Las pujas internas dentro del Movimiento al Socialismo tienen el potencial de alimentar el fantasma de la desestabilización que se impulsa desde la oposición al gobierno de Luis Arce.
Por Ana Dagorret / La tinta
Bolivia vive semanas intensas. La disputa de poder dentro del Movimiento al Socialismo (MAS), partido del actual presidente Luis Arce, da que hablar en los medios de comunicación nacional, la enorme mayoría alineados con la oposición que encabeza la provincia de Santa Cruz.
Por un lado, el expresidente Evo Morales y líder del partido acusa al gobierno de no combatir la corrupción en sus filas y apunta, a modo de crítica, que “no estamos como antes”. Del otro, el actual mandatario, que fue ministro de Economía de Evo durante sus tres mandatos, como representante del ala “renovadora” del MAS, presenta números a modo de respuesta a las críticas como prueba del más que aceptable desempeño durante la gestión que encabeza.
La situación se presenta confusa debido al presente económico de la República Plurinacional de Bolivia. En 2022, tuvo un crecimiento en torno al 4%, un porcentaje que pudo ser mayor, pero se vio “ralentizado” por la huelga de 36 días en Santa Cruz (motor económico del país) y por fenómenos climáticos que afectaron la producción.
Los índices de inflación también muestran un panorama estable: 3,28%, según lo establecido en el Programa Fiscal-Financiero 2023, producto de la política de subsidio de los combustibles implementada desde 1997. Ante una situación de aumento de precios que se ha extendido internacionalmente, una de las campañas impulsadas desde el gobierno boliviano fue la comparación con la realidad económica de otros países, donde el aumento fue generalizado ante la guerra en el Este europeo.
Pese a la realidad que muestran los números, donde Bolivia aparece con un desempeño más que aceptable teniendo en cuenta la situación global, desde el mismo partido de gobierno, surgen acusaciones contra lo que consideran una gestión neoliberal, que oculta casos de corrupción y que persigue a los militantes del MAS del ala de Evo Morales en la administración pública. Otro de los argumentos utilizado por los evistas contra el gobierno de Arce es el aumento del narcotráfico, el cual atribuyen a las concesiones otorgadas por el Ejecutivo, que permitió el crecimiento de la actividad informal.
Desde el ala de Arce, no sólo niegan las críticas, sino que se exponen los indicadores económicos como logros alcanzados. A su vez, desde la renovación, ven en la figura de “Lucho” Arce un líder que puede expandir el voto por el MAS a sectores urbanos, de cara a las elecciones de 2025, rompiendo así el techo que tendría Evo, cuya popularidad es alta entre los sectores rurales, pero presenta límites por fuera de su núcleo duro.
Detrás de la disputa interna en el MAS, se esconde lo que algunos analistas apuntan como aspiraciones personales y la aparente continuidad del proyecto de poder del expresidente Evo Morales, así como de aquellos sectores que lo apoyan. Las investigaciones respecto del golpe de Estado que sufrió Morales en 2019 confirman que no hubo fraude electoral, lo cual le daría legitimidad a la victoria de Evo para otro mandato de cinco años, motivo por el cual el exmandatario insiste en recuperar protagonismo de cara a 2025.
Desde esta lógica, la estrategia parece ser dividir los votos dentro del partido, lo cual, en principio, podría beneficiar a Morales, que cuenta con el control del aparato del MAS y con más representatividad dentro del Parlamento. A esto, se le suma la reforma del estatuto del partido, que establece que sólo pueden ser candidatos a presidente quienes tengan más de 10 años de filiación con la sigla. No es el caso de Arce, que sólo se afilió tras el acuerdo que lo postuló como candidato en el 2020 y luego de ser elegido por el propio Evo para encabezar la disputa.
En la lectura de Álvaro García Linera, exvicepresidente de Bolivia durante los gobiernos de Evo y uno de los intelectuales orgánicos más importantes del continente, el incentivo a la división interna constituye un “suicidio político”. Linera llegó a decir en una entrevista que “hay diferencias que cada vez se van agrandando más, porque encima hay personas descalificadas que hablan en nombre de los líderes y eso está desangrando nuestro proceso”.
Linera apunta con estos dichos contra la dirigencia del Grupo de Puebla, que en sus reuniones convoca a Morales en lugar de a Arce, casi como un acto de desconocimiento al actual presidente boliviano. Según el exvicepresidente, “si hay alguna responsabilidad de que perdamos en el 2025 va a ser esta división”.
Lejos de contemplar las advertencias, Evo Morales llegó a hacer pública su enemistad con Linera, diciendo que este lo descalificó por su condición de indígena. En sus dichos, no mencionó el hecho de que Linera haya destacado la necesidad de que el próximo presidente boliviano sea de origen indígena.
Otro de los que se refirió a la disputa interna en tono crítico fue David Choquehuanca, actual vicepresidente y uno de los líderes sindicales más importantes del país, de origen aimara. Choquehuanca no citó nombres, pero fue contundente al decir que “necesitamos descolonizar el culto a la personalidad”, en una clara referencia a la estrategia de Evo, al tiempo que destacó que la “renovación es algo natural”.
Algunos analistas advierten acerca de una posible estrategia elaborada desde afuera. Como sucedió en Ecuador en las últimas elecciones, se especula con que pueda haber agentes operando para abonar la división dentro del MAS, principalmente hacia dentro del movimiento indigenista para, de esa manera, construir una oposición fuerte a Arce. Hay quienes, incluso, llegan a especular con la posibilidad de una alianza de estos sectores con partidos de derecha para consolidar la derrota del actual presidente y, con ello, la consecuente derrota del proyecto político vigente.
Tal cual advirtió Linera, el único beneficiario de esta “pelea por un cargo”, a la cual calificó como una “degradación del proceso de cambio”, es la oposición política al Movimiento al Socialismo, que tiene entre sus principales referentes a Fernando Camacho, hoy en prisión por terrorismo y conspiración para derrocar a Morales en 2019. Lejos de perder capital político, consolida un amplio apoyo en la zona de Santa Cruz y su prisión es entendida por sus partidarios como un acto de persecución del gobierno de Arce.
De sostenerse esta situación, es más que probable que la división beneficie a la actual oposición y, con ello, se pongan en riesgo los avances alcanzados durante los 20 años del MAS en Bolivia.
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