Entrevista a Pablo Sánchez: “La organización social es la única capaz de acabar con la opresión y represión”

Parece que el FMI no acaba de comprender las consecuencias que tienen las reformas a las que somete a la población a través de sus acuerdos. Que recaerá sobre las personas menos pudientes es evidente, pero habrá que ver cómo afecta a una sociedad ya machacada por las consecuencias de la crisis.

Por Angelo Nero

Líbano, con una población que no llega a los cuatro millones y medio de habitantes, y después de haber sufrido una sangrienta guerra civil que duró quince años, de que fuera ocupada parcialmente por Israel y por Siria, ostenta el primer puesto mundial en la mayor concentración per cápita de refugiados, con más de 650.000 refugiados palestinos, alguno de los cuales llevan viviendo varias décadas en el país de los cedros, y en torno a un millón y medio de refugiados sirios. ¿Cómo se puede gestionar, en un estado ya por si debilitado como el de Líbano, una acogida de refugiados tan masiva, y con que medios cuentan para hacerle frente a esta situación?

Es sencillo: no pueden. Si así fuera veríamos cómo los refugiados sirios y palestinos han gozado, durante el tiempo que han pasado en el país, de los derechos más básicos que cualquier persona debería tener, pero no es el caso. Y la responsabilidad no debe recaer únicamente sobre el Líbano. De hecho, con el incremento de la inflación y la crisis económica que se agrava de forma exponencial desde finales del 2019 poco puede hacer, por mucha voluntad política y social que haya. Son cambios estructurales los que el país necesita, así como dejar de lado el yugo al que se le somete desde Occidente, en parte a través de la política externalizadora que la UE promueve en todos los países que acogen a quienes huyen del propio.

TheHealthImpact, la organización no gubernamental de la que eres cofundador y coordinador, nace como respuesta a la gravísima situación en la que se encuentran los refugiados en el Líbano, y está centrada en la educación sanitaria y en la información sobre la salud de las familias más vulnerables. ¿Cómo nace este TheHealthImpact, que proyectos estáis desarrollando y, muy importante también, cómo podemos ayudaros desde España?

La organización nace de la necesidad de dar a las familias las herramientas necesarias para que, en la situación en la que se encuentran, puedan hacerse valer por sí mismas y prevenir desgracias con un mínimo de conocimiento y materiales que nosotros les proporcionamos. La idea no sólo radica en la mejoría de la salud que esto supone, sino en la intención de ahorrar dinero por no acudir al hospital con algo que puede ser fácilmente tratado en casa. Especialmente cuando hablamos de infecciones que son el resultado de un tratamiento incorrecto. Si estamos haciendo esto es porque la falta de dinero ahoga a las familias que deciden no acudir al hospital por no poder costearlo, lo cuál pone de relieve el sistema sanitario libanés, lo altamente privatizado que está y la dificultad de poder ver tus derechos fundamentales respetados.

La ayuda que se puede prestar desde España es mayoritariamente económica. Necesitamos que se nos eche una mano para poder continuar desarrollando el proyecto. La existencia de otros conflictos y el drama que suponen para quienes abandonan sus casas no supone que los que sufrían de lo mismo anteriormente hayan dejado de existir. De hecho lo hacen, a la sombra de aquello que atrae el foco mediático. Para echarnos una mano se puede hacer a través de nuestra página web: www.thehealthimpact.org

Antes de Líbano, estuviste trabajando en proyectos de ayuda a los refugiados en los Balcanes y en Grecia, aunque fueron otros escenarios y en tiempos distintos, te habrás encontrado situaciones muy parecidas. ¿Cuál es el hilo conductor en el problema de los refugiados que se va reproduciendo a lo largo de los años, y que, puntualmente, nos señalan como “crisis migratoria”?

