Su vida bien podría describirse como una metáfora de la tragedia del continente africano durante el siglo XX.
Por Oscar Guisoni | Socompa
Fue condecorado como héroe de la Segunda Guerra por Charles de Gaulle. Fue líder de la guerra de independencia de Argelia, que costó la vida del 15 por ciento de la población de su país. Fue hacedor y símbolo del tercermundismo, así como de la parte trágica de la descolonización africana.
[S]í, mi vida ha sido una vida de lucha. Puedo decir que nunca se detuvo un solo instante. Un combate que empecé cuando tenía 16 años. Ahora soy viejo, tengo 90 años, y mis motivos no han cambiado. Me impulsa el mismo fervor” dijo hace apenas unos años. Y no mentía. Porque si algo caracterizó la vida de Ahmed Ben Bella fue la lucha. Lucha en la Segunda Guerra Mundial junto a las tropas francesas y en los años de las revueltas anticoloniales en Argelia, su país natal, contra Francia; lucha en los primeros años de la independencia de su país contra sus propios enemigos internos y lucha en los años de la prisión y el exilio contra sus rivales políticos; siempre lucha. Su vida bien podría describirse como una metáfora de la tragedia del continente africano durante el siglo XX. Sus logros, sus fracasos, sus errores y su persistencia infinita lo transformaron en un símbolo de la impotencia y las dificultades de los países africanos a la hora de emprender la difícil tarea de autogobernarse. Repasar los momentos más importantes de su vida sirve permite comprender la deriva del África contemporánea y la envergadura de los desafíos que afronta en el siglo XXI.
Ahmed Ben Bella nació en el seno de una familia de campesinos pobres en Maghniyah, Argelia, el 25 de diciembre de 1916. Su padre, Embarek Ben Madjoub, era un ciudadano de origen marroquí que terminó con sus huesos en ese pequeño poblado cerca de la frontera con Marruecos en donde prosperó su numerosa familia de ocho hijos. Argelia era una colonia francesa desde 1830 y París regía los destinos del territorio africano con mano de hierro, condenando a la población nativa a una vida de extrema pobreza y servilismo brutal. Y aunque su familia se las ingenió para enviarlo a cursar estudios secundarios, apenas tuvo edad militar Ben Bella fue convocado a las armas. En esas estaba cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y se vio, con 22 años, en el frente de su primera batalla.
Su alta estatura y su coraje a prueba de situaciones adversas lo destacan en el combate, por lo que no tarda en llenarse de condecoraciones militares. Al final de la guerra, en 1945, el general De Gaulle, que se transformará pronto en su principal enemigo político, le impone en persona la Medalla Militar por su trayectoria, gracias a su participación en la campaña de Italia y en la posterior liberación de Francia. Durante esos años se consolidan sus ideas nacionalistas y lucha convencido de que al final del conflicto Francia le otorgará la independencia a Argelia en recompensa por su aporte a la hora de derrotar a los nazis. Pero nada de eso ocurre. En mayo de 1945, con los cañones aún humeantes en los campos europeos, una manifestación independentista en la ciudad de Sétif termina en una masacre ordenada por las tropas francesas, con más de cinco mil muertos. Ben Bella y sus compañeros de armas comprenden que no habrá independencia gratuita y no tardarán en embarcarse en una de las más cruentas guerras de liberación del continente africano.
La larga guerra
Sus medallas y la historia del héroe militar que se batió junto a los invasores no tardan en convertirlo en una especie de mito entre sus compatriotas. Pronto comienza a militar en el Partido del Pueblo Argelino (PPA) y se apunta una primera victoria política al conseguir que los ciudadanos nativos participen de la administración municipal. Pero las concesiones francesas se acaban pronto y París no tarda en demostrar que no tiene intención alguna de sumarse al proceso de descolonización que se está llevando a cabo a nivel global. En 1947 Ben Bella decide que el único camino posible es la lucha armada y se integra en la Organización Especial, un grupo pro independentista del que llegará a ser responsable de organización en su región natal, Orán.
El video que sigue son los primeros tres minutos de una de las películas más memorables de Gillo Pontecorvo: La Batalla de Argelia.
En 1949 participa personalmente en el ataque a la Central de Correos de Orán, por lo que es detenido por los franceses al año siguiente. Luego de un sonoro juicio, es condenado a ocho años de prisión, pero en 1952 logra fugarse y consigue llegar a París, donde vive clandestinamente durante unos meses en un pequeño ático. Pronto se da cuenta que el verdadero foco del nacionalismo africano de la época es el Egipto del coronel Nasser, por lo que se traslada a El Cairo desde donde comenzará a organizar la resistencia armada contra los franceses. Pero las cosas no resultarán tan fáciles y rápidas como imaginaba. La derrota de los franceses en Indochina convence a los independentistas argelinos de que el árbol ya está maduro y el Comité Revolucionario, que Ben Bella integra junto a otros ocho dirigentes, convoca al levantamiento anticolonial el 1 de noviembre de 1954 dando comienzo a uno de los conflictos más sangrientos del continente. En diciembre de ese mismo año funda el Frente de Liberación Nacional (FLN), del que se transforma en su principal referente.
