Juan Ruiz Morales y Juan Alamillos, víctimas del gatillo fácil en Málaga

Lo de presuntos no aparecía por ningún lado, ni en las notas de prensa, ni en los comunicados policiales o del ministerio del interior

Por Angelo Nero

Nuevamente echamos mano de la hemeroteca, para rescatar del olvido a otra de las víctimas de lo que Mariano Sánchez Soler denominó, con acertado criterio, La Transición Sangrienta, remontándonos, en este caso al 3 de diciembre de 1978, solo tres días antes de que las Cortes españolas aprobaran la Constitución, en el primer gobierno de Adolfo Suárez, el político franquista -había sido Secretario General del Movimiento Nacional- llamado a pilotar la transición y a darle un barniz democrático a la monarquía, a quien Franco había designado para su sucesión al frente de la jefatura del estado, en la persona de Juan Carlos de Borbón.

El titular del diario El País, de aquel 3 de diciembre era este: “Joven muerto en Málaga al tratar de eludir un control”, y encabezaba una breve crónica firmada por el periodista malagueño Joaquín Marín (que, con el tiempo sería director de La Opinión de Málaga y también de la Radio y Televisión Andaluza). La pieza periodística continuaba así:

“Juan Ruiz Morales, natural de Málaga, de dieciocho años de edad, resultó ayer muerto por disparos de la Guardia Civil poco después de que se saltara un control establecido en una carretera de entrada a Málaga desde el interior de la provincia, cuando viajaba en un coche acompañado de otros tres jóvenes. Uno de estos acompañantes, que anoche aún no había sido identificado, resultó herido de gravedad, operado de urgencia en el hospital civil, su estado tendía a mejorar.

El hecho ocurrió a las dos y veinte de la tarde. El automóvil, marca Citroën, matrícula MA-9448, cuya desaparición había sido denunciada por la mañana en Fuengirola, por su propietario, entraba en la ciudad por la carretera de Las Pedrizas. Al ver el control de la Guardia Civil dio la vuelta, saltando el bordillo que separa ambas direcciones. Fue entonces cuando la Guardia Civil disparó al coche, que continuó su marcha porque el conductor fue uno de los ocupantes que no resultó alcanzado. Sin embargo, tuvo que detenerse poco después, ya que las ruedas habían quedado destrozadas al saltar el bordillo. Los dos ocupantes de los asientos delanteros se dieron a la fuga por los montes cercanos perseguidos por números de la Guardia Civil. En el coche quedó Juan Ruiz Morales, que ya había fallecido, mientras que el cuarto viajero salió del automóvil en un intento de darse a la fuga, lo que no pudo conseguir por la gravedad de sus heridas.

La Guardia Civil trasladó al herido, de unos catorce años de edad, al Hospital Civil. Tras la operación, había optimismo con respecto a su estado. Según fuentes oficiales, Juan Ruiz Morales tenía antecedentes por robo, riñas con armas y sustracción de automóviles.”

En 1983, el mismo diario del grupo Prisa, publicaba un breve artículo en el que señalaba que “Numerosas personas han sido víctimas de controles de carretera establecidos por la Policía Nacional o la Guardia Civil. Incluimos a continuación una lista de casos que han sido publicados desde 1977 hasta la fecha, y que sólo recoge aquellos muertos y heridos que no tenían ninguna relación terrorista.” En el artículo se señalaba cerca de una veintena de muertes causadas por las fuerzas del orden, “entre los que casos de jóvenes que por carecer de documentación o haber robado el vehículo se saltaron los controles establecidos con más o menos rigor.”

Es de resaltar que en El País distinguían entre los muertos y heridos en controles de carretera, pertenecientes a grupos “terroristas”, a los cuales era lícito disparar para evitar su fuga, puesto que el estado, como depositario de lo que el el sociólogo Max Weber denominó “Monopolio de la violencia”, si estaba legitimado a ejercerla, de cualquier forma posible, para combatirlos -ese mismo año, conviene recordar, se crearon los GAL, desde las cloacas de ese mismo estado-, y los presuntos delicuentes, que se saltaban los controles “por carecer de documentación o haber robado el vehículo”, aunque lo de presuntos no aparecía por ningún lado, ni en las notas de prensa, ni en los comunicados policiales o del ministerio del interior. Eso si, siempre se apresuraban a señalar, aunque en muchos casos no era cierto, que los fallecidos tenían antecedentes, para justificar la actuación de la policía o de la guardia civil.

El 11 de abril de 1979, otro joven, de diecisiete años de edad, Juan Alamillos, resultaba muerto por disparos de la guardia civil en un control en el Rincón de la Victoria, en Málaga, en la carretera que une esta población con Benajarafe, mientras conducía un coche robado, en compañía de otros dos menores, de 15 y 16 años, que fueron detenidos tras impactar el vehículo contra un camión. El joven fallecido era natural del municipio barcelonés de Igualada, y tres días más tarde, tuvo un multitudinario funeral en la parroquia del barrio de Montserrat, donde vivía su familia. Un domingo más tarde, como señala David Ballester, en su libro “Las otras víctimas”, se guardó un minuto de silencio antes de iniciarse el partido entre el Igualada y el Montserrat, equipo donde había militado Juan Alamillos.

Joaquín Marín recogió también el hecho en El País, en una breve nota titulada: “Joven muerto en un control de la Guardia Civil”, en la que hacía un escueto relato del suceso: “Juan Alamillos, de diecisiete años y natural de Igualada (Barcelona), resultó muerto en la madrugada del miércoles cerca de Rincón de la Victoria (Málaga) al no respetar el coche en que viajaba el alto de la Guardia Civil. Se sabe que el coche, que había sido robado en Murcia, iba ocupado por tres jóvenes y no respetó el alto de los agentes, quienes hicieron uso de sus armas reglamentarias. Los otros dos jóvenes, que fueron detenidos, son F. P., de quince años, y J. C. P., de dieciséis.”

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