Guerras sucias, cuando el mundo es un campo de batalla

Jeremy Scahill es uno de esos francotiradores que van a las guerras desarmados, pero decididos a mostrar algo más que el efecto de los bombardeos y a dibujar los avances de los ejércitos sobre el terreno.

Por Angelo Nero | 28/08/2024

“EEUU dice que con estas operaciones militares, con las guerras sucias, defiende sus propios intereses, pero en realidad defiende los beneficios de las corporaciones. En última instancia se trata de asegurar recursos naturales. De hecho, Obama dijo en su discurso ante la ONU que emplearía la fuerza militar para asegurar recursos energéticos. Fue un discurso imperialista. Fue imperialismo al desnudo. (…) Ahora mismo el porcentaje de aprobación del Congreso de EEUU por parte de los ciudadanos es del 11%, lo cual es una locura. La razón es que los políticos no representan los intereses de la mayoría de los estadounidenses. No ha habido una investigación seria de la política contra el terrorismo del presidente, del programa de drones, del uso de fuerzas de operaciones especiales y fuerzas paramilitares de la CIA. En su lugar, los republicanos y la gente de derechas muestran a Obama como un socialista negro que da miedo, cuya misión es llevar a EEUU a una revolución marxista. Y en el otro lado están los demócratas y los liberales, que jamás cuestionan al ‘querido líder’. Y entre medias está la verdad, que está totalmente perdida.”

Este es un fragmento de una entrevista publicada por el diario El Mundo al periodista de investigación Jeremy Scahill, un outsider del periodismo americano, que comenzó su carrera en Democracy Now!, el noticiario dirigido por Amy Goodman y Juan González, que, desde 1986 pone el foco en los movimientos sociales, la lucha por la justicia y los nocivos efectos de la política exterior americana, entre cuyos colaboradores están también Noam Chomsky, Howard Zinn, o Arundhati Roy. En 1998 Scahill y Goodman produjeron el premiado “Drilling and Killing: Chevron and Nigeria’s Oil Dictatorship”, un documental que investigaba la el papel de la Chevron Corporation en el asesinato de dos defensores del medio ambiente nigerianos.

Jeremy Scahill ha documentado sobre el terreno las acciones de contratistas privados militares de Blackwater Worldwide, al servicio de EEUU, sobretodo en Irak y Afganistán, que le llevaría a escribir un exitoso libro: “Blackwater: The Rise of the World’s Most Powerful Mercenary Army” (El auge del ejército mercenario más poderoso del mundo). También cubrió, en 1999, el bombardeo de la OTAN a Yugoslavia, y viajó a otros escenarios de guerra como Yemen y Somalia, donde investigó las oscuras operaciones especiales del gobierno norteamericano.

En 2013, junto a los periodistas Glenn Greenwald y Laura Poitras crearon el medio digital The Intercept, con “la misión a largo plazo es producir un periodismo valiente, de confrontación a través de una amplia gama de temas: abuso, corrupción financiera o política, o violación de las libertades civiles”.

Jeremy Scahill es uno de esos francotiradores que van a las guerras desarmados, pero decididos a mostrar algo más que el efecto de los bombardeos y a dibujar los avances de los ejércitos sobre el terreno. Scahill escudriña en las zonas de la sombra informativa, se hace preguntas incómodas y busca respuestas, aunque tenga que se tenga que meter en terrenos incómodos y peligrosos, realizando ese periodismo de investigación que, realmente, se echa mucho de menos estos días en el conflicto de Ucrania.

Fruto de esas investigaciones, además de su libro sobre Blackwater, es “Dirty Wars: The World Is a Battlefield” (Guerras sucias: el mundo es una campo de batalla), un docu thriller que produjo, guionizó y protagonizó, en 2013, bajo la dirección de Richard Rowley, quien, en 2020 dirigía también el aclamado “Kingdom of Silence”, sobre el asesinato de Jamal Khasoggi. En Dirty Wars, Jeremy Scahill nos lleva al corazón de las tinieblas, al mundo de las operaciones especiales del ejército de EEUU, a través de Afganistán, donde comienza la investigación del periodista sobre la masacre de Gardez realizada en una fiesta, por parte del Joint Special Operations Command (JSOC), en el que fueron asesinados un policía afgano y varios miembros de su familia, entre los que estaban tres mujeres embarazadas, y que la OTAN trató de ocultar señalandolo como un crimen de honor. De Afganistán a Yemén, y de Yemén a Somalia, siguiendo el rastro de muerte del JSOC, del que se afirma en el documental que opera en más de 75 países.

A pesar de que han transcurrido casi diez años del estreno del documental, y que el mito de Obama, bajo el que se realizaron muchas de las acciones encubiertas de la JSOC, ya ha sido desenmascarado, es conveniente revisarla ahora, que la versión oficial vuelve a imponerse, para no olvidar que esas operaciones criminales que Scahill denuncia en el film, siguen existiendo a lo largo y ancho del planeta. Las víctimas como las de la masacre de Gardez o la de Al-Majalah, al sur de Yemen, donde un misil estadounidense mató en diciembre de 2009, a 21 niños, 14 mujeres y 6 hombres, siguen produciéndose, mientras la prensa occidental, esa que ahora nos muestra los cadáveres en las calles de Bucha, sigue ignorando, en los mismos escenarios que nos mostraba Jeremy Scahill: Yemen, Somalia, Afganistán, Irak… y mientras el “mundo libre” exige llevar al Tribunal Penal Internacional a Putin, sigue ignorando a los culpables de estas “guerras sucias” en las que, si no tienes miedo de manchar tu conciencia puedes adentrarte con este documental.

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