Entrevistamos a la cineasta Joana Conill, directora de la pieza documental “La cigüeña de Burgos”.
Por Angelo Nero
“La cigüeña de Burgos”, como muchas historias que bucean en la memoria particular, en esa Memoria que, al salir a la luz, hay que escribir siempre con mayúsculas, nace de la necesidad de explicarnos a nosotros mismos, quienes somos y de donde venimos, tal vez por que sin responder a estas preguntas no podemos saber a donde vamos, o a donde queremos ir. Joana Conill eligió escribir con imágenes, buscar en el baúl de su infancia los retales de los recuerdos de su padre, Jordi Conill, para rellenar los huecos de su ausencia.
La biografía de Jordi Conill es una historia de militancia y de resistencia, de un hombre entregado a la causa, que, en un momento dado se queda huérfano de partido. Militante con veinte años en las Juventudes Libertarias, decide dar un paso más en la lucha antifranquista, y se integra en el grupo de oposición armada, Defensa Interior, con el que planearon asesinar al dictador. Tras el frustrado atentado, es detenido, torturado y encarcelado. Condenado a muerte por un Consejo de Guerra, la pena fue conmutada gracias a la presión internacional. Pasa diez años en prisión, de la que sale convertido en comunista y como miembro destacado del PSUC, que hasta su disolución sería, para él, y para muchos comunistas catalanes, “el partido”.
“Hay algo que sí que sé. Es algo de cómo funciona mi memoria. Montse me cuenta algo que se que no voy a olvidar. Lo se con una certeza inquebrantable. Ella me lo cuenta, y yo al instante lo pongo en la sección de “cosas que no pienso olvidar”. Y cuando pones algo en esa sección quiere decir que esas cosas no las olvidas.” Escribes en la Arqueología de la Memoria, un post del rincón donde compartes materiales de tu película, ¿Esas cosas que no piensas olvidar las lanzas al viento para que, al hacerla memoria colectiva, te ayuden a recordar?
Ese es un post de un blog que yo hice durante los seis años que dediqué a hacer esta película, y era un modo de ir alimentando mi intención de acabarla, de encontrar aliento en las respuestas que recibía cada vez que yo publicaba un post, de ir chequeando, a través de la interlocución con los demás, si eso que yo iba pensando tenía sentido. Porque, al principio, vas muy a ciegas, y tienes que ir tanteando el terreno, paso a paso, y al final es un terreno muy basado en ese diálogo.
Y sobre las cosas que no olvidas, yo creo que la memoria es un lenguaje, es un idioma que hablamos todas las personas, y cuando digo que hay cosas que me cuentan y que yo sé, porque lo sé, que no pienso olvidar, es porque están habladas en ese idioma, y cuando lo detectas, tu sabes que no las vas a olvidar.
A veces ocurre que te cuentan algo que te permite acceder a ese lenguaje compartido, tú le llamas memoria colectiva, yo digo que es como si pudieras acceder a unas cosas que las identificas por ese idioma, porque son cosas constitutivas de tu historia, es decir, no son informaciones accesorias, no son reflexiones, son partes que constituyen tu historia. Y esas cosas no se olvidan, tal vez por supervivencia, por naturaleza, no lo sé, pero no se olvidan.
Es así hasta el punto que estoy convencida que cualquiera que esté leyendo esto sabe de que hablo. Es un tanto difícil escucharlo o contarlo, pero creo que cualquiera que lo lea sabe a que me refiero. Lo que no había pensado jamás, es que al lanzar tus recuerdos, luego te van a ayudar a ti a recordar, esa idea es muy bonita, de que los demás te cuentan recuerdos y tu accedes a tu historia, y a ese concepto de memoria colectiva. Y que tu, al devolverlos, ayudas a las demás personas a reconstruir tu historia, y además te ayudan a recordarlo. Es muy bonita esa reflexión, porque tiene que ver con ese concepto de donde está el limite entre la memoria personal y colectiva.
