Afganistán: un apartheid progresivo contra las mujeres

El régimen de los talibanes avanza con sus políticas de recorte de los derechos de las mujeres afganas.

Por Leandro Albani / Revista Sudestada

El 25 de febrero pasado, el régimen Talibán que usurpó el poder en Afganistán el año pasado, se pronunció sobre la guerra entre Rusia y Ucrania. El portavoz de la cancillería, Abdul Qahar Balkhi –uno de los “nuevos rostros” del movimiento integrista-, expresó en su cuenta Twitter: “El Emirato Islámico de Afganistán, en línea con su política extranjera de neutralidad, llama a ambas partes del conflicto a resolver la crisis a través del diálogo y por medios pacíficos”.

En el segundo día del conflicto bélico en territorio ucraniano, el Talibán aseguró estar siguiendo de cerca lo que sucede y manifestó “su preocupación por la posibilidad real de bajas civiles”. El propio Balkhi señaló: “El Emirato Islámico también pide a todas las partes que presten atención a la salvaguarda de las vidas de los estudiantes y emigrantes afganos en Ucrania”.

¿El Talibán se humanizó? ¿Acaso los hombres que integran el régimen afgano actual comprendieron las bondades del diálogo y la paz? ¿Podemos pensar que este movimiento que aterrorizó a Afganistán durante décadas ahora se erige como un faro de reflexión y concordia mundial? Estas preguntas tienen una respuesta simple: no.
Pero prestemos atención al pedido del portavoz de la cancillería afgana de que Rusia y Ucrania deben salvaguardar las vidas de los estudiantes y emigrantes afganos. O mejor dicho: citemos el famoso dicho popular “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”.

La semana pasada, el régimen Talibán prohibió a las niñas del país a acudir a la escuela a partir de sexto grado. Recordemos que al conquistar Kabul, en 2021, el Talibán prometió moderación en sus políticas y aseguró que el calvario vivido por el pueblo afgano durante su primer régimen (1996-2001) había quedado en el pasado. Estados Unidos, China, la Unión Europea (UE), Rusia y la dirección de Naciones Unidas aplaudieron a regañadientes esta promesa, pero -salvo por algunos matices- todos estuvieron de acuerdo en que los seguidores del fallecido Mulá Omar ocuparan el poder estatal afgano.

Según la información difundida por diversos medios internacionales, el 23 de marzo, tras la reapertura del año escolar y con miles de adolescentes en las aulas, el Departamento de Educación afgano ordenó el cierre de las escuelas para niñas “hasta que se elabore un plan de acuerdo con la ley islámica y la cultura afgana”. De esta manera, las mujeres mayores de 12 años quedan excluidas del sistema educativo.

No hay que ser muy perspicaz para entender que esta medida va de la mano con la política que el Talibán ya mostró durante su anterior régimen y en los territorios que controló a partir de 2001, mientras Estados Unidos propagandizaba su triunfo en la denominada “guerra contra el terror”, que tuvo a Afganistán como su principal campo de batalla.

Conocida la noticia, la ex parlamentaria afgana Naheed Farid declaró a Euronews: “Los talibanes tienen miedo de las mujeres educadas. Declararon la victoria contra la OTAN y Estados Unidos, pero temen las manifestaciones de las mujeres y por eso las reprimen. Porque las mujeres capaces y empoderadas son un símbolo del progreso de la sociedad. La sociedad avanzada nunca aceptará la dominación de un grupo primitivo e ignorante como los talibanes. Por lo tanto, quieren detener el progreso de la sociedad con esta táctica”.

El 26 de marzo, unas 20 mujeres y niñas se manifestaron en Kabul para rechazar la medida. La agencia AFP informó que la protesta duró menos de una hora, hasta que un grupo de talibanes armados llegó al lugar y dispersó a las manifestantes.

Malahat, una estudiante que habló con AFP, dijo: “Pensábamos que los talibanes habían cambiado, pero cuando mandaron a todos a casa desde las escuelas, comprendimos que no habían cambiado respecto a los de hace 25 años”.

