Carlos Mazón debe recordar que el poder no es suyo, sino de la gente. Los mismos valencianos a quienes traicionó son quienes lo colocaron ahí.
Por Isabel Ginés | 20/11/2024
Carlos Mazón no dimite. No lo hace porque está más preocupado por salvar su sillón que por enfrentar las consecuencias de su nefasta gestión. Y es que, para Mazón, el poder no es un servicio, sino un refugio, un escudo con el que evitar cualquier tipo de responsabilidad. Pero su incapacidad para liderar en momentos críticos y su falta absoluta de empatía hacia las víctimas de la DANA lo colocan en una posición insostenible.
Valencia no olvida que, mientras los ciudadanos enfrentaban la peor tormenta de sus vidas, Mazón desapareció. Durante cinco largas horas, nadie sabía dónde estaba. Ni la ministra Teresa Ribera, ni los alcaldes de los pueblos más devastados, ni los vecinos que, literalmente, tenían el agua al cuello. Mazón no estaba para ofrecer apoyo, ni para coordinar ayudas, ni siquiera para transmitir la mínima esperanza. Cuando finalmente apareció, lo hizo tarde, mal y con excusas. Su respuesta fue culpar a AEMET por los pronósticos, culpar a quienes le precedieron en el gobierno, culpar a todos, excepto al único responsable: él mismo.
La falta de humanidad de Mazón no es un simple defecto político, es un problema moral. No mostró empatía con las víctimas, ni siquiera con los más de 215 fallecidos. Se limitó a justificar lo injustificable. Mazón no se reconoce como parte del problema porque, para él, el poder no implica responsabilidad. Su única prioridad ha sido mantener su posición, aunque sea pisoteando la dignidad de quienes sufrieron.
Un líder auténtico escucha, siente y responde a las necesidades de su gente. Pero Mazón, en lugar de estar a la altura, eligió desaparecer y, cuando fue encontrado, minimizar el dolor de su pueblo. No ha llamado a la alcaldesa de Paiporta que tiene un pueblo destruido.
Carlos Mazón debe recordar que el poder no es suyo, sino de la gente. Los mismos valencianos a quienes traicionó son quienes lo colocaron ahí. Es inaceptable que se aferre al cargo después de haber fallado tan rotundamente. Valencia confió en él, y él los abandonó cuando más lo necesitaban.
El agua arrasó con vidas, hogares y esperanzas, y mientras tanto, Mazón desaparecía, culpaba, y se refugiaba en su incapacidad. No estuvo al lado de su pueblo, no caminó entre los escombros, no lloró con las familias. Lo que Mazón ha demostrado no es solo incompetencia, sino un profundo desprecio hacia los valencianos. No tiene derecho a seguir ocupando un puesto que debe estar al servicio de quienes hoy gritan con rabia porque se sienten abandonados.
Carlos Mazón ha perdido toda legitimidad. No solo ha fallado políticamente, sino que ha demostrado ser moralmente incapaz de liderar. No puede reconstruir lo que él mismo permitió que se destruyera. La tragedia de la DANA expuso que Mazón no tiene conciencia, no tiene humanidad y no tiene respeto por el pueblo que confió en él.
El poder no es un refugio para escapar de las responsabilidades, sino un contrato con la ciudadanía. Ese contrato, Mazón lo ha roto. Hoy, Valencia le exige que dé un paso al lado, que acepte su fracaso y que asuma las consecuencias de sus decisiones. Porque este pueblo, que él dejó con el agua al cuello, merece un líder que esté a su altura. Y Carlos Mazón, con su abandono, su cobardía y su desprecio, ha demostrado que no lo es.
Cierto. Espero que todo esto se recuerde en las próximas elecciones.