Lo bueno de hacer memoria es un ámbito en el que realmente te das cuenta de que la línea que separa lo personal de lo colectivo es imposible, es una quimera, no existe, te pasas el tiempo pensando: ¿esta es una historia personal o colectiva?. Pero los recuerdos tuyos están tan imbricados con la historia, y la historia está tan imbricada con tu persona, que no existe tal separación, y esa idea de que a través de los recuerdos que te lanzan, nos vamos retroalimentando, es tan bonita. Tal vez tiene que ver con ese idioma de la memoria.
“Como cuando éramos pequeños, y jugábamos a resolver misterios, y cada pista te llevaba a una nueva pista. Hasta que un día te encontré”, dices al comienzo de la película, con vocación de detective de la Memoria, dispuesta a desenredar la madeja de recuerdos en los que está envuelto tu padre. ¿Era esa parte de la biografía de tu padre un misterio para ti, de tal modo que decidiste tirar de los hilos para que te contara quién había sido en realidad?
Si. Efectivamente. Esa era la parte de la biografía que era un misterio para mi, así que tenía muchas opciones de vivir eso. Por un lado hay una parte dramática, y es este dolor que sentimos las personas huérfanas, de no haber tenido el tiempo de hablar con nuestros padres, o nuestras madres, y lo que haces frente al dolor, en mi caso, fue jugar con la imaginación, y compensar el dolor con la imaginación, que es algo que suelo hacer a menudo. Creo que las personas a las que nos ha tocado vivir situaciones dolorosas saben de lo que hablo.
Así que decidí que me inventaría que mi padre me había dejado hilos de los que tirar, y que el sabía que si yo tiraba de esos hilos yo podía acceder a su biografía. Es una especie de juego. Yo creo que mi orfandad me ha generado cierta imaginación, a veces un tanto desbordada, que es lo que me permite compensar el dolor que siento por no tener padre, así que me inventé un juego conforme no es que él no me lo hubiera contado, es que me dejó las piezas para que yo llegara a elaborar su historia. De modo que, técnicamente, si me lo contó, y ese es un poco el juego que hago. Lo curioso del tema es que yo creo que si que fue así, yo misma no sabría decir hasta que punto, donde acaba el juego y donde empieza la realidad.
Yo creo que mi padre dispuso las piezas para que, en un momento dado yo, libremente, que eso de la libertad para él era imperativo, decidiera si quería tirar o no de esos hilos. Y ya para rizar el rizo, con estos juegos poéticos compensatorios, o esta imaginación desbordante, creo que es lo que necesitamos para compensar la barbaridad de dolor que hay en este estado, te diría que ese es el lenguaje que le caracterizaba mucho, una especie de lenguaje hecho de poesía, de humor, de juego, de imaginación.
Luego, con el tiempo, he descubierto que varias de las personas que han sido sometidas a niveles fuertes de barbarie, como la tortura o la cárcel, acaban jugando ese juego, y es un regalo, así que, ciertamente, mi padre me educó en ser una posible detective de la Memoria, y yo realmente opté por tomar ese camino a la hora de, dado que no puedo tener ciertas conversaciones con él, usar la acción de detective para reconstruirla. Todo lo que sea juego es profundamente divertido y útil, te lleva a otros lugares.
También es interesante, porque a nivel narrativo es lo que transporta a esos lugares, y porque la gente los entiende perfectamente. Por eso no es una biografía al uso, hay un plus, el juego es como la poesía, con las líneas bastante difusas, y funciona muy bien esa narrativa que, al final, no es otra cosa que comunicar, que hacer que otras personas te comprendan, y se sientan comprendidas por ti, que hay está el juego de la comunicación.
En “La cigüeña de Burgos” hay cine dentro del cine, comenzando por la estupenda película de Pere Portabella, en la que reúne, en torno a una mesa, a cinco presos políticos, entre ellos a tu padre, que hablan de sus vivencias en prisión. ¿Tenías la intención, al hacer este trabajo, de ir abriendo puertas, para que el espectador pudiese entrar en otros lugares, para poder hacer una radiografía completa de aquella época?