En casi ocho meses en el poder, el movimiento Talibán les prohibió a las mujeres acceder a muchos trabajos gubernamentales, restringió la forma en que se visten y se les negó el derecho viajar solas fuera de sus ciudades. También arrestaron y detuvieron a varias activistas defensoras de los derechos de las mujeres.

Foto: Ahmad Sahel Arman

El 8 de marzo, cuando en todo el mundo se conmemoró el Día Internacional de la Mujeres Trabajadora, la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA, por sus siglas originales), volvió a denunciar al régimen Talibán, al que calificaron de “misógino e inhumano”. En un comunicado (http://www.rawa.org/rawa/2022/03/08/afghan-women-will-never-surrender-to-the-most-misogynist-and-inhumane-group.html), alertaron que las mujeres afganas “viven tiempos cruelmente odiosos”. Desde RAWA no sólo apuntaron contra el Talibán, sino que aseveraron que la actual situación se debe “a los 20 años de traición y crímenes de Estados Unidos, la OTAN y sus mercenarios afganos”.
En la declaración, las integrantes de RAWA remarcaron que “los talibanes están extremadamente aterrorizados por el poder y la movilidad política de las mujeres, y están tratando de sofocar sus acciones de búsqueda de justicia utilizando cualquier método fascista y salvaje”. “Pero así como las mujeres afganas han soportado la peor parte de la guerra y el terror durante más de 40 años, tienen un profundo rencor contra los perpetradores de la barbarie y la tiranía, y no sucumbirán fácilmente a la presión, la opresión y la moderación de los talibanes”, resumieron.

Unos pocos días antes de que los talibanes tomaran esta nueva medida represiva, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó una resolución que establece una presencia formal del organismo en Afganistán. Desde el Consejo de Seguridad, rápidamente aclararon que esto no equivalía a un reconocimiento internacional del régimen afgano. Para aprobar la resolución, 14 países la avalaron, incluida China, mientras que Rusia se abstuvo. La otra argumentación del Consejo fue que con la “presencia formal” en Afganistán, Naciones Unida puede responder a la crisis humanitaria y económica que atraviesa el país. Cabe preguntarse por qué Naciones Unidas no resolvió la tan temida crisis afgana mucho antes, teniendo en cuenta que el país la sufre desde hace varias décadas.

Con este apoyo internacional, los talibanes saben que tienen vía libre para que la represión sea su principal política de Estado. Poco importa que luego de la prohibición a las alumnas mayores de 12 años de ir a la escuela, la propia Naciones Unidas criticara al régimen con dureza. Las declaraciones de funcionarios y funcionarias del organismo internacional siempre se diluyen antes de llegar a Afganistán.

Hasta ahora, la única “explicación” por parte del régimen la brindó su portavoz Aziz Ahmad Rayan, que justificó la medida con el mismo argumento utilizado para cerrar los colegios secundarios y las universidades femeninas: garantizar que la escolarización de las niñas respete las normas del Islam, según la interpretación ortodoxa y conservadora que hace el Talibán.

Entre el 26 y el 27 de marzo, el régimen afgano tomó otras dos medidas. La primera, según informó la agencia DPA, ordenó “a todas las aerolíneas que operan en Afganistán que prohíban a las mujeres viajar solas, sin un acompañante masculino o guardián”. La segunda fue la prohibición de que hombres y mujeres vayan juntos a los lugares de ocio en todo el país. Un comunicado del Ministerio de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio explicó: “Los domingos, lunes y martes, las mujeres pueden visitar los parques de diversiones, siempre que usen hiyab, y los hombres tienen prohibido asistir en esos días”. Además, se especificó que áreas turísticas de la provincia de Kabul, como Paghman, Shakardara, Estalif y otras estarán abiertas a las mujeres, pero deben usar el hiyab completo “y evitar mezclarse con extraños y extranjeros”.

Apartheid, violencia, represión y persecución, violación a los derechos más básicos estipulados en las leyes internacionales y encarcelamientos cada vez más frecuentes: todo esto ofrece el Talibán a las mujeres afganas. Las potencias mundiales y la ONU, que de una u otra manera respaldaron la llegada de los talibanes a Kabul, prefieren conmoverse por otras regiones del mundo. Para ellos, por lo visto, Afganistán queda demasiado lejos.

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