Por Daniel Seixo
En Nueva Revolución entrevistamos a las componentes de la editorial feminista Ménades para conocer a todas esas autoras olvidadas por la visión patriarcal de la cultura, conocer la realidad de la implicación del mundo editorial en la lucha feminista, el futuro de su proyecto y muchas cosas más.
¿Con que objetivo nace su editorial?
La editorial surge de la necesidad de que las mujeres ocupen los espacios literarios que también son suyos, de establecer una crítica feminista seria que nos ayude a desentrañar la sociedad patriarcal y construir genealogía feminista.
¿Por qué el nombre de ménades?
El haber elegido Ménades como nombre para la editorial obedece a diversas razones. Nos gustaría ser una editorial contemporánea, pero siempre con la vista puesta en lo clásico, porque solo conociendo lo que hemos sido podremos comprender lo que somos. Entendemos Ménades, entre otras muchas cosas, como un grupo de mujeres o divinidades con una solidaridad muy especial que a lo largo de la historia solo la han podido disfrutar las fraternidades. Es decir, ellas tenían sororidad. Ellas, en su «locura» mística, bailaban y reían sin freno, en comunión con el dios que habían criado, Dioniso, dando rienda suelta a toda la irracionalidad de su corazón, siendo ellas mismas. Para equilibrar esa fiereza, en nuestro logo aparece Atenea y su lechuza, símbolos de racionalidad, equilibrio, sabiduría y estrategia.
¿Podemos hablar de una clara asimetría entre hombres y mujeres en la historia de la literatura?
Sí. Al igual que la historiografía no ha reconocido el papel de las mujeres, la literaria también lo ha obviado. Además de los nombres ya más conocidos, como Wolf o Dickinson, existen cientos de escritoras que, aunque no firmasen sus textos o no fuesen publicados en su momento, deberían estar en el canon literario, pero como eran mujeres han sido borradas. Nosotras, a la hora de buscar los textos, nos hemos encontrado con muchas de ellas, algunas estupendas y con una calidad literaria que no deja dudas de su valía, por ejemplo, el caso de Tsatsos o Cather. Por tanto, es obvio que se da esa asimetría. Al fin y al cabo, la mujer solo podría ser ama de casa, prostituta o monja y en ninguna de esas categorías cabía la posibilidad de que escribiesen, de que tuviesen ese genio poético o que fuesen intelectuales y virtuosas, aunque, a pesar de ellos, del patriarcado, sí lo fuésemos.
No quieren que leamos, que pensemos más allá de los esquemas impuestos
¿Se menosprecia y se minusvalora a muchas mujeres en el mundo literario por el simple hecho de ser mujeres?
Sí. Siempre tenemos que cargar con una serie de tópicos a nuestras espaldas; solo escribimos sobre cosas de mujeres, la maternidad, el amor romántico y a lo sumo la infancia. Nuestra forma de escribir es delicada, simple y rara vez sublime. En el libro de Cómo acabar con la escritura de las mujeres, Joanna Russ expone las múltiples estrategias de las que se ha valido la sociedad para silenciarnos también de esta manera. Y, obviamente, eso va más allá de las autoras; es decir, también como críticas literarias, estudiosas o editoras, digamos, creativas nos es complejo acceder a determinados puestos dentro del mundo editorial o de una sección cultural, siendo paradójico porque en este ámbito cultural somos hoy por hoy mayoría.
¿Qué nombres destacaríais como los más paradigmáticos en este sentido?
Tenemos muchos bien presentes de editoras que han tenido que salir de grandes grupos para crear no solo su sello independiente sino forjar un camino exento de ciertas ataduras de género. El caso es que hablamos de una masa ingente y anónima de mujeres que, por razones que no se nos escapan, copan un alto porcentaje del trabajo editorial del «día a día»: «chicas» de prensa, administración, corrección, traducciones semianónimas, editoras que controlan el trabajo pero que apenas tienen poder de decisión, etc. A fin de cuentas, son la misma cara de la moneda: trabajo doméstico, oikonomía (la administración del hogar) de hace milenios.
¿Cómo ha sido la acogida de esta editorial?
Ciertamente, muy buena. Ninguna nos esperábamos que fuéramos a tener tanto apoyo. La gente ha respondido y nos ha hecho darnos cuenta de la necesidad de publicar a estas mujeres.
Las mujeres tienen que luchar el doble para conseguir que se las publique o al menos se las escuche
¿Existe un placer y una satisfacción especial en rescatar a tantas y tantas compañeras olvidadas?
Sí y no. Como amantes de las literaturas es muy gratificante leer muchas de estas obras, descubrir las vidas, los pensamientos y aprender de ellas. Pero, por otro lado, no nos gustar tener que hacer este trabajo, puesto que implica que alguien no lo ha hecho, que hemos estado silenciando y anulando los relatos de miles de mujeres.
¿Debe ser la intelectualidad una de las principales bazas del feminismo?
