La guerrilla fascista y su páramo salvaje de las redes sociales

En España, cuando una persona lleva a cabo un revisionismo histórico —es decir, intenta reescribir la historia— o un negacionismo —la niega— no le ocurre nada; en el resto de Europa, esta persona estaría incurriendo en un delito.

Por Isabel Ginés y Carlos Gonga / Checkout

Cuando se habla sobre la época de la Guerra Civil, de sucesos que ocurrieron en la Guerra Civil o en la represión franquista, mucha gente intenta polarizar el debate, menospreciar a las víctimas y crea polémica negando o poniendo en duda estos hechos. Esto ha estado siempre a la orden del día pero se hace cada vez más frecuente en las redes sociales.

La polémica, una discusión entre personas que defienden opiniones contrarias, no tiene sentido cuando sobre lo que se discute es un hecho fundamentado y, por tanto, verídico. La polémica sobre la veracidad de un hecho probado es una situación totalmente absurda pero no del todo inútil, ya que la simple puesta en duda de este hecho provoca que algunas personas, que no saben diferenciar entre si la información que les llega es falsa o veraz, se distancien del relato histórico —el correcto— y se acerquen al relato revisionista —falseado—. En este caso hablamos del relato fascista español, que niega muchos de sus propios hitos y sigue despreciando públicamente a sus víctimas.

Gernika, 1937: aviones alemanes e italianos bombardean indiscriminadamente la ciudad, de 7.000 habitantes, con la aprobación y el apoyo de Franco, causando 1.654 víctimas mortales, el 23% de la población, y la destrucción del 85% de sus edificios. Cuando se habla del bombardeo de Gernika hay quienes intentan generar polémica y negar que esto ocurrió. No solo ocurre esto con Gernika, también niegan que hubiera represión franquista, torturas y violaciones, como el caso de Maravillas Lamberto, violada a sus 14 años ante su padre y asesinados ambos por falangistas, o el de las Trece Rosas, 13 mujeres de entre 18 y 29 años, asesinadas por defender la igualdad política, social y económica para todas las personas.

Cualquier hecho documentado y debidamente probado es sensible de ser negado con total impunidad, ya que la Justicia española no contempla que esto suponga delito alguno. Si sumamos a esto el anonimato y la permisibilidad de las redes con la propagación de bulos, noticias falsas o fake news, obtenemos un cóctel mólotov informativo: las mentiras incendian las redes y lo que estalla es la paciencia de quienes mantienen viva la llama de la memoria.

Imaginan delitos y se los adjudican a personas que fueron fusiladas injustamente en aquel entonces por defender la libertad, algo que persigue toda persona con un mínimo de sentido común, de tolerancia y de convivencia. Estas personas son lo que nosotros llamamos agitadores sociales: sacuden un tema candente con dos intenciones primordiales, la de provocar la crispación de quien ha publicado cierta información sobre él, con vista a desmotivarle a seguir hablando de ello, y la de generar controversia para confundir a quienes consumen dicha información.

Quien recuerda, investiga y cuenta lo que pasó en la represión franquista, la venganza que tomó por su mano el llamado bando nacional tras provocar y ganar la Guerra Civil contra la población civil española, es gente que pertenece o se posiciona al lado de las víctimas, de las personas cuyos familiares sufrieron incluso un fusilamiento por tener un anhelo tan básico como un país más libre y democrático. Es gente que quiere que estas personas, decenas de miles, logren una justicia que se les negó; gente que quiere que sus compatriotas vivan en paz, y esto solo consigue otorgándoles reparación y respeto.

El respeto a una familia que sufrió la cruel y sangrienta represión franquista no consiste en compartir sus ideas o sus reivindicaciones sino en tratar a sus miembros con consideración, y en considerar que su opinión es digna y que debe ser tolerada. En ello radica la diferencia entre las malas personas y la gente íntegra: encontraremos personas con las que no compartamos ideología pero que tengan una entereza moral que les permita respetar a los demás —siempre y cuando no inciten al odio, amenacen o ataquen a otra persona o a un colectivo— pese a no estar de acuerdo.

