Pocos saben donde se encuentra Adén, Lahej o Taiz, del sufrimiento de sus habitantes o del sonido de las bombas cuando la vida vale tan poco que cada cadáver en sus calles ya no logra ocupar ni tan siquiera una cifra en los informativos de sobremesa en Occidente.
Dada la magnitud de la crisis humanitaria, en abril, se ha declarado un alto el fuego, que, si bien se había establecido con cierta responsabilidad, las violaciones por parte de las fuerzas del heredero saudita, el príncipe Mohamed bin Salman (MbS), son cada vez más frecuentes.
La coalición antihutí, que oficialmente se presenta como dirigida por Arabia Saudita, obtuvo muy pocos resultados durante sus ocho años de existencia y causó 100.000 víctimas directas de la guerra y otras 220.000 víctimas indirectas
Tras haber destruido la economía del país la guerra ha generado millones de hambrientos, a lo que ahora se le suma la faltante traducida en carestía del trigo que Yemen importaba, en más de un 35 por ciento de Rusia y Ucrania.
A estas alturas se calcula en más de 400.000 muertos en esta guerra, de los cuales en torno al 60 por ciento, se debe a consecuencias indirectas del conflicto, como la falta de agua potable, el hambre y las enfermedades. El número de personas desnutridas supera los cinco millones.
El Ejército y los comités populares de Yemen siguen liberando territorios y advierten que los mercenarios saudíes sufrirán el mismo destino que EEUU en Afganistán.