Sí, pero teniendo en cuenta que esta solo es una parte, que el pensamiento debe guiar, ayudar a esclarecer las partes más oscuras de un sistema patriarcal, pero también es necesario la lucha en la calle y el activismo. La intelectualidad debe recordar que siempre ha de estar subordinada a la realidad, pues esta es inicio y fin del pensamiento. Pensamos para comprender la realidad y mejorarla, no podemos, pues, alejarnos de ella.
¿Resulta arriesgada la labor de guerrilla intelectual de una pequeña editorial como la suya en un sistema económico y social como el actual?
Sí. Además, creemos que no solo se trata de publicar libros feministas, sino también de hacer una editorial feminista, es decir, no mantener las mismas estructuras de poder, jerarquías o formas de relación laboral, en la medida de lo posible, pues al fin y al cabo el sistema económico y social es el que es. El mundo del libro es complejo y difícil. Sacar adelante una editorial independiente es muy complicado, pero todavía más si lo planteas desde un punto de vista más cooperativo. Hay sitios que comparten filosofía que te reciben muy bien, pero en otros nos es difícil penetrar precisamente porque no queremos renunciar a ciertos ideales.
Supongo que la motivación va mucho más allá de la de cualquier otro negocio
No queremos ser ricas, queremos publicar estos textos y hacerlo de la mejor manera posible y eso requiere tiempo y esfuerzo. Nuestra motivación es el feminismo y el activismo político y lo hacemos o lo intentamos en aquello que creemos que a cada una se nos da mejor. Nos gustan los libros, los estudios y la literatura y por eso nos gusta lo que hacemos, pero también vemos una necesidad en publicar lo que publicamos y cómo lo publicamos.
La editorial surge de la necesidad de que las mujeres ocupen los espacios literarios que también son suyos
¿Abogan las grandes editoriales por un feminismo hueco con más caras conocidas que contenido real?
Por desgracia, sí. No vamos a dar nombres ni títulos, pero se nos ocurren unos cuantos en los que prima la cara y no el contenido. Hablar por hablar, soltar cuatro consignas y poner ilustraciones bonitas respaldadas tras un nombre es sencillo, económicamente rentable, pero no es feminismo. El feminismo no es una moda, el feminismo es política y crítica diaria. Desde luego, el lucro ni siquiera debería estar en la ecuación. Pero estas grandes editoriales precisamente solo persiguen eso.
¿El feminismo será revolucionario o no será?
Debería serlo. Estamos insertos en un sistema que, además de patriarcal, es neoliberal. Las opresiones no están aisladas, todas se relacionan y suman en cada individuo. La precariedad laboral es jodida, pero si encima eres migrante o mujer, ya sí que sí apáñatelas como puedas. Por tanto, el feminismo ha de buscar la libertad de la mujer, librarnos del yugo del género, pero también del del sistema que nos precariza la existencia.
¿Existe machismo en el mundo editorial?
Sí. Las grandes editoriales, aunque ahora han empezado a publicar a más mujeres, siguen privilegiando al varón en su catálogo editorial. Los premios literarios y los jurados que los otorgan siguen siendo en su mayoría hombres. Las mujeres tienen que luchar el doble para conseguir que se las publique o al menos se las escuche.
También, en la mayoría de las editoriales, los editores importantes suelen ser hombres, los puestos medios y bajos sí corresponden a mujeres, pero en los superiores nos volvemos a topar con el techo de cristal.
¿Deben sus libros interesar solo a las mujeres o por el contrario brindan una gran oportunidad para que los hombres se acerquen a un mundo que les puede resultar hasta ahora desconocido?
Deberían interesarnos a todos, puesto que el feminismo no solo es una cuestión de mujeres, sino también de hombres. Independientemente, la literatura sigue siendo literatura, la escriba una mujer o un hombre. Siempre hemos tenido muy clara la premisa de que lo primero es publicar literatura; bellos poemas o trepidantes historias, interesantes estudios o provocativos ensayos. Nuestro extra creemos que está en hacer feminismo desde los ensayos y dar un justo hueco a voces olvidadas, minusvaloradas o que encuentran dificultad a la hora de publicar.
La intelectualidad debe recordar que siempre ha de estar subordinada a la realidad
¿Qué hace a Ménades diferente?
Ser una editorial feminista que intenta abarcar todos los géneros y manifestaciones literarias, que no pierde de vista el humanismo ni el mundo real.
¿Qué títulos nos recomendarían encarecidamente?
Todos, pero como eso es bastante, creo que lo mejor es que cada una de las personas que integramos Ménades elijamos uno o dos.
María Sánchez: El contrato sexual, de Carole Pateman, y Tiempo roto, de Margot Chamorro.
Alba Gª Alderete: Música y mujeres. Género y poder, VV.AA editado por Marisa Manchado y Disidencia en el cuerpo: perspectivas feministas, VV.AA
Javier Baonza: El unicornio y el delirio, de Anguelikí Koré, y Las heteras en la antigua Grecia, de Catalina Aparicio Villalonga.
