“Esta tierra está llena de sangre de esclavos», esgrimió ante las cámaras René Sainte-Rose, portavoz de la ANG, acusando a “los antepasados ideológicos de Marine Le Pen, Eric Zemmour y Dupont-Aignan” de ser los culpables de la instauración de la esclavitud en el archipiélago caribeño.
Por Angelo Nero
Alyans Nasyonal Gwadloup (ANG), tuvo su congreso fundacional el pasado 30 de enero de 2022, en la localidad de Goyave, en el archipiélago de Guadeloupe, en el corazón del Caribpece. En el concretaron los puntos programáticos de su programa político, en el que se reconocen como patriotas de la nación guadalupeña, y la intención de aunar al pueblo que ansía un mayor autogobierno, y un férreo compromiso anticolonialista. Este archipiélago antillano, que fue colonia británica, sueca y, finalmente, francesa, tuvo una fecha concreta para el despertar de los anhelos de libertad: el 14 de febrero de 1952 en la Massacre de la Saint-Valentin, donde los gendarmes reprimieron violentamente una huelga, causando varios muertos. Desde entonces, el soberanismo guadalupeño ha estado ligado fuertemente a las reclamaciones laborales.
En su primera confrontación electoral, en las elecciones regionales de 2021, la lista de la ANG, encabezada por Ronald Selbonne, ocupó el tercer puesto en las preferencias de los electores, con un 9,39% de los votos emitidos, y 8.500 papeletas, aunque muy por debajo de la coalición Guadeloupe Unie, Solidaire et Responsable (GUSR)-La République en Marche, del derechista Ary Chalus, presidente actual del Consejo Regional, Ary Chalus, que logró en la primera vuelta un 49%, y subió en la segunda hasta el 72%, y de la Fédération guadeloupéenne du Parti socialiste, de Josette Borel-Lincertin, con un 17% y 27%, respectivamente, en la primera y segunda vuelta de las elecciones regionales. Aunque los resultados son espectaculares para una formación soberanista que, en el momento de producirse las elecciones, era más un movimientos que un partido, todavía no había celebrado su primer congreso, que no tiene apenas más apoyo económico que el de sus simpatizantes, y que compite contra las maquinarias de las grandes formaciones políticas francesas.
La ANG recoge el legado de Hégésippe Légitimus, fundador del Parti Socialiste Guadeloupée, del alcalde de Pointe-à-Pitre, Achille René-Boisneuf, del Paul Valentino que luchó contra el régimen de Vichy, del comunista Rosan Girard, del economista Rémy Nainsouta y del poeta y activista de la negritud, Paul Niger. También de las organizaciones que, de un modo u otro, reivindicaron la soberania guadalupeña, como el Groupe d’Organisation Nationale de la Guadeloupe (GONG), fundado en 1963, de su continuadora, en 1977, la Union Populaire pour la Liberation de Guadeloupe (UPLG), o del Comité Populaire et National de la Jeunesse Guadeloupéenne (CPNJG), protagonista de las huelgas de finales de los sesenta.
Este pasado 27 de marzo, una treintena de militantes de la Alyans Nasyonal Gwadloup y del Comité International des Peuples Noirs, o Alianza Nacional Guadalupeña, irrumpieron en la grabación de un programa de France Télévisions, en un hotel a las afueras de Pointe-à-Pitre, al grito de Le Pen, déwò! (Le Pen fuera), para protestar por la visita de la candidata de ultraderecha Marine Le Pen, en visita de campaña al archipiélago, logrando expulsarla, protegida por sus escoltas, en medio de abucheos, silbidos, y cánticos en criollo.
“Esta tierra está llena de sangre de esclavos», esgrimió ante las cámaras René Sainte-Rose, portavoz de la ANG, acusando a “los antepasados ideológicos de Marine Le Pen, Eric Zemmour y Dupont-Aignan” de ser los culpables de la instauración de la esclavitud en el archipiélago caribeño. “Marine Le Pen es un símbolo para nosotros, las ideas de extrema derecha no son ideas, son delitos, y deben tratarse como un cáncer”.
El año pasado Guadalupe, junto con Martinica, fue escenario de violentos disturbios, muchos liderados por las organizaciones que, como la ANG, demandan mayor soberania, pidiendo el aumento de salarios, la reducción de combustibles y también contra las restricciones derivadas de la pandemia, lo que obligó al Ministro de Ultramar, Sébastien Lecornu, a prometer concesiones, aunque advirtiendo: “La autonomía ciertamente no es independencia: ya existe para ciertas comunidades de ultramar en diversos grados, siendo el modelo más avanzado, por ejemplo, Polinesia.”
Pierre Nido, docente en la Universidad de las Antillas, y autor de “Luchas sindicales y anticolonialismo en Guadalupe y Martinica”, señaló en una entrevista a La Izquierda Diario: “el nacionalismo reaparece como corriente política y como fuerza electoral, con partidos como el ANG (Alyans Nasyonal Gwadloup) y la coalición NOU que aglutina a separatistas y autonomistas. Este dinamismo político y el impulso electoral de la NOU a las regiones ha creado tensiones con el LKP (Liyannaj Kont Pwofitasyon), el “Colectivo contra la Explotación Excesiva”, agrupa alrededor de 50 organizaciones sindicales, sociales, políticas y culturales de Guadalupe, que es hostil en principio a cualquier participación en las elecciones francesas. También obligó a los funcionarios electos locales a usar el idioma para hablar más sobre la autonomía. Probablemente sea la razón por la cual el gobierno francés también está hablando de eso.”
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