Es precisamente por eso por lo que los agitadores sociales dedican su tiempo a lo contrario: menospreciar a familiares o a gente que solo quiere recordar la historia para que no se olvide, afirmar que lo que pasó a tantísima gente nunca ocurrió, decir que eran fake news de la época… Niegan a las familias de gente represaliada su condición de víctimas, convirtiéndolas así en dobles víctimas: sufrieron la represión a miembros de su familia y sufren ahora el ninguneo de una cobarde guerrilla digital que no tiene el valor ni de mostrar su identidad. Cómo cambian las tornas: el miedo que formaba parte del carácter de la gente roja durante el franquismo, el temor a que les escucharan las paredes, a que les atribuyeran ciertos comentarios, es el que domina ahora las frustradas mentes que se esconden tras los perfiles anónimos de odio fascista en Twitter. Quisieron a las familias calladas hasta hace 40 años y ahora las quieren atormentadas.

Hay que tener en cuenta que, en general, las personas somos manipulables, especialmente cuando no estamos correctamente informadas de un tema en concreto: tendemos a creernos la primera información que nos llega al respecto. Lo comprobamos diariamente cuando gente que conocemos nos hace llegar algún bulo. En ello se basa la estrategia de estos aspersores de odio.

En España, cuando una persona lleva a cabo un revisionismo histórico —es decir, intenta reescribir la historia— o un negacionismo —la niega— no le ocurre nada; en el resto de Europa, esta persona estaría incurriendo en un delito. Vemos cientos de cuentas, muchos perfiles en redes que niegan las atrocidades de Gernika, las del bombardeo del mercado de Alicante —donde fueron asesinadas unas 300 personas civiles mientras hacían la compra—, la violación a Maravillas por falangistas, los fusilamientos a las Trece Rosas o los más de 2.000 del paredón de Paterna. Las personas que niegan todo esto lo hacen sin aportar pruebas y sin argumentos. No puede ser de otra manera: no se puede aportar algo que no existe.

A veces les basta con lanzar el comentario de que el tema del que se está hablando “es mentira” o que “eso nunca ocurrió, solo en la propaganda de los rojos” para crear cierta duda en quien no conocía esta información; o en quien no sabe informarse bien, mediante fuentes fiables, que por desgracia es bastante gente. Otras veces, cuando quieren que un mensaje cale y consiga un considerable alcance de destrucción, van un poco más allá en su mentira y se la curran: al comentario de “eso no pudo ser posible” añaden datos y hechos manipulados, falseados, dando por sentado que son verdaderos.

Catalogar hechos probados fehacientemente como mentiras sin necesidad de prueba alguna es una práctica al alza entre los agitadores sociales en Twitter y en Facebook. Se apoyan en citas textuales ficticias, relacionando el nombre de un personaje conocido con la escandalosa frase que nunca dijo; y si pueden poner una foto de la persona o falsificar la captura de un periódico, mejor. Por ejemplo, dijeron sobre Almudena Grandes que disfrutaba imaginando a una monja violada por milicianos republicanos, lo cual se demostró que es totalmente falso.

Algo parecido pasó con Azaña, expresidente de la II República española, o con la Pasionaria, política comunista, a quienes les atribuyeron frases y hechos que nunca realizaron. El objetivo de esto es captar la atención de gente afín a los valores sociales que promovía la II República —tales como la cultura o la igualdad— o de gente simpatizante con estas personas, que también los promovían —gente que admire los discursos de Manuel Azaña o de la Pasionaria, que haya leído libros de Almudena Grandes o quienes conozcan sus figuras de oídas— para que se distancien de ellas o de ellos.

Así, poco a poco, los agitadores sociales van consiguiendo que esta persona que iba por la vida como pollo sin cabeza, sin saber qué hacía ni por qué, por qué defendía a quién, abrace paulatinamente el relato de que “hubo represión en ambos bandos”, de que “Franco hizo cosas buenas por España, hay que decirlo todo”, de que “solo quieren reparación para los suyos” y demás ideas equivocadas que no hacen más que acrecentar su ignorancia, ya que se nutre de contenidos inventados por fascistas, y su intolerancia, ya que responde a contenidos sobre la represión franquista con lo que considera “la gran verdad” que nadie sabe y que es su deber enseñarla para que la gente ingenua siga sus mismos pasos: dejarse embaucar por información falsa creada por fascistas, pensar que sabe más que los demás porque conoce esta información de la que ninguno de sus conocidos habla y dedicarse a difundirla. Así en bucle infinito.

