Internacional | Estados Unidos: La muerte de una nación

Por Daniel Seijo

Disparar primero y preguntar después, esa parece haberse convertido en la máxima de la policía estadounidense ante cualquier sospechoso afroamericano que se cruce en su camino.

Apenas transcurridos tres años de la brutal actuación policial que terminó con la muerte de Michael Brown en Ferguson, y dos años de los asesinatos de Alton Sterling en Luisiana y Philando Castile en Minnesota (Ambos abatidos por disparos de la policía) la absolución por parte de un jurado de Jeronimo Yanez, el agente de policía que disparó contra Philando Castile en Minnesota, abre de nuevo en la opinión pública el debate sobre una brecha racial que nunca parece haberse logrado cerrar definitivamente en Estados Unidos. Una brecha racial agravada debido a décadas de políticas sociales excluyentes, que ha desembocado en que la población afroamericana siga sufriendo un racismo soterrado en el mejor de los casos, cuando no abiertamente una actitud hostil frente a ellos. Una situación insostenible, que lamentablemente parece destinada a agravarse con la victoria electoral del candidato republicano, Donald Trump.

Hemos pasado de las plantaciones algodoneras a los guetos del crack y las armas

La desigualdad social afecta a la población afroamericana a nivel de renta, educación o desempleo. Los ciudadanos blancos tienen en Estados Unidos un promedio de seis veces más riqueza que la población afrodescendiente, dato que no ha hecho más que acentuarse durante los años de la crisis, al tiempo que en el mismo período la tasa de desempleo era un 4% mayor entre la población afroamericana. Una brecha social cuyos pilares comienzan a cimentarse en el sistema educativo, donde según la Oficina de Derechos Civiles del Departamento de Educación de Estados Unidos, un joven afroamericano tiene hasta tres veces más posibilidades de ser expulsado de su colegio que un compañero blanco, y en donde este mismo joven, tendrá menores oportunidades que sus compañeros blancos a la hora de llegar a cursar estudios universitarios (34% vs. 21%). Una segregación racial educativa, que parece abocar ya en sus primeros compases a la población negra residente en Estados Unidos a una convivencia como ciudadanos de segunda en su propio país.

Hemos pasado de las plantaciones algodoneras a los guetos del crack y las armas, de las Leyes de Jim Crow (1876) a la opresión económico-social y de las cruces del Klan a una policía de gatillo demasiado sensible frente al afroamericano.

Los continuos sucesos de violencia y abuso policial contra la comunidad afroamericana, han demostrado que el acceso de una pequeña minoría de afroestadounidenses a una vida digna en los Estados Unidos, no ha supuesto ni mucho menos la implantación de la sociedad del color-blind o  la sociedad “post-racial” que el presidente Obama pretendía inaugurar con su llegada al cargo. Los raperos, los presentadores de la MTV, los jugadores de la NBA y de la NFL o los escasos políticos con puestos de responsabilidad en los Estados Unidos, no son una representación fidedigna de una sociedad que tienen su más fiel reflejo racial en los sucesos que tuvieron lugar en Dallas o Minnesota,  donde el Yes we can del presidente Obama, se entremezcla con los discursos raciales de Calvin Coolidge, para demostrarnos que todavía hoy, en el capitalismo americano, existen colores en la desigualdad.

Demasiados recuerdos en la America de hoy de aquella America profunda en donde la lucha por los derechos civiles podía costarle la vida a un hombre, en donde el color de tu piel te identificaba como ciudadano de segunda o bien podía otorgarte la impunidad ante un sistema que presumía frente al mundo de ser la democracia más antigua del planeta, mientras gran parte de su población vivía alejada de esos derechos a escasos metros de alcanzar la dignidad como ciudadanos.

La absolución de Jeronimo Yanez, nos ha vuelto a mostrar las miserias de un sistema que sistemáticamente se ha negado a afrontar las heridas históricas de su pasado más reciente. Un modelo político que basa gran parte de su estabilidad en una línea demasiado frágil entre la convivencia y la discriminación con gran parte de los ciudadanos afroamericanos. Tan solo una sociedad ciega, podría continuar obviando la olla a presión que se esconde tras cada nuevo caso de discriminación racial en sus calles.

«No puedes separar la paz de la libertad, porque nadie puede estar en paz, a no ser que tenga su libertad.»

Malcolm X

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