Yo, en este caso, he seguido la ruta migratoria al contrario que hacen quienes salen de sus casas para acceder a Europa. Comencé en los Balcanes y acabé en el primer país al que migran una vez salen del suyo. Si bien es cierto, las diferencias entre las personas en movimiento hacia las fronteras de la UE y aquellas que llevan años esperando regularizar su situación son enormes. Unas necesitan atención básica y apoyo en el camino y otras poder desarrollar una vida con normalidad teniendo acceso a los servicios básicos que cualquier país debería ser capaz de ofrecer. El problema aquí subyace en el tratamiento de la Unión Europea a los migrantes y refugiados y que, lamentablemente, se remonta a mucho antes de que en 2015 los medios decidieran hacerse eco de lo que supone abandonar tu país en lancha. Incluso ya en la década de los noventa vemos cómo los países miembros de la UE pagan a aquellos que pueden vulnerar los derechos de los migrantes sin que haya nadie objetando. En eso se basa su estrategia: en vez de una acogida de miles de solicitantes de asilo se actúa contra derecho internacional y se devuelve a los migrantes al país del que vienen o se llevan a otro en el que mantenerlos de forma indefinida. El problema a Europa le llega cuando no es capaz de contenerlos y se ve obligada a actuar movida por el racismo y la xenofobia justificando su actuación con más discriminación. Pero nada ha cambiado. Ahora lo que se ha demostrado es lo que llevamos años diciendo: es posible acoger.

En octubre de 2019 se inició un ciclo de protestas contra una subida de impuestos, que afectaban desde la telefonía al combustible, y que motivaron la dimisión del gobierno de Saad al Hariri, desafiando las restricciones derivadas de la pandemia, también muy criticadas, y en las que había también una fuerte crítica hacia la clase política libanesa. ¿Era esta una revolución árabe tardía, o simplemente la expresión de un hartazgo generalizado ante la falta de respuestas sociales de los distintos gobiernos libaneses?

La corrupción ha sido lo que ha canalizado la rabia de toda una sociedad harta de ver cómo su nivel de vida disminuía mientras los ricos se hacen más ricos. De todos modos, a dos años vista, no ha supuesto un cambio lo suficientemente profundo como para que se hayan alterado las dinámicas de poder que mantienen los que controlan el país. Ahora la sociedad está cansada y el hambre, la falta de trabajo, alimentos y servicios básicos han atado a una masa que antes era capaz de salir a protestar por un cambio. Ver cómo el país caía en picado ha sido lo que ha sacado a las personas a la calle. Una revolución de carácter transversal que ha acabado en un fiasco para quienes pensaron que era posible subvertir las dinámicas.

Desde fuera se nos antoja que las huellas de la guerra civil que asoló el país siguen presentes en la sociedad libanesa, y que la fractura entre confesiones religiosas, fracciones políticas y milicias armadas sigue existiendo, manteniendo un precario equilibrio que puede saltar en pedazos en cualquier momento. ¿Esa división por motivos políticos y religiosos es real, o es más tangible la división social, entre clases?

La gente ahora tiene hambre. Están cansados de las disputas de carácter religioso, no es algo que preocupe tanto como poder llevar comida a la mesa cada día. Si bien es cierto, sí que se pueden ver los esbozos de lo que supuso para el país la guerra civil, pero ahora las preocupaciones son otras y quizá lo podamos ver entre aquellos que no tienen las mismas preocupaciones que la mayoría de la población. Tal y como comentas, lo que precisamente une ahora a la sociedad libanesa es el odio contra quienes les destinan a la pobreza y supervivencia, más allá de sus creencias religiosas.

La explosión del puerto de Beirut, en 2020, terminó por mostrar la fragilidad del sistema libanés, de la corrupción de su clase política y, sobretodo, de lo agotada que está una sociedad después de años de guerras, invasiones y una crisis económica que hace imposible pensar que en 1957, Le Monde diplomatique la bautizara como la Suiza de Oriente Medio. ¿En el panorama político actual, ahora que estamos a las puertas de unas nuevas elecciones parlamentarias, crees que alguno de los actores políticos puede ofrecer soluciones reales para los graves problemas que arrastra el país?

El hartazgo y falta de confianza en el sistema político del país provoca que las elecciones sean, para muchos, un montaje con el que mantener a la población distraída pensando que tienen el poder de cambiar las cosas. A corto plazo el Líbano no va a ser capaz de recuperarse de la crisis que atraviesa, independientemente de quien salga elegido. Otra de las crisis con las que ha de lidiar es la sufrida por la pérdida de confianza de la población en que la democracia puede resolver sus problemas, en sintonía con lo que sucede también en Europa. Además, la solución pasa no sólo por el país como actor aislado, sino teniendo en cuenta la posición del resto de países de la zona y cómo Europa puede asistir para que salga de la crisis.

