01/10/2017: El referéndum que hace sonreír a los ultras

Por Luis Aneiros

Son aún las siete de la tarde. Poco pueden cambiar las cosas en lo que queda de día, y sinceramente no tengo esperanzas de que sea a mejor. Escribo estas líneas desde la rabia que me ha causado ir aprendiendo cada minuto en qué país vivo. No puedo decir que me sorprenda, pero sí que me avergüenza.

Todos hemos podido verlo, así que no creo que le pueda contar a nadie nada que no sepa ya. Eso sí, la interpretación de las imágenes es lo que convierte esta jornada en algo peculiar. Yo veo policías y guardias civiles golpeando a la población civil, cuyas únicas armas eran las papeletas con las que pretendían votar. En otros casos, sentados en el suelo y recibiendo porrazos por gracia de las nuevas leyes de represión aprobadas por nuestro gobierno, según las cuales sentarse es ser violento con la autoridad. Y si… también he visto a  independentistas golpeando a los agentes. Sólo me han faltado las imágenes de los minutos previos, sólo por aquello de disponer de todos los datos, y no sólo de lo que los medios  nos han querido contar.

Y esa es otra: en TVE una película y en TVE2 un documental de monos. En las privadas también cine, con la excepción de La Sexta, que ya se sabe que ha aprendido que los especiales de Ferreras hacen suculentas cajas. En el día que todos califican como más trascendental para la vida democrática de España, incluso más que el 23F, los medios que más pueden aportar a la claridad y la transparencia de todos huyen como vacas ante un tornado. Mientras, los diarios digitales internacionales muestran a un país sumido en la violencia y la censura. Cierres de colegios y cargas policiales, ancianas sangrando tras la represión de la policía y más de 500 heridos a estas horas… Eso es lo que cuentan en Europa que pasa en España. Observadores internacionales en los colegios electorales, como en aquellos países de dudosa calidad democrática… España se retrata en el panorama internacional tal y como es, porque las caretas aguantan lo que aguanta el miedo a que la gente hable y diga que las cosas no están bien.

La banderas rojigualdas son menos banderas y sí más trapos cuando se adornan de aguiluchos fascistas, y hoy esos aguiluchos sonríen, porque son los únicos que han sacado algún beneficio de todo esto

No quiero que Cataluña se separe de España, no creo que este referéndum sea una buena idea tal y como se ha planteado, pero ante la elección de presentar una Cataluña mal gobernada o una España fascista, hubiera preferido la foto de Puigdemont esposado a la salida del colegio electoral por haber cometido un delito (si así ha sido) que la de cientos de españoles apaleados por las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado. Cuando entran en las academias se les dice que su labor es proteger a los ciudadanos, pero cuando salen de los cuarteles hacia los lugares de conflicto se les dice que su labor es reprimir el deseo de esos mismos ciudadanos, aunque sea a golpes y tiros al aire. Han apaleado a españoles por querer expresar su deseo de si seguir siéndolo o no. Han abierto cabezas, pero lo que en realidad han roto es a España. No ha sido el deseo de votar, no… han sido los porrazos los que han separado Cataluña de España.

Por supuesto que nadie ha ganado, pero es triste que tengamos un gobierno que se alegre de ello. Han sacado a la calle no sólo a la policía, sino también a los perros guardianes de su caduco régimen. La banderas rojigualdas son menos banderas y sí más trapos cuando se adornan de aguiluchos fascistas, y hoy esos aguiluchos sonríen, porque son los únicos que han sacado algún beneficio de todo esto. ¿Quién puede parar a los nostálgicos del garrote vil si se ha puesto la acción policial al servicio de sus ideales? ¿Quién les niega las dos Españas que ellos tanto añoran si en nuestra democracia se castiga una urna pero no un símbolo franquista? ¿Cuántos de los policías que hoy están en Cataluña han recibido la orden de obligar a la familia Franco a abrir las puertas del Pazo de Meirás? ¿Cuántos de ellos han tenido que entrar en Génova y usar la fuerza para llevarse las pruebas de la corrupción del PP? ¿Cuántos ultraderechistas han sido detenidos por asesinar a otras personas, mientras ciudadanos sin delito alguno han sido hoy víctimas de la violencia policial? ¿A quién sirve la ley en España?

Si el referéndum es ilegal, que se detenga y se juzgue a quienes sean responsables de haberlo llevado a cabo. Y si no lo es, que se reúnan quienes tengan que hacerlo para decidir qué se hace con la voluntad de los catalanes. Pero en ningún caso se puede justificar el uso de las armas contra la población civil. Esto no es una guerra (por ahora), y la sangre jamás debe de acompañar a las urnas en la misma escena. Los gritos de “Cataluña es España” no tienen sentido tras el “a por ellos oeee”, y mucho menos si van seguidos de patadas, golpes y disparos. Si Cataluña es España tratemos a los catalanes como españoles y no como enemigos, porque no lo son.

Y si todavía creemos que esto es algo más que la manera en la que los dos partidos más corruptos de Europa pretenden esconder sus miserias y sumar los más radicales adeptos a sus filas, es que España aún no ha salido del agujero de ignorancia en el que la han sumido décadas de dictadura. Hoy muere un sueño popular, el de un país moderno y libre, y nace el sueño megalómano de quién se cree salvador de la unidad de la patria.

“¿Para qué puede servir escribir una canción

si detrás de cada verso hay un fracaso escondido?

Las calles siguen igual y nada hemos aprendido

de lo que dice una canción”.

No he visto a los líderes de la izquierda en la calle. Los veo en televisión repitiendo sus propios mantras y demostrando que, también para ellos, lo importante son los votos, incluso ahora cuando los españoles necesitamos sentirnos acompañados y protegidos. Y mañana o pasado, en el Parlamento, seguiremos viendo cobardía y mojigatería en lugar de decisión y de la voluntad decidida de echar al PP de las instituciones. Y con el PP al mando, este país está abocado al fascismo y al enfrentamiento civil, y más desde hoy que la ultraderecha se siente respaldada por el gobierno.

 

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