, Abkhazia, Colombia, Líbano, Irán/Iraq, Libia, y Ucrania), el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (en Congo, Costa de Marfil, Togo, y Sierra Leona), la Comisión Forense para la Verdad Mexicana, la Fiscalía Especial de Etiopía o la Comisión de la verdad de las Naciones Unidas para El Salvador, entre otras.

El Equipo Argentino de Antropología Forense, está formado, por antropólogos, arqueólogos, médicos, geógrafos, genetistas, todos ellos entregados a la tarea de devolverle la memoria a los huesos, de desenterrarla, de ponerles nombre y de señalar también como fueron silenciados.

En el documental del argentino Facundo Beraudi se recogen tres historias, en tres escenarios diferentes, pero con muchas similitudes, la de aquellos que buscan a sus desaparecidos, a los que no tienen ni tan siquiera unos huesos bajo un puñado de tierra a los que llorar. Es la historia de David Toubes, que con solo ocho años, en la madrugada del primero de octubre de 1976, le arrebataron para siempre a su padre, Juan Héctor, militante del PRT-ERP, que en el momento de ser secuestrado tenía 29 años. Es también la historia de Rosaria Isabella Valenzi, que sigue buscando a su hermana Silvia, militante de Montoneros, que fue secuestra el 22 de diciembre de 1976, cuando tenía 21 años y estaba embarazada de cuatro meses, a su cuñado de 26, Carlos Alberto López Mateos, también militante Montonero, secuestrado cuatro días antes, y a la hija de ambos, Rosa, de la que hay constancia de su nacimiento en un hospital del Quilmes, el 2 de abril de 1977. Y también es la historia de Roxana Mejivar, a más de seis mil kilómetros de distancia, en El Salvador, que busca los huesos de su madre, enterrada precariamente tras ser víctima de un bombardeo aéreo del ejército salvadoreño, en la guerra civil que asoló el país entre 1979 y 1982.

Cristina Fallarás narró hace unos años, en una columna de Ctxt titulada “La memoria en los huesos”, su experiencia en una exhumación en Guadalajara, en la búsqueda de los huesos de su padre: “Cuando un forense habla con los huesos y ve al hombre, dan ganas de preguntarle si besaba mucho, su forma de abrazar, cómo bailaba en las fiestas de su pueblo, con quién se iba a los huertos. ¿Qué más puede ver?

“Veo muchas cosas a las que España debería mirar y no lo hace. Veo a un hombre… ¡Era un hombre! Pero la gente acostumbra a pensar ‘Oh, no, no hay que pensar en eso, no hay que molestar a los muertos, porque al fin y al cabo son historia…’. ¡No! Sí hay que molestar a los muertos, sí hay que verlos. El problema es que la mayoría de gente no se ha enfrentado a la violencia de esto, no sabe realmente lo que significa. Estas personas no eran soldados, no eran guerreros, eran muy normales, vivían en sus casas, tenían sus trabajos y llegó un día el ejército, o quien fuera, los sacaron, y los mataron, y los dejaron aquí… y nadie ha asumido esa responsabilidad durante 80 años. Eso es lo que veo”.

Mirar a nuestros muertos, escuchar lo que cuentan sus huesos.”

Pero para que esos huesos hablen hace falta, tal como se documenta en el film de Beraudi, un exhaustivo trabajo de información, investigación, exploración, análisis forense, identificación y, si es posible, de restitución a sus familiares, para lo que no solo es imprescindible la labor de organismos como la EAAF, si no de la implicación de las autoridades, algo que, lamentablemente, ocurre en Timor, en México, en Congo, en Líbano, en Argentina, pero no en España, dónde todavía hay miles de huesos esperando a ser escuchados, a que, como vemos en “La memoria de los huesos”, un juez baje a la fosa a tomarles declaración.

“¿La encontraron? ¿Qué habían encontrado de ella? ¿Para qué quería yo sus huesos? Porque yo los quería. Quería su cuerpo. De huesos empecé a hablar más tarde, frente a la evidencia de unos cuantos palos secos y amarillos iguales a los de cualquiera. Iguales a esos que se enhebran con alambre y los alumnos manipulan como utilería en un aula de biología. Esquirlas de una vida. (…) Chasquido de huesos, bolsa de huesos, huesos descarnados sin nada que sostener, ni un dolor que albergar. Como si me debieran un abrazo. Como si fueran míos. Los había buscado, los había esperado. Los quería.” Marta Dillon, la fundadora del movimiento Ni una menos, narra en “Aparecida” como fue su propio diálogo con los huesos de su madre, Marta Taboada, que fue madrugada del 28 de octubre de 1976, embarazada de mellizos, asesinada tres meses más tarde y enterrada en una fosa común en el cementerio de Avellaneda.

María Paulinelli escribió también, en 2017, un estupenda reflexión sobre “La memoria de los huesos”, en el medio amigo de La Tinta, que comenzaba así (y que recomendamos leer al completo, después de visionar el film):

“Una panorámica de una ciudad contemporánea, abre al film con una voz en off que habla sobre los desaparecidos. La imagen de una mujer caminando en una estación de trenes, cierra la larga sucesión de imágenes que particularizaron historias de aquella pluralidad inicial. En el medio, la memoria de los huesos. Los huesos que hablan sobre alguien, una persona que alguna vez, estuvo viva. Los huesos que perdidos, amontonados en espacios ignotos, esperan ser descubiertos, limpiados, clasificados, reconocidos y entregados a quienes pertenecen, a integrarse a la comunidad de los vivos en su mera condición de muertos, ahora con nombre, identidad e historia. Los huesos recuperados desde un lento proceso de búsqueda, de identificación, de estudio de sus particularidades. Los huesos que finalmente pueden salir del anonimato de la desaparición y el desconocimiento, para ocupar un lugar en el espacio que los humanos desde siglos comparten en los ritos de la muerte. Los huesos –finalmente– que dialogan con los vivos en su reconocimiento de la identidad que los identifica, a contramano de la oscuridad y la ausencia a que habían sido condenados.”

1 Comment

  1. Cuánto falta por hacer en España, repleta de fosas comunes. La tarea de reparación y memoria es indispensable para avanzar hacia una democracia verdadera. Gracias por el artículo.

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