José Luis Cano, otra víctima policial de la Semana Pro Amnistía

Concentración en homenaje a José Luis Cano en el 41º aniversario de su muerte en la calle Calderería de Pamplona. FOTO: JAVIER BERGASA

En Iruña los ánimos estaban caldeados, después de la dura represión policial a las manifestaciones pro Amnistía, y se habían levantado numerosas barricadas, desde donde se le hacía frente a los antidisturbios 

Por Angelo Nero

Volviendo a bucear en la hemeroteca de la Transición Sangrienta, a través de los artículos del que fuera el periódico más influyente del momento, el diario El País, cronista (casi) oficial de toda una generación -y sin duda de la Transición-, encuentro la columna, firmada por Fermín Goñi, y fechada en Pamplona el 17 de mayo de 1977, con el titular: “Graves incidentes tras el entierro de José Luis Cano”. El periodista navarro, que haría después también carrera como escritor de novela histórica, daba cuenta del sepelio de vecino de San Sebastián, aunque natural de Aranjuez, de tan solo 28 años, cuatro más que los que contaba él entonces, y que había salido a la calle a protestar por otra muerte causada por las fuerzas del orden, el día anterior, la de el veterano militante de ANV, Rafael Gómez Jáuregui, de 78 años. El artículo comenzaba así:

“Unas 4.000 personas acudieron el domingo al mediodía al cementerio de Pamplona para asistir al entierro de José Luis Cano Pérez, abatido por un disparo de la Policía Armada el viernes. El féretro del fallecido fue llevado en coche desde el Hospital Provincial de Navarra. La comitiva fúnebre colocó en los cristales delanteros de sus coches un clavel rojo y varias ikurriñas con crespones negros.

Una vez enterrado José Luis Cano, se cantó el Eusko gudariak gera y el Agur jaunak. Durante algunos minutos se profirieron gritos pidiendo Justicia, Amnistía Total y Libertad para Euskadi. Al salir del cementerio, las brigadas antidisturbios que estaban esperando cargaron contra la multitud, disparando numerosos botes de humo y pelotas de goma. Hubo momentos de extremo nerviosismo cuando varios botes de humo cayeron dentro del cementerio, del que todavía seguía saliendo gente. Ante esta situación, unas mil personas, entre las que había bastantes mujeres y niños, decidieron permanecer dentro del cementerio cerrando las puertas. Desde allí, por teléfono, avisaron a ambulancias para que pudieran ser evacuadas varias personas que habían sufrido ataques nerviosos.

Cuando había transcurrido una hora aparecieron el alcalde accidental de Pamplona, señor Velasco, y el concejal señor Muez. Después de realizar varias llamadas al Gobierno Civil, la Policía Armada se retiró de la zona. Por iniciativa de los dos corporativos municipales, unos quince autobuses bajaron hasta el cementerio para transportar a los encerrados.”

En Iruña los ánimos estaban caldeados, después de la dura represión policial a las manifestaciones pro Amnistía, y se habían levantado numerosas barricadas, desde donde se le hacía frente a los antidisturbios que no solo empleaban, como quedó demostrado, pelotas de goma y botes de humo, sino también munición real. Fue en la tarde del 13 de mayo, hacia las ocho de la tarde, mientras unos cincuenta manifestantes respondían a los ataques de los “grises”, cuando sonaron los primeros disparos. Uno de esos manifestantes era José Luís Cano, que intentó refugiarse en el bar Manuel, pero uno de los policías que lo había perseguido por la calle Calderería, lo cogió por el cuello y comenzó a golpearle brutalmente en la cabeza con la porra. Otro policía se sumó a la escena con una pistola en la mano, y disparó en la nuca al joven, golpeándole también a continuación, en medio de insultos. Un grupo de personas lo recogió del suelo, donde lo habían dejado los policías, y lo trasladó al dispensario de la Cruz Roja, donde ingresó cadáver. Otro joven, Jesús María Burguete Aztozqui, de quince años, también resultó herido grave, tras sufrir estallido craneal con conmoción cerebral.