En medio de la crisis económica que atraviesa el país, hace un mes el gobierno libanés ha firmado un acuerdo preliminar con el FMI para acometer una dura reforma, para intentar contener el aumento de la inflación y el colapso de la moneda, pero ya sabemos que las medidas de este organismo siempre vienen acompañadas de recortes sociales. ¿Realmente el gobierno saliente de las próximas elecciones tendrá algún margen de actuación con este nuevo acuerdo con el FMI, o ahondará más en la desigualdad y en la pobreza?

Parece que el FMI no acaba de comprender las consecuencias que tienen las reformas a las que somete a la población a través de sus acuerdos. Que recaerá sobre las personas menos pudientes es evidente, pero habrá que ver cómo afecta a una sociedad ya machacada por las consecuencias de la crisis. Con unos niveles de paro difícilmente superables y una pérdida de poder adquisitivo que relega el gasto a comida y pago de renta, cuando llega, entre muchas otras esferas afectadas por la inflación, poco se me ocurre qué empeorar actualmente en términos económicos. Respecto a la pregunta planteada, lo que aquí creemos es que se plegará a las exigencias que desde el FMI se realicen, teniendo en cuenta también que, esperemos, haya aprendido de la experiencia de la crisis del 2008, así como considere el estado actual en el que se encuentra el país para exigir sacrificios y aprietos de cinturón.

Según Médicos sin Fronteras, “el desastre provocó un pico en los casos de COVID-19, porque miles de personas con heridas y traumatismos salieron a la calle para pedir atención médica o para buscar a sus familiares, con lo que abandonaron todas las medidas de precaución.” Para un país con los recursos sanitarios limitados, como Líbano, imaginamos que la pandemia ha sido tremendamente difícil de gestionar. ¿Cuál ha sido la incidencia, tanto en contagiados como en fallecidos, en la población libanesa, y cómo ha sido la campaña de vacunación?

Prefiero no responder esta pregunta por la falta de datos que hay, dado que los oficiales vagamente se corresponden con la realidad, además de que no soy personal sanitario y desconozco la campaña de vacunación, sus fallas y puntos fuertes en el país.

En la Unión Europea se ha insistido mucho en que no se puede acoger a todos los refugiados que huyen de las guerras de Oriente Medio y África, ni a todos los que huyen del hambre, de la sequía o simplemente de la falta de oportunidades, sin embargo, con el conflicto ucraniano se ha demostrado que, en un tiempo record, somos capaces de acoger a millones de refugiados, a escolarizar a los niños y darles una vivienda digna, incluso de regularizarlos, ¿No pone esto en evidencia a una Unión Europea que responde más a sus intereses políticos y económicos que a los derechos humanos, pero también a una sociedad que es francamente maleable por los medios de comunicación, y les señalan cuando, cómo y con quién tienen que ser solidarios?

Absolutamente. Es preocupante cómo los medios de comunicación moldean la empatía para que la población entienda por qué huyen las personas de Ucrania y, por lo tanto, necesitan ser acogidas, pero sea completamente distinto cuando sucede en Siria. La UE en su política de acogida o, más bien, de no acogida, siempre ha asumido unas contradicciones constantes con los valores que predica y que chocan frontalmente con lo que sucede en sus fronteras, pero lo sucedido ahora es la evidencia más clara de lo que realmente significa el racismo y la xenofobia. Y esto no significa que no nos alegremos por la rapidez y diligencia de los países que han acogido refugiados, sino que es insultante cómo, durante estos últimos años, han repetido hasta la saciedad la mentira de “no podemos acoger a todo el mundo”.

La oleada de solidaridad desatada a raíz de lo sucedido en Ucrania ha sido ejemplar y es algo de lo que podemos estar orgullosos, pero también nos acordamos de las familias que llevan años sin saber de sus hijos, primos, hermanos porque desaparecieron en el Mediterráneo. Nos acordamos de todos aquellos que han sufrido palizas y torturas en la frontera y de cómo se sienten ahora que ven que era posible respetar sus derechos. Además, aun poniendo sobre la mesa el racismo de sus políticas y la vulneración de sus organismos, nada cambia. La organización social es la única capaz de acabar con la opresión y represión.

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