Igno-rancia

Por Jesús Ausín | Ilustración: ElKoko

Matías es un muchacho de tez oscura, pelo rizado, ojos rasgados, nariz ancha, piernas cortas y tronco asimétrico en relación con sus extremidades.

Vive en un edificio llamado El Portal del Country en pleno centro de Bogotá, en una familia acomodada. En sus diecisiete años de vida, apenas recuerda haber comido y cenado en familia. Ni siquiera los fines de semana en los que sus padres cambian el trabajo por el golf o el tenis. Cuando era pequeño, solían llevarlo al club con Dalmacia, la criada. Esta cuidaba del pequeño entretanto sus padres seguían haciendo negocios mientras tomaban Martinis, jugaban al tenis o recorrían las calles que llevan a los greenes en busca de una bola perdida entre los árboles.

En uno de los colegios de los Evangelistas de Bogotá, Matías conoció a sus dos mejores amigos: Emiliano y Samuel David.

Emiliano es un joven un año mayor que Matías. De piel bastante más oscura y aceitunada que la de su amigo. También tiene el pelo rizado, la nariz ancha y los ojos muy achinados. De pómulos redondos y ojeras difusas, su barba cerrada le da un aspecto descuidado, como si no se hubiera duchado en dos semanas. Sus rizos lacios y grasientos acentúan esa imagen. Suele vestir unas bermudas de color verde y una camiseta de tirantes roja y lleva tatuada una esvástica en el bíceps del brazo derecho.

Samuel David es un chico desgarbado, flaco, alto y de piel muy morena, más bien negra con tonos casi azulados. De pelo ralo, corto, ojos redondos, grandes y saltones, orejas de soplillo, dientes extremadamente blancos que resaltan más en el contraste con su bruna piel. Le gusta vestir camiseta negra de tirantes, sobre la que lleva una cazadora de lona negra, cuello redondo y puños de lana. Remata su look con una gorra azul marina de visera abombada y unas gafas de sol también negras que le dan un aspecto siniestro.

Los tres pertenecen a un grupo autodenominado Juventudes Apostólicas de Bogotá. Un grupo que busca camorra en el septentrión de la Autopista Norte, en La Uribe donde vive la gente modesta. Un barrio con problemas de todo tipo y delincuencia por necesidad.

Los tres amigos creen que los pobres son seres inferiores que han venido al mundo para realizar los trabajos que ellos no pueden hacer. Creen que dios tiene un designio para cada uno de nosotros. Ellos son los elegidos de dios, por eso tienen éxito. No se sienten privilegiados y no les importa de dónde sale el dinero porque es lo que se merecen. Los pobres sin embargo, lo son por naturaleza. Son haraganes, borrachos y vagos y se merecen lo que les pase porque dios lo ha querido así. No soportan que el gobierno les conceda subvenciones porque eso les hace vivir del Estado sin pegar palo al agua.

Matías, Emiliano y Samuel David, están preocupados por la inmigración ilegal que sufre Europa. En las últimas semanas le están dando vueltas a la idea de irse de viaje a Alemania a protestar contra la inmigración ilegal.

Han convencido a sus padres de que quieren hacer un viaje cultural por la Unión Europea. Un viaje que les llevará de Berlín a Roma, París y finalizará en Madrid desde donde volverán a casa. Sus papás les han dado el dinero para que organicen el viaje.

 Ya están en Berlín. Instalados en un hotel de la ciudad, se disponen a asistir a la manifestación convocada esa tarde contra el éxodo sirio. Ataviados con sus ropas habituales, Matías con pantalones vaqueros y camiseta blanca de tirantes, Emiliano con sus bermudas verdes y su camiseta roja en la que luce un águila imperial de dos cabezas y Samuel Manuel, de riguroso negro y su inseparable gorra azul marino, se dirigen de frente a la manifestación que ya circula por las calles berlinesas.

Conforme se van acercando a los portadores de la pancarta, los asistentes, todos blancos vestidos con sus ropas negras, se les quedan mirando. Cuando llegan, el recibimiento no es el esperado. A un puñetazo en el ojo de Matías les suceden varios más a sus dos amigos. Samuel Manuel es pateado hasta romperle el bazo y reventarle el oído de una fuerte patada en la cabeza. Emiliano es acuchillado sin mediar palabra.

Ninguno de los blancos europeos creían que dos chicos andinos y un negro pudieran ser compañeros de militancia.