El gobernador civil de Navarra, el general del ejército franquista Fernando Pérez de Sevilla y Ayala, declaró: “se ignoran las circunstancias exactas de su muerte, si bien se supone pudo haber sido producida por algún disparo que las fuerzas de la Policía Armada se vieron obligadas a efectuar en las proximidades de la calle Calderería, cuando tres miembros de las mencionadas fuerzas se vieron sorprendidos por el ataque de un grupo de personas escondidas en un portal y armadas de piedras. Los policías efectuaron tres disparos, uno de los cuales pudo alcanzar al fallecido”.

La crónica de Fermin Goñi, continúa con el funeral por el joven asesinado: “A última hora de la tarde, las 7.30, se celebró el funeral por José Luis Cano en la iglesia de los padres capuchinos del barrio de la Rochapea.La iglesia estaba totalmente abarrotada de gente y se habían instalado altavoces en la calle, asistiendo unas 4.000 personas.

Durante la misa, oficiada por Jesús Lezaun, ex rector del seminario de Pamplona, el sacerdote se refirió a los momentos de extrema gravedad por los que está pasando Euskadi. «Si los que ahora están en el poder hubieran dado ya amnistía -señaló-, nos hubíéramos ahorrado muchos muertos. El único responsable de todo esto es el Gobierno.»”

Ese fatídico viernes 13 de mayo de 1977, en Orereta, fue alcanzado por un disparo en el pecho, Gregorio Marichalar Ayestarán, de 63 años, cuando se encontraba en el balcón de su casa en el polígono de Beraun. Los médicos afirmaron que el disparo, por la trayectoria descendente, no provenía de la calle, por lo que se sospechó que había sido obra de un francotirador. Murió de las heridas producidas ese día, diez días después.

Al día siguiente de las muertes de Gregorio Marichalar y de José Luis Cano, también falleció en Iruña, Luis Santamaría Miquelena, de 72 años, tras sufrir un infarto al recibir impactos de bala en su balcón, desde donde estaba presenciando las cargas policiales que intentaban reprimir las manifestaciones populares. Las crónicas registran que la policía armada incluso allanó varios domicilios en los barrios de Rotxapea y Txantrea, disparando botes de humo dentro de ellas, por lo que fueron varios los vecinos que necesitaron atención médica por quemaduras e inhalación de humos, entre ellos varios bebés.

También hubo una manifestación tras el funeral del joven José Luis Cano Pérez, como recoge el relato de El País: “A la salida del funeral desde detrás de las barricadas formadas, algunos manifestantes hicieron frente a los disparos de la policía, arrojando piedras y materiales de construcción. Cerca de una hora y media duraron los enfrentamientos en el barrio obrero de la Rotxapea, que se convirtió en un campo de batalla. Hacia las diez de la noche, la Policía Armada se retiraba de la zona, después de que se hubieran contabilizado más de quince heridos alcanzados por los disparos de pelota de goma y botes de humo. A esa hora, el ambiente era irrespirable, habiendo tenido que intervenir en varias ocasiones, los bomberos. De los heridos, Isidro Esteban, de veinticinco años, médico de la Seguridad Social, era ingresado con urgencia en el Hospital de Navarra con diversas fracturas, heridas en la cabeza y conmoción cerebral. Fue internado en la unidad de vigilancia intensiva.”

Dos días antes del entierro de José Luís Cano, el periodista Fermín Goñi firmaba también otro artículo titulado: “Paro total, indignación y luto en Navarra”, en el que daba cuenta de la atmósfera que se respiraba entonces en Pamplona, como en otros lugares de Euskalherria: “el paro en Navarra fue ayer total. Pamplona, invadida por brigadas antidisturbios de la Policía Armada y Guardia Civil, parecía una ciudad tomada militarmente. Las emisoras locales anularon su programación, emitiendo únicamente música clásica y comunicados. Navarra, entre el estupor y la indignación, estaba ayer de luto.

La asociación Ahaztuak 1936-1977, ha venido realizando homenajes a José Luis Cano, en el aniversario de su muerte. Su crimen quedó impune.

 

 

 

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