Explotar lo común

La crisis energética, que ya es una realidad, y el retorno a las moratorias para volver al carbón y el uso de otras energías fósiles agrava seriamente la crisis climática y la vida en el planeta.

Por Remedios Copa

En más de una ocasión abogué por la conservación de la biodiversidad del planeta, la regeneración medioambiental y un desarrollo de la humanidad que no estuviera basado en el crecimiento continuo y exponencial, que recuperase la racionalidad en el consumo y abandonase la cultura de usar y tirar y la obsolescencia programada que tanto daño ha causado y sigue causando.

En estos momentos sabemos que la contaminación del aire provoca en el mundo más de 7.000.000 de muertes prematuras al año según la OMS, 30.000 muertes por esa causa en España según datos de la Agencia Europea de Medioambiente .A pesar de tratarse de un problema tan grave y sabiendo que mediante la disminución de la contaminación del aire se puede reducir el número de accidentes cerebro vasculares, cardiopatías, cánceres de pulmón, asma y neuropatías crónicas y agudas, no se toman las medidas necesarias para evitarlo.

Si revisamos los datos de calidad del aire aportadas por la OMS, en 2019 el 99% de la población mundial vivía en lugares dónde no se respetaban las Directrices Mundiales de dicha institución sobre la calidad del aire y el 89% de esas muertes se produjeron en países de ingreso bajo o mediano.

Las políticas para reducir la contaminación del aire atañen a la industria, el sector energético, la generación de electricidad, el transporte, la planificación urbana, la gestión de los deshechos municipales y las actividades de atención a la salud.

Si no podemos tener una buena vida sin un aire limpio y saludable, tampoco podemos vivir si carecemos de agua potable. El agua potable escasea cada vez más debido a la contaminación por los desechos tóxicos, químicos, metálicos, plásticos, herbicidas y pesticidas filtrados a los acuíferos, a los que llegan también residuos medicamentosos y purines procedentes de las macrogranjas industriales, (en España ya existen pueblos que, por esta razón, tienen que ser abastecidos de agua potable con camiones cisterna), sin olvidar que a todos estos contaminantes del agua hay que añadir los que causa el fracking. Entre los daños causados por la contaminación y las sequías ponen al planeta en riesgo de no poder abastecer a la humanidad de este recurso indispensable para la vida en el plazo de dos años, según advierten los científicos, así que no es momento de mirar para otro lado; no lo es porque nos va la vida en ello.

Tenemos un ejemplo reciente en nuestro país en relación con los pantanos. La falta de agua ha llevado a que tomaran la decisión de eliminar toneladas de peces, (biodiversidad, versus alimentos), para que la contaminación del agua que queda en el pantano no termine provocándoles la muerte y causando un posible foco infeccioso. ¿Es la mejor solución? Las consecuencias lo dirán. O tal vez empecemos a preguntarnos cuál será uso de los pantanos que más beneficie a la humanidad.

Siempre he considerado la soberanía alimentaria, (a nivel de las comunidades locales o en entornos de la mayor proximidad posible), como un bien a tener en cuenta por encima de otras consideraciones mercantilistas, porque aquello que es imprescindible para la vida no se debe poner en juego.

El aire, el agua, los alimentos y la posibilidad de cobijo, no pueden ser objeto de mercadeo; son un derecho de todo ser vivo y su vulneración negligente o voluntaria debería ser considerada un delito de lesa humanidad.

La crisis energética, que ya es una realidad, y el retorno a las moratorias para volver al carbón y el uso de otras energías fósiles agrava seriamente la crisis climática y la vida en el planeta.

Pero ninguna de las graves dificultades mencionadas hace entrar en razón a los gobernantes, (gobernados a su vez por los poderes económicos en la sombra), de modo que actúen y legislen proactivamente a la solución de los problemas que afectan a la humanidad y dejen de favorecer los intereses de los lobbies y las grandes multinacionales permitiéndoles la explotación extractivista y desalmada, maximizando pingues beneficios en tiempo record sin importarles cuanto deterioran o contaminan el medioambiente y apropiándose de recursos del planeta que deberían ser considerados patrimonio de la humanidad. En este sentido, me permitiré una vez más abogar por el uso racional y la distribución equitativa de los recursos escasos e insistir en la obligación de no esquilmarlos y procurar una reserva para las generaciones futuras.

Los elementos que contiene el planeta son limitados y muchos de ellos ya están prácticamente agotados o quedan escasas reservas; incluso aquellos que la biosfera en equilibrio era capaz de regenerar, hemos llegado al punto en que ya no es capaz de hacerlo debido a lo dañada que está.

No pensemos que los recursos del planeta pertenecen solamente a quienes ahora lo habitamos; y mucho menos que las grandes corporaciones y sus accionistas son dueños de esos recursos que extraen y explotan sin que siquiera el beneficio redunde a favor de la comunidad que puebla el territorio afectado y que sufre las consecuencias; con el agravante añadido de que no solo sustraen bienes de lo común, porque también suelen perjudicar a esos pobladores natos alterando su economía y forma de vida, resultando su salud afectada por la contaminación y/o la pérdida de la posibilidad mantener la producción de alimentos, e incluso obligándoles a desplazarse de su territorio por alguna de dichas causas. (Ejemplo: situación de los Yanomami).

Habría mucho que puntualizar sobre el uso y la explotación particular de los recursos del planeta que nos permiten la vida y pertenecen al común de la humanidad. No olvidemos al menos que por ello no podemos depredarlos impunemente, ni contaminarlos tanto que nos enfermen y maten.

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