Esa persona cree que pasó de no saber nada a saber mucho, de defender al bando republicano por la represión franquista que sufrió a defender a todas las personas. Acaba autoconvenciéndose de que adopta una postura de equidistancia, de querer justicia para todos de manera imparcial —lo cual es ecuanimidad, no equidistancia como suelen decir—, cuando lo único que ha conseguido realmente es dejarse convencer por un discurso manipulado y aferrarse a ideas erróneas, demostrando con ello poca inteligencia e incapacidad de contrastar y comprobar información.

En las redes sociales el ambiente es cada vez más inhóspito. Están repletas de gente que participa en la conversación común pero sin dar la cara, de gente que no se atreve a dar su nombre real, de gente que se oculta tras un perfil falso, una foto que no corresponde con su cara real. También son un campo de bots, programas que se dedican a difundir en redes sociales determinados comentarios automáticamente y de forma repetitiva, dando la impresión a los demás usuarios de que los escribe una persona. Sean personas o sean bots quienes las manejen, mediante estas cuentas se difunde odio en conversaciones abiertas en las que puede participar todo el mundo.

Los agitadores sociales dejan constancia de sus opiniones como si fueran hechos irrefutables para cautivar a gente ingenua o para convencer más a sus propios seguidores, gente ya de por sí muy manipulable a la que no le gusta comprobar las cosas que les llegan. No son gente que vaya a la fuente de información primaria, a la primera que difundió dicha información, entonces van propagando una información que es mentira, que es un bulo, una fake new. Siempre hay quien dice de que “no tenemos tiempo de comprobar todo lo que nos llega”, una excusa que en realidad denota que no sabe hacerlo; pero comprobar si algo en concreto es verídico antes de reenviarlo, bien buscando o bien preguntando a gente que sepa comprobarlo, es una responsabilidad que los agitadores eluden intencionadamente. En cuestión de horas el bulo que nació en una red social se propaga a las demás: Twitter, Facebook, WhatsApp, Telegram; y se convierte en “una verdad” para gente que es partidaria de la ideología fascista o para quien confía en la persona que se lo ha reenviado. Así de sencillo les resulta generar odio a nivel masivo, crear controversia y combinar información falsa con la verdad. Se trata de una relación muy simple entre ignorancia, confianza y comodidad. Así de sencillo les resulta manipular la realidad.

Un supuesto hecho que nunca se produjo, un dato incorrecto, una supuesta cita textual que nunca se escribió ni se pronunció: cualquier opción sirve para calumniar con total impunidad. Escapan de quienes tratan de desmentirles diciendo que la frase en cuestión fue extraída de una conferencia que no se grabó: cualquier excusa es viable para que quien les lea pueda pensar que “tiene sentido”. El agitador publica una mentira y sus seguidores la propagan por las redes: es solo el principio del desmán.

Por otra parte, los medios propagandísticos, que viven del clickbait —contenidos que pretenden generar curiosidad o llamar mucho la atención para atraer visitas en masa—, que viven de las mentiras que se dicen en la red para propagar el odio y que este odio les dé visitas y dinero, que viven gracias a las subvenciones del Estado y a base de generar controversia, cogen esta mentira y la convierten en noticia. El artículo es compartido por los bots del medio en cuestión, por gente de su misma ideología y por gente que odia a la persona —Almudena Grandes es el caso más reciente— por ser antifascista, roja y defensora de la gente obrera; por querer vivir en un país democrático, libre y tolerante. El bulo pasa de Twitter a estos medios de contenidos sesgados, normales a ojos de quien no sabe dónde se mete, y se difunde convertido en artículo por las demás redes sociales. El estar escrita dicha información en un medio, de hecho, genera para algunas personas una credibilidad ciega e inherente.

Si se da el caso de que el medio tenga que rectificar puede que cuando lo haga, si lo hace, el bulo ya habrá corrido durante semanas o durante meses. Aunque el medio rectifique un contenido falseado la supuesta “noticia” ya habrá corrido por las redes sociales y a toda la gente que lo haya leído o reenviado no le va a llegar dicha rectificación, toda esa gente seguirá pensando que el bulo es cierto: el daño ya estará hecho.

El último eslabón de la cadena de destrucción son los partidos partidarios de la violencia, el racismo o la homofobia, que son fascistas, herederos del franquismo y les gusta todavía más promover el odio y coleccionar enemigos públicos. Estos políticos y estas políticas generan más tuits para avivar el debate y seguir dispersando el bulo, alzándose con más voz. Así hacen que Twitter se convierta en un propagador de odio. Así logran que, muchas veces, las personas que están dedicándose a recuperar y divulgar historias de la represión franquista, que son antifascistas, reciban una ingente cantidad de hate, de odio, de mentiras, de ataques personales y de acoso que convierte las redes sociales en un lugar inhóspito.