La batalla será dura. Francia resiste con uñas y dientes y declara sus intenciones de no entregar la colonia, que el general De Gaulle considera “parte del territorio francés”. Los servicios de inteligencia galos no tardan en señalar a Ben Bella como el máximo objetivo a batir y preparan múltiples atentados contra su figura, al tiempo que la represión contra el alzamiento civil se cobra miles de vidas. Al finalizar la guerra, en 1962, se calcula que el ejército francés había masacrado cerca del 15 por ciento de la población nativa (algo más de un millón de muertos) mientras que 30.000 franceses perecieron durante el conflicto. En plena conflicto, en 1956, el ejército francés captura un avión civil marroquí en el que viajaba Ben Bella junto a altos dirigentes del FLN y los traslada a Francia donde permanecerán en prisión durante seis años.
Durante su estadía en la cárcel su prestigio se dispara y en 1958 es designado vicepresidente del primer gobierno provisional, aunque permanecerá en prisión hasta 1962, cuando la firma de los Acuerdos de Evián ponga fin a la guerra otorgándole la independencia a Argelia. Transformado en un héroe popular, regresa al país en clamor de multitudes y partidario del ala más dura de la revolución, aunque rechaza las tesis comunistas que se han expandido por la región en el contexto de la Guerra Fría. La crisis interna, que hasta ese momento se había soterrado en el FLN, estalla y Ben Bella da un golpe de mano que lo termina por sentar en el sillón de la presidencia de la flamante república. Todavía no sabe que sus problemas apenas han comenzado.
El fracaso y el golpe
Partidario de un fuerte programa de nacionalizaciones, Ben Bella trata de utilizar su prestigio internacional para ganar apoyos en la región y no tarda en convertir a Argelia en el foco de las posiciones tercermundistas que tratan de tomar distancia tanto de Occidente como del bloque soviético, dando un fuerte impulso al grupo de Países No Alineados. Durante los primeros meses pone en marcha una arriesgada reforma agraria al mismo tiempo que su política económica se topa con los problemas de un estado burocrático y subdesarrollado y su programa de desarrollo industrial en el marco de un socialismo utópico se transforma en un sonoro fracaso.
La situación política no era menos compleja. Al FLN le cuesta controlar un país anarquizado y destruido por la guerra de independencia y la represión contra los ex partidarios de la colonia se vuelve en muchos casos brutal. Su fuerte personalismo termina por granjearle enemistades dentro de su propio partido, que se transforman en 1964 en una crisis política de envergadura cuando se ve obligado a reprimir una revuelta de una fracción del FLN que ha decidido continuar con la lucha armada. El episodio termina por volcar a demasiados intereses en su contra y el 19 de junio de 1965 su propio ministro de Defensa, el coronel Houari Boumedienne, le da un golpe de estado.
Pero su figura es demasiado grande para derrocarlo con un simple movimiento militar, por lo que sus enemigos deciden encarcelarlo, luego de debatir seriamente sobre la opción del asesinato para acabar de una vez con el peligro que intuían en su fuerte legitimidad popular. El nuevo gobierno decide perdonarle la vida, pero Ben Bella deberá soportar 15 años de prisión, aunque a partir de la muerte de Boumedienne en 1978 le suavizan la pena con arresto domiciliario. En 1980 es liberado y partió al exilio en Ginebra, Suiza.
Regreso a la política
A pesar del amago sabor de boca que le deja la experiencia política, Ben Bella no se rinde. Interpreta que todo lo que le ha sucedido es por las dificultades que tienen los países africanos para manejarse en el nuevo contexto de la independencia y vuelve a manifestarse una y otra vez por la unidad continental para poder afrontar los difíciles nuevos tiempos. En 1990 da un paso fundamental y decida retornar a la vida política de su país. Funda el Movimiento por la Democracia, pero la situación en Argelia se ha complicado con el ascenso del Frente Islámico de Salvación (FIS), por lo que decide no participar en las elecciones de 1991 cuando comprueba que sus posiciones políticas no logran calar en la radicalizada sociedad de aquellos años.
La victoria electoral del FIS provoca un nuevo golpe de estado y el país se sumerge en una cruenta guerra civil que dura una década y se salda con centenares de miles de muertos. Su visión laica de la política y su denuncia de la corrupción en la que se ha sumergido el régimen del FLN lo transforman en un personaje incómodo, pero su figura envejecida ya no provoca temores. Apenas es un ícono vivo de la independencia, un personaje del pasado con escasa o nula participación en la convulsa Argelia de finales de siglo. Sus últimos años los dedicó a difundir en diferentes foros internacionales un encendido pacifismo anticolonialista y una visión de su querida y doliente África que muy pocos de sus contemporáneos llegaban siquiera a comprender en profundidad. Hasta que ya vencido por las inclemencias de tanta lucha el viejo león se rindió, a los 95 años, el 11 de abril de 2012. Su patria lo despidió como lo que fue, un héroe de la independencia, aunque la huella de su ejemplo sea tan difícil de encontrar en el país por el que tanto peleó durante toda su vida.
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