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Igno-rancia

Sobre la victoria del Nazi Bolsonaro en Brasil, podemos sacar muchas conclusiones. Este capitán del ejército brasileño, ya retirado, no es un personaje que haya salido de la noche a la mañana. Lleva siendo diputado desde 1990. Un diputado ya conocido por sus exabruptos contra los negros de los que dijo “no sirven ni como reproductores”, contra los homosexuales, contra las mujeres y contrario a establecer medidas contra la corrupción (votó en contra).

A pesar de lo que se ha dicho, los votantes de este individuo son primordialmente blancos, urbanos y ricos. Aunque entre los casi cincuenta y ocho millones de votos recibidos tiene más de once millones en ciudades pobres. Precisamente la diferencia entre él y el candidato del PT Fernando Haddad.

¿Que lleva a un ciudadano negro, a uno pobre o a una mujer a votar a un tipo que lleva odiándolos desde que nació?

Escuchaba el otro día al periodista brasileño Ricardo Viel, en Radiocable decir que en Brasil hay 130 000 000 millones de personas que solo se informan a través de WhatsApp. Y que es muy fácil a través de este medio difundir mentiras y noticias falsas. Quizá no podamos entender este procedimiento pero seguro que si nos paramos un momento y pensamos en nuestro teléfono y en nuestros grupos de WhatsApp seguro que todos tenemos alguno en el que personas que no piensan como nosotros nos envían decenas de estupideces en formato video, presentación o texto con supuestas informaciones sobre políticos a los que odian. Generalmente la gente, por prudencia, se calla o como hago yo en el 99 % de los casos, los obvio sin ver o leer lo que ese tipo de mensajes dicen. Pero, habitualmente hay quién apoyado siempre en sus simpatías, acaba por creerse sino todo lo que dicen en esos panfletos, si parte de la información remitida. Y muchas partes forman un todo. Y no olvidemos que este tipo de redes son como una especie de cosmos en lo que todo es cíclico. Lo que te llega hoy como nuevo, es muy posible que lleve circulando tres años y que te vuelva, de nuevo, otros tres años después. No reenviar whatsapps es contribuir a acabar con ello.

Decía Jose Luis Sampedro “Se confunde a la gente ofreciéndole libertad de expresión al tiempo que se le escamotea la libertad de pensamiento”. Una aseveración muy acertada entonces y ahora.

La desinformación, cuyo principal enemigo es la cultura y la formación, es el modo no solo de manipular, sino el de adoctrinar y crear sentido de pertenencia. Una de las causas por la que un pobre o una persona de color vota a un ejemplar racista, xenófobo, clasista y nazi como Bolsonaro es porque no siente pertenencia al grupo de los atacados. Como yo no soy negro, pobre, homosexual, transexual, drogadicto o mujer, lo que diga no va conmigo. Y es curioso porque en muchos de los casos aun siendo negro, pobre, homosexual…, tampoco nos sentimos atacados porque no creemos que vaya contra nosotros. Unas veces porque no sentimos pertenencia al grupo (nadie se declara pobre. En una encuesta en la que participé como encuestador el año pasado, se solicitaba al encuestado que se encuadrase dentro de un grupo, clase trabajadora, clase media o clase alta, el 90 % se declaraba clase media, un 5 % alta y otro 5 % como trabajador) y otras porque aun teniendo la piel más negra que un tizón, nos sentimos excluidos del grupo porque no creemos que los ataques de estos peligrosos fascistas vayan contra nosotros, sino contra “los otros negros”.

En el mundo actual el acceso a la información es tan sencillo que es mucho más fácil colar Fake news que antes. Eso unido a que se ha perdido toda noción de decencia, honestidad y principios en pos de la ganancia económica, hace aún más fácil que nos la cuelen. Por no hablar de que ya no hay correctores ni nadie que controle en los medios. Y cualquier papanatas enchufado por ser “hijo de”, o cualquier becario al que le fuerzan a ejercer como profesional sin cobrar por ello, puede acabar redactando una noticia leyendo la Wikipedia, como debió de pasar el otro día en el periódico global donde se decía que la Princesa Leonor había leído el punto tres del título preliminar de la Constitución española. Ignorando que lo que leía era el artículo 1 de la Constitución que consta de Títulos que se dividen en artículos y estos a su vez en puntos y que el punto tres no existe.