La persistencia en este machaque hacia estas personas ha provocado que algunas tengan que abandonar las redes sociales una temporada, ya que resulta muy costoso y complicado convivir con tal nivel de odio, con tantas mentiras y consume demasiado tiempo la necesidad de tener que estar contrastando todo, todo, todo para decir “esto es mentira” o “no existen pruebas”. Se pueden ignorar estos comentarios, por supuesto, siempre y cuando queramos que su odio se propague sin contrastar, tal y como hemos explicado anteriormente. Nos guste o no, nuestro silencio ante las mentiras que difunden los agitadores fascistas es cómplice del auge de su ideología, el fascismo.

La problemática actual radica en que alguien con ideología fascista lanza un bulo abiertamente y sus seguidores, bots y medios propagandísticos se cercioran de que se difunda, pasando así a ser parte del ideario común de quienes comulgan con el fascismo.

Uno de los temas que más odian es, claramente, la represión franquista, precisamente porque se demuestra cómo algunos de sus familiares eran quienes jaleaban cuando el bando sublevado violaba a una mujer en grupo, dada ya por terminada la Guerra Civil; eran quienes demostraban lealtad al régimen asesino y represor de Francisco Franco Bahamonde, señalando a la gente roja del pueblo para que otros franquistas les fusilaran o les pegaran un tiro en la cabeza, escondiendo después sus cuerpos a sus familias; eran quienes aplaudían desde los balcones, quienes iban detrás del grupo de mujeres rapadas por ser republicanas, mofándose mientras ellas se hacían sus necesidades encima a causa del aceite de ricino que les hacían ingerir los franquistas.

Resulta duro que haya gente que investigue y dé a conocer sus vergüenzas, por eso no les queda otra que salvaguardar su identidad tras perfiles falsos en redes. De valientes sería condenar públicamente a sus inmorales antecesores y distanciarse de cuanto obtuvieron ilegal e injustamente con sus tropelías, por eso tantas y tantos continuan en la cómoda postura de vivir con odio y promoviéndolo en comunidad; aunque hay también quienes se sienten muy orgullosos, quienes conforman la peor calaña de nuestra sociedad. Son herederos del franquismo, por eso lo que más odian, además de a los refugiados, a los inmigrantes o al colectivo LGTBI, es oír hablar de la represión franquista. Intentan manipular la realidad porque son herederos ideológicos del odio que sembró el franquismo, gente poco demócrata, fascista y franquista, gente que no tiene principios morales, que no tiene corazón y, en definitiva, que no vale la pena.

Alguien que merece la pena es antifascista, es demócrata y defiende los derechos de todas las personas, españolas y refugiadas. A quien merece la pena le da igual la religión que profese, la cultura que tenga o cómo sea esa persona; defiende sus derechos igualmente. Quienes no la merecen odian oír hablar de su pasado, de la represión franquista; de lo que formó parte de sus vidas y sus familias durante muchos años, del franquismo; por eso intentan llevar a cabo un revisionismo histórico que haga que ciertos hechos que ocurrieron en la Guerra Civil y en la represión franquista sean considerados una mentira, algo irrelevante y en lo que no vale la pena profundizar ni mencionar siquiera. Nada más lejos de la realidad: “lo que pasó es pasado”, como bien dicen, y el pasado se recuerda, se narra, se estudia y de ello se aprende; desde que íbamos al colegio. No hay más ciego que quien no quiere ver, se dice; y a estos agitadores el águila de la bandera irracional les tiene a buen cobijo, alguien debería apartar el ala negra de sus ojos.

Hicieron revisionismo de la matanza de Badajoz sin aportar ningún tipo de prueba. Se han hecho artículos al respecto y se ha repetido hasta la saciedad el bulo, creando así una polarización en las redes, el relato de dos posturas opuestas. Hablar de la matanza de Badajoz en Twitter implica que te empiece a brotar una especie invasora de hongos alrededor, todos diciendo “es mentira”, “una mentira repetida mil veces”, “fue un mito”, “¿esto no es desmemoria?”, “no hay testigos” y un sinfín de despropósitos y embustes cuyo único objetivo es provocar odio, caos y confusión. Quieren ocultar esta realidad, como tantas otras, porque prefieren seguir viviendo dentro de su burbuja, defendiendo temas a ultranza pero sin argumento verídico alguno. Están tan obcecados que les da igual pisar derechos de otras personas, les da igual que sea mentira —no van a pararse a comprobarlo—, simplemente lo defienden sin reparar ante los argumentos que les desmontan el bulo.