Esta pregunta es muy interesante porque fue un verdadero quebradero de cabeza, durante muchos años de hacer esta película. Yo la primera intención que tenía era hacer una especie de biografía de mi padre, luego, con el tiempo, me di cuenta de que estaba totalmente fuera de mi alcance captar su época, me sentía constantemente ignorante, y cuanto más leía menos entendía, cuanto más preguntaba menos entendía. Además, con ese plus generacional del que hablas, con personas de otra generación, que siempre sabían más que tú, algo que me resultaba francamente incómodo. Más cuando lo que quieres es conocer a tu padre, y lo que vas sintiendo es justamente lo contrario. Produce el efecto contrario, que sientes que cada vez lo conoces menos, y que no lo conocerás más porque su época te queda absolutamente fuera del alcance de la comprensión.
Esa fue una de las crisis más fuertes a nivel de guion, darme cuenta que yo no podría hacer una biografía de mi padre, y ahí es dónde empezó, en realidad, “La cigüeña de Burgos”, porque ahí si que me di cuenta, que en paralelo a todas las escenas en las que yo intentaba explicar su vida, había escenas en las que aparecíamos él y yo, es decir, eran escenas en las que yo si sabía narrar, porque las había vivido, y luego había otro tipo de escenas que eran yo, adulta, buscando a mi padre, y ahí yo también sabía narrar, porque era yo la persona que lo vivía, y por tanto, si que sabía contar a que se enfrenta alguien cuando trata de reconstruir un trozo de la historia. Ahí vino el giro fundamental, que lo hice gracias a la ayuda que tuve de Eduard Márquez, el maravilloso escritor que tuve la suerte de que me ofreciera acompañamiento, con el guion de esta película, y ahí vino el giro fundamental, la pregunta era ¿quién está narrando esta película?.
En el momento en el que nos dimos cuenta que yo estaba narrando esta película, todo cambiaba, porque la cosa ya no iba de un narrador omnisciente, que trataba de reconstruir una historia, sino de una hija que trata de contar como es su búsqueda, cómo es su perdida, y cuales son sus reflexiones sobre el pasado. Es muy bonito esto, porque digamos que fue sanador, pasé de sentir que conocía cada vez menos a mi padre, que cada vez sabía menos, a darme cuenta que lo sabía todo, que si ponía el foco en cómo había sido mi búsqueda, mi vivencia a su lado, y todo aquello que yo podía contar, yo era soberana.
Ahí comenzó a funcionar la película, en el momento en el que la narradora fui yo, la directora fui yo, y la protagonista fui yo. Obviamente esto no estuvo exento de cierto pudor, porque yo pasé muchos años queriendo hacer una película sobre mi padre, y de repente, pasé a hacer una película sobre mi.
Pero eso es muy interesante, me parece que es muy emponderador, porque el mensaje de fondo no es otro que decir: todas las historias son importantes, todas las voces alrededor de la memoria son importantes, no hay historias que valgan más que otras, y eso me parece que va en absoluta comunión con la lucha de mi padre. Así que no es otra cosa que mantener la tradición familiar de luchar por un mundo diverso, en el que todas las voces valgan lo mismo, y que en la historia no cometamos el error de creer que una biografías son más importantes que otras.
Obviamente, a esas alturas de la película tenía mucho material, y ahí se te abre otro tema, que tienes que dar un mínimo de información histórica para que el espectador te siga. Si das demasiada, es excesivo, si das poca, va perdido, pero eso ya tiene que ver con estilos de narrar la memoria, creo yo. El periodo histórico que yo abarcaba, me planteaba muchos conflictos de contenido, porque pensaba que como iba a hablar, por ejemplo, de la crisis del PSUC, o de la lucha armada, me planteaba mucho conflicto, porque yo me daba cuenta que mi opinión es absolutamente irrelevante. Pensaba que cómo iba a narrar esos periodos históricos, si no creo que sea relevante mi opinión.