Decía Jose Luis Sampedro “Se confunde a la gente ofreciéndole libertad de expresión al tiempo que se le escamotea la libertad de pensamiento”. Una aseveración muy acertada entonces y ahora. El pueblo al que se le ha privado de la enseñanza convirtiendo la escuela pública en masificadas aulas en las que no se le presta la atención al alumno que se le debiera, porque el profesorado no puede, ya que es materialmente imposible atender a 40 adolescentes con las hormonas revolucionadas en una clase de quince metros cuadrados, en la que los planes de estudios se hacen desde los despachos de las Consejerías de Educación destinados a aprobar exámenes y pruebas que hagan quedar bien a esas instituciones en los rankings educativos y no en enseñar a los chavales a pensar y motivarlos para el aprendizaje, se siente libre porque tiene albedrío para expresarse visceralmente. Y se creen en posesión de la verdad que les ha sido transmitida a través de la televisión. Y hacen tan suya esa verdad que son capaces de defenderla hasta con violencia.

En esta coyuntura de manipulación, desinformación, de mentiras elevadas a la categoría de verdad universal, de adoctrinamiento pasivo donde el poder, ese que vive feliz en su mundo inalcanzable para el 99 % de los mortales, es quien pone la pasta para que las televisiones puedan emitir, el que paga a sus profesionales y el que presiona, directa o indirectamente para que nada se salga del tiesto, se hace difícil luchar contra el fascismo.

Esos profesionales que dicen estar aterrorizados por el auge del fascismo, por las actuaciones de personajes como Trump, Bolsonaro, Orbán, Kurz o Salvini, sin embargo son incapaces de titular que estos pertenecen a partidos fascistas y lo suavizan con el eufemismo de “extremistas”. Son incapaces de reconocer que estos personajes son la consecuencia de unas políticas abusivas que han llenado el mundo occidental de pobres a los que manejan con ideas simplistas y cantos de sirena que solo buscan el voto para luego convertir sus vidas en un infierno aún peor del que ya viven. Que estos tipos, no luchan contra la corrupción, porque han llegado donde están gracias a ella. Que no luchan contra el sistema porque son parte de él. Que no vienen a mejorar sus vidas sino a empeorarlas hasta el punto de no dudar en quitársela si consideran necesario.

Como decía Saramago “Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia”. Revisemos pues lo que sucedió en la Europa de los años treinta y como acabamos. El fascismo solo trae pobreza, destrucción, penalidades y millones de muertos.

Ni Bolsonaro, ni Casado, Rivera o Abascal van a mover un solo dedo por la justicia social. Ellos trabajan primero para ellos y después para todos aquellos que viven de la injusticia, del latrocinio, de los negocios oscuros y de la explotación humana. Enseñemos a la gente cómo se construyeron los pantanos en el franquismo. Cómo hicieron fortuna los grandes empresarios de entonces.

Y como también decía el bueno de Don José, escribo por desasosiego y porque no me gusta el mundo en el que vivo. Pero aún, me gusta menos aquel en el que no se puede respirar, vivir o folgar por miedo a que te saquen de tu cama a culatazos y acabes desapareciendo en cualquier cuneta. Las sirenas no existen y sus cantos siempre son para dividirnos.

Esos profesionales que dicen estar aterrorizados por el auge del fascismo, por las actuaciones de personajes como Trump, Bolsonaro, Orbán, Kurz o Salvini, sin embargo son incapaces de titular que estos pertenecen a partidos fascistas y lo suavizan con el eufemismo de “extremistas”.

Yo no veo blancos, negros, gitanos, homosexuales, marroquíes o andinos. Yo veo seres humanos. Pero sí distingo entre buenos y malos. Entre justos e injustos. Entre nobles (de corazón) e “hijosdeputa”. Y  los malos, los injustos y los puteros jamás han buscado otra cosa que no sea su propio bienestar. Jamás son populares, ni liberales. Solo son asquerosos fascistas camuflados entre las buenas gentes.

La solución no será inmediata. Para ello hay que educar al ciudadano para que pueda pensar por sí mismo. Para que pueda discernir sin que la televisión le marque el camino y, sobre todo, para que cuando le llegue uno de esos Whatsapps en los que se niega que en España se desterró a los judíos o que se obligó a los musulmanes a abrazar el cristianismo torturándolos y matándolos si no eran suficientemente convincentes, cuando te digan que Franco no dio un golpe de estado o te relaciones las cosas “buenas” que hizo, el pueblo pueda responder que solo es desinformación y además interesada.

Si seguimos callando por no perder un amigo, acabaremos perdiendo los amigos por haber callado. O enseñamos los dientes o acabaremos sin ellos.

Salud, república y más escuelas.

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