La matanza de Badajoz fue algo tan atroz que ellas y ellos mismos, como franquistas que son, no pueden permitir que la gente la conozca. ¿Cómo? Negándola, propagando odio, creando controversia. Han hecho esto también con la masacre sobre Gernika, con el bombardeo del mercado de Alicante, con el fusilamiento de las Trece Rosas o con personas a las que odian apasionadamente como la Pasionaria, Almudena Grandes, Azaña o Carrillo. ¿Por qué? Porque propagar mentiras sobre figuras públicas a las que mucha gente sigue implica que parte de esta gente crea su mentira, la considere un desengaño del que ha sido víctima, culpe a la figura pública, acepte la mentira como verdadera con resignación y la transforme en odio hacia esa persona y todos los principios y valores antifascistas que esta defendía. Los agitadores sociales saben que pueden manipular la realidad y hacer que las personas manipuladas, sus marionetas, acusen a quienes luchamos por la memoria histórica de “querer aún dos Españas”, de que somos “los de las batallitas del abuelo” y todos estos mantras que siempre repiten.

Decían de la Pasionaria, por ejemplo, que se acostaba con todos. Contra una mujer utilizan siempre el machismo, el sexismo, el decir “mira, era una puta, su discurso no valía nada, estaba donde estaba porque se acostaba con todos”. La realidad es que Dolores Ibárruri, la Pasionaria, cayera bien en general o no, hizo un discurso y una lucha muy interesantes y que se deberían estudiar para conocer y entender muchos aspectos de la época. Una mujer comunista sin pelos en la lengua, en un puesto de poder, llevando a cabo funciones importantes y con un discurso trascendental es algo molesto para cualquier fascista que se tercie, por eso lo más fácil es acusarle de “puta” o de “promiscua” para restarle importancia sin nada que lo avale: si la persona destinataria del bulo es machista, por poco que lo sea, la mentira tiene la credibilidad asegurada.

En caso de que la información trate sobre Carrillo, una de las figuras clave del comunismo español, contraatacan —pues se sienten atacados sin ataques de por medio— con el tema de Paracuellos. Siempre, siempre: no fallan. Sobre la matanza de Badajoz dicen que era mentira y que no hubo testigos, cuando los hubo y muchos: se ha demostrado que existió e incluso hay fotos de periodistas internacionales que la fotografiaron, la grabaron y la atestiguaron. Hasta un miembro perteneciente al bando nacional, al bando golpista que fusiló allí de 1.800 a 4.000 personas, grabó parte de la matanza, siendo posteriormente encarcelado y fusilado por haber dejado constancia y haberla contado. Del bombardeo de Gernika hubo supervivientes que dieron su testimonio. Del mercado de Alicante también hay supervivientes, gente que lo vio y periodistas nacionales e internacionales que lo relataron. De la Pasionaria dicen que “era una puta”; de las Trece Rosas, que “eran unas asesinas”. Con cualquier persona con quien no casen ideológicamente y que no tengan argumento para desprestigiarle aluden a delitos falseados. El más frecuentado estadísticamente, el asesinato.

Estamos viendo últimamente en las redes una polarización, la manipulación de la realidad, un revisionismo incesante de la represión franquista porque quienes llevan a cabo todo esto no quieren asumir la realidad: que son franquistas, que son malas personas, que son antidemócratas, fascistas y herederos de uno de los peores regímenes totalitarios que ha visto el mundo. No soportan la verdad: que la matanza de Badajoz a manos franquistas ocurrió; que las violaciones en masa fueron perpetradas; que mucha gente demócrata e inocente que solo buscaba la libertad fue asesinada en las tapias de los cementerios, con el puño en alto y gritando, “¡No al fascismo, viva la libertad!”; que muchas hijas y muchos hijos fueron robados a sus madres y a sus padres; que el franquismo purgó a maestras y a maestros nada más terminar la Guerra Civil porque decidió que estas personas sobraban en esa nueva España suya, ni grande ni libre.