En el momento en el que me di cuenta que no se trataba de dar opiniones o narrar periodos históricos, si no de contar mi mirada, mi emoción en lo que respeta a la relación con mi padre, la cosa empezó a funcionar, y digamos que yo me empecé a liberar. Esto no va de de dar opiniones a narraciones, sino de legitimar la primera persona, las emociones que te genera a ti como persona en relación a una época, y huir de esta tercera persona imperativa, de las cosas son así, la verdad es esta. No.
Yo siento esto en relación a esto, y ahí se te abre mundo. Eso es muy liberador también. Con esta pregunta se podría escribir un libro, una cosa que es importante entender es que, cuando tu haces memoria personal, no tienes ni idea de que vas a contar, tienes un magma interno, en el que se mezclan archivos, cosas que te han contado, cosas que no te han contado, que son esos silencios que no sabes que contenido tienen, pero el silencio se nota, tienes recuerdos, recuerdos que te han contado y recuerdos propios, y tienes un montón de emociones. Luego tienes un montón de dolores, y ya, para acabar de redondearlo, tienes un montón de reflexiones.
Además, reflexiones de distintas épocas de tu vida, reflexiones de tu yo adolescente, de tu yo de primera juventud, de tu yo más maduro, todo eso es un magma fenomenal, en el que ves que por supuesto hay algunos temas que te perturban más que otros, que te angustian más que otros, pero de todo ese magma tu podrías hacer tres, cinco, cincuenta películas.
El formato documental te ayuda es a ir elaborando ese material, y a irte dando cuenta de que cosas te perturban más que otras, o que cosas tienen más energía que otras. Pero lo que es más importante entender aquí es que cuando tu empiezas, realmente no tienes ni idea de dónde vas, y seguramente si lo haces es porque ese magma se desborda dentro de ti y necesitas que salga.
Lo fenomenal de la historia es que no tienes ni idea de hacia donde saldrá, tu no sabes si vas a contar una película sobre las secuelas de la tortura y como sanarlas a nivel colectivo, o si vas a hacer una película sobre las crisis del PSUC, si vas a hacer una película sobre la violencia o sobre el papel que tenemos que jugar las hijas en la memoria, no tienes ni idea.
Entonces, es increíble hasta que punto abres el foco, empiezas a entrevistar personas de todos los ámbitos, y pasas de tener un magma a tener confusión, caos, mucho material. Hasta que un día, poco a poco, empiezas a encontrar un poquito de camino, pero eso me parece importante recalcarlo, porque yo creo que si hablamos con personas que hemos hecho este camino de memoria personal, yo me atrevo a decir que creo que las derivas previas a ya tener la película o le libro hecho, son muy parecidas, esa es la sensación que yo tengo.
Nuestro imaginario particular se construye con nuestros recuerdos, pero también se alimenta con lo que los otros nos cuentan de nosotros, de los lugares que habitamos y de las personas que forman nuestra geografía emocional. Tu padre falleció cuando eras una adolescente, y se quedaron muchas preguntas rebotando contra las paredes, hasta que comenzaste a buscar respuestas en aquellas personas que habían caminado y luchado a su lado. ¿Descubriste a un Jordi Conill diferente del recuerdo que tenías de tu padre?
Si, descubrí a un Jordi Conill muy diferente del recuerdo que tenía. A momentos no me podía creer que ese fuera mi padre, a día de hoy todavía me cuesta creerlo. Lo que pasa es que si que es cierto, que ese Jordi Conill diferente del recuerdo que yo tengo de mi padre, si que es un Jordi que me ayuda a entender a mi padre. Y esto es curioso, como las partes que no conoces de alguien, aunque te puedan llegar a resultar muy increíbles, y muy poco familiares, si que refuerzan la parte familiar. Hacer esta película ha sido un gran ejercicio de entender que los padres son mucho más que los padres, y que cualquier persona que conozcas es mucho más que esa persona.