A estos agitadores les encantaría apuntar nuestros nombres en una libreta si eso implicara que nos detuvieran y, con suerte, nos torturaran y nos fusilaran. Les encantaría regentar un estanco gracias a haber colaborado en el asesinato de 100 o 200 personas por hablar abiertamente de sus ideales. Les encantaría que las personas rojas estuviéramos muertas pero como saben que es una quimera, una utopía inalcanzable, se dedican a hacer que las víctimas se sientan doblemente víctimas: les humillan, les niegan la justicia que merecen, les acosan y niegan su historia, su sufrimiento y su verdad. Negar su sufrimiento a una mujer de más de 80 años que vio cómo los franquistas fusilaron a su padre o a su abuelo por defender sus ideales, o cómo los franquistas violaron a su madre o a su hermana, es lo que hacen y es de no tener corazón.

Las redes sociales se están convirtiendo en un páramo salvaje donde se defienden a ultranza determinados temas a través de bulos, mediante fake news y por medio de la diseminación de odio en ciertos medios a los que se ha conferido el poder de crear controversia, negar a las personas su dolor y su sufrimiento. Una de las mayores dianas es la represión franquista porque los agitadores sociales quieren ocultar lo que pasó, que las familias vuelvan a callar como intentó hacer la Transición para que no cuenten lo que les hicieron pasar. Por eso hay que seguir defendiendo los hechos con pruebas, cuando veamos que propagan un bulo en redes demostrar que lo es, seguir contando lo que pasó y recordar los hechos como matanzas, asesinatos, maltratos, robos o violaciones, especialmente en Twitter. A pesar de que la gente fascista haga acto de presencia para insultarnos, para decir que publicamos fake news, para mentir, y a pesar de que se escondan tras un perfil falso, debemos ser fieles a nosotros mismos y decirles “esto es verdad y estas son las pruebas”, más a veces por quienes lean la conversación sin dar señales de vida que por ellos mismos.

Hay que seguir publicando hilos en Twitter —así es como se conoce el hacer varias publicaciones consecutivas y relacionadas entre sí con un mismo tema—, exponiendo los hechos que ocurrieron y que a día de hoy tanto se empeñan muchos en negar. Es necesario que, cuando veamos que esta gente cuenta un bulo, les demostremos con pruebas y argumentos que eso es mentira; que sigamos dando voz a las víctimas y que sigamos defendiendo a las víctimas estando a su lado, haciendo hilos, documentales, artículos y contando lo que pasó.

Debemos no flaquear nunca y seguir contándolo. ¿Que se van a recibir amenazas? ¿Que van a poner mil veces todos los obstáculos que puedan, a decir que son noticias falsas, que van a contar mentiras? Lo tenemos todas y todos clarísimo; pero hay que saber lo que la gente que no quería una guerra pasó aquí en España cuando la guerra terminó, en supuestos tiempos de paz: maltratos, violaciones, torturas, un temor atroz por la propia vida y asesinatos masivos. Aquí, en España, hubo un genocidio. Hemos identificado y analizado el problema, quieren polarizar el ambiente; ahora debemos interponer nuestros medios para solucionarlo, desmentir sus bulos y confrontarlos para que cese el aumento del fascismo, no esperar a que se solucione solo o que alguien lo haga por nosotros.

Hay que seguir contándolo, hay que seguir defendiendo la figura de personas que murieron por defender la libertad, fueran o no popularmente conocidas y, sobre todo, hay que trabajar duro para que se conozca la represión franquista; para que la sociedad española sepa qué se hizo en ella, en la Guerra Civil y entienda qué las provocó; para que en conjunto podamos evitar que vuelva a ocurrir una situación similar. Por mucho que sus partidarios quieran que nos callemos no nos vamos a callar, no vamos a dejar que su revisionismo histórico, sus mentiras y su propagación del odio consiga que se oculte la verdad, que en esta España actual solo quepan una verdad manipulada, bulos y odio. Aquí cabe la verdad, nada más. Las víctimas fueron víctimas una vez y ahora vamos a por su justicia y su reparación, que harán que la democracia no plena en la que vivimos cambie su máscara por un antifaz. En cuanto a los agitadores sociales en redes, esos fascistas osados tras una pantalla pero de coraje ausente, nos tienen enfrente como nos han tenido y nos van a tener siempre.

 

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