En estas búsquedas del tesoro que algunos emprendéis para desenterrar las memorias, y más cuando te vas encontrando historias de cárceles y torturas, fragmentos de un país en blanco y negro, las heridas que no se cerraron nunca, sangran. Tú, como en algunos de los últimos documentales que he visto sobre este tema, has resuelto aliviar el drama con una nueva narrativa. En tu caso utilizando las imágenes que grabaste con una cámara que te regaló tu padre cuando eras pequeña. ¿Cómo surgió la idea de intercalar estas grabaciones infantiles en la película?
La idea de intercalar esas grabaciones, es una idea que fue creciendo con el tiempo, y que siempre estuvo ahí, pero no con tanta fuerza, nació de una idea sin la cual no había película, y era: para que el espectador entendiera que me había impulsado a mí a hacer esta película, yo tenía que mostrar la relación con mi padre, y para mostrar esa relación, tenía que mostrar mi yo pequeño, mi niña pequeña en relación a mi padre, y ese lenguaje poético que manteníamos. Al final, esta es una película de amor. Es un homenaje al padre que tuve, y a la relación que tuvimos, que fue francamente bonita, eso es lo que justifica la película, sin eso no hay película.
Esa idea fue creciendo, era difícil transmitir esa relación, porque no tenía imágenes de él y yo, no había escenas, y, al final, el lenguaje infantil es el que hacía crecer ese elemento, hasta el punto que cuando apareció la idea de introducir más y más grabaciones infantiles, es cuando esa parte tomó cuerpo. Y esa parte es una metáfora. En la película está claro, esto es una historia de amor, y es lo que me ha impulsado a hacer este viaje, esta aventura, por tanto, tengo que mostrar el amor que sentía hacia mi padre, para justificar ese viaje.
Lo interesante es que, si te fijas, es una metáfora también de su vida, que es la vida de muchas personas, que, por amor a la vida libertaria, al humanismo, empiezan la lucha. La lucha antifascista es una lucha por la vida, por la defensa de la vida, si tu no muestras la belleza de la vida es imposible que entiendas lo que es el antifascismo. Eso no lo podemos olvidarlo. Por tanto, si no muestras la belleza, no hay lucha, no hay posible explicación de porque alguien decide dar su vida por la lucha, y porque alguien considera que es necesario asumir los riesgos que eso conlleva, lo hace porque la vida es tan bonita que, en un momento dado, hay que defenderla. Las representaciones infantiles de la película representan eso.
Ese juego entre nuestra vida familiar y la vida colectiva, me parece muy importante, porque yo, a día de hoy considero, que es algo que jamás se nos puede olvidar, que el antifascismo es una lucha por la vida, y por lo tanto hay que estar buscando la belleza, siempre. O dicho de una forma más simple: si olvidamos por que luchamos, estamos perdidos. Y en esta película era especialmente imposible olvidar eso: si olvido porque hago la película, estoy perdida.
Aprovecho para contar algo que es interesante. Existe una idea, seguramente es verdad, de que las hijas de una revolución, tenemos ese dolor de que nuestros padres priorizaron la lucha antes que a nosotras, yo creo que es una idea que, hasta cierto punto, es cierta, pero también es un poco simplista, en el sentido de que creo que las cosas no son blancas o negras, no son excluyentes, puedes sentir mucho amor por la lucha y también puedes sentir mucho amor por tus hijas. En este caso yo también lo hice un poco como decir el amor que nos profesamos mi padre y yo era tan importante como el amor que tenía por la vida, y esa chulería, con ese mensaje, a mi me hace sentir muy bien como hija. De hecho hay un momento de la película que me encanta en el que digo: yo no sabía de que trabajabas, ni me importaba, porque a mí solo me importaban las cosas importantes. Estoy muy orgullosa de esa frase, es un modo de decir que la relación con mi padre es tan importante o más que los atentados que pudiera cometer.
Y ahora que el tema que nos ocupa en el mundo es el feminismo y el cuidado de la vida, es como decir vamos a revisar esta idea, vamos a equiparar todas las luchas, no vamos a dar por sentado que las luchas de la esfera pública son más importantes que las que se dan en la esfera privada. Esta película es también una declaración de principios en ese sentido.
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