Alba Ara Anel: Tiempo roto, de Margot Chamorro y Clemencia a las estrellas, de Agustina González.
Sandra Delgado: Célanire Cuellocortado, de Maryse Condé, y El duende del jardín y otros cuentos, de Willa Cather.
María Alderete: Tiempo roto, de Margot Chamorro y La mujer molesta, de Rosa María Rodríguez Magda
¿Nos hemos acostumbrado tanto a los ritmos rápidos de Netflix o HBO que nos cuesta mucho engancharnos a la profundidad de la literatura?
Netflix y HBO son solo un síntoma. Vivimos en la era de la inmediatez, del fast-food, consume rápido y gasta todavía más. Las imágenes se suceden y la información, veraz o no, camina por redes inabarcables. La lectura requiere concentración y atención, pero con tantas luces, imágenes, pantallas, sonidos, prisas, llamadas del jefe a deshora…, resulta casi imposible. No obstante, si aprendiésemos desde chiquititos a ensimismarnos, a leer, a concentrarnos y descubrir nuevos mundos, a imaginar más allá del ratón y del teclado, las cosas serían muy distintas.
¿Nos hace esto menos críticos y por tanto menos libres?
De hecho, nos sorprende una nueva tendencia, ahora en boga, que en muchos libros electrónicos y páginas de compra te indican el tiempo que tardarás en acabar la lectura. Hasta hay algunas páginas especializadas en libros que se leen en menos de una hora. ¿Desde cuándo le hemos concedido tanta importancia al tiempo? Pero no al tiempo de ocio, vida, de ser más que aquello que te toca a hacer para sobrevivir. Nuestro tiempo parece que se ha convertido en una especie de mercancía que ha de ser bien aprovechada y, aunque sea así, ¿desde cuándo pensar, replantearse las bases de una sociedad, ser críticos es una pérdida de tiempo?
No quieren que leamos, que pensemos más allá de los esquemas impuestos, solo que disfrutemos del ruido de nuestras cadenas entre estrenos de series y jornadas laborales extenuantes y esclavas.
La gente ha respondido y nos ha hecho darnos cuenta de la necesidad de publicar a estas mujeres
¿Consideran que esta realidad tiene una relación directa con la precariedad y la ansiedad presente en nuestro día a día?
Sí. Por supuesto, las mujeres seguimos teniendo una doble jornada: trabajo y casa. La gente joven y no tan joven se ve obligada a pluriemplearse, a estudiar y trabajar para poder pagarse la carrera, a renunciar a su tiempo para que el proyecto en el que está sumergida su empresa llegue a tiempo. Ya no vivimos, sobrevivimos, y eso genera ansiedad y otras enfermedades mentales. Sin embargo, nos hemos acostumbrado a los ansiolíticos y a los antidepresivos, hasta al coaching, en vez de asumir que el problema no es nuestro sistema nervioso, nuestra cabeza o nuestros sentimientos, sino que se deriva de aquellos que nos obligan a vivir con sueldos que no nos permiten llegar a fin de mes, mientras que nos resignamos y asumimos la banalidad del mal. El problema es que, además de esta ideología que se nos cuela y penetra, nuestras condiciones materiales también nos obligan a seguir en esta rueda en la que ni las humanidades ni la literatura pintan nada, pues para pensar hace falta aburrirse y ni eso podemos hacer.
¿Tendrían espacio en vuestra editorial títulos que defendiesen algún tipo de regularización de la prostitución o la maternidad subrogada?
Es necesario un pensamiento crítico que busque el porqué de cada una de las formas de opresión que sufrimos las mujeres. No obstante, no creemos que ciertas posturas o corrientes que defienden la mercantilización del cuerpo femenino, ergo, las jerarquías y la dialéctica del esclavo y el amo, sean realmente feminismo.
¿Qué debate resulta más urgente plantar sobre la mesa global del feminismo?
A nuestro modo de ver, el de la transversalidad y qué feminismo queremos. El feminismo no se debería sentir cómodo habitando los mismos espacios que Ciudadanos o un comité de empresa, y mucho menos apoyando posiciones que rozan el racismo y la transfobia, por un lado, y la misoginia y la pérdida de identidad, por otro. Deberíamos repensar sobre eso y ver qué se puede hacer al respecto.
¿Existe un feminismo blanco y occidental que está copando en exceso el pensamiento global del movimiento?
Sí, por desgracia, ningún movimiento político y mucho menos el feminismo está libre de las relaciones de poder y las jerarquías. El feminismo blanco y occidental ha construido su relato, es decir, las teóricas que le han dado alas describen a la mujer que las representa y esta es blanca, occidental y, por supuesto, no precaria. Por eso, es más necesario que nunca un feminismo crítico que cuestione todas las relaciones de poder y económicas, incluidas las que se dan en su seno. Como ya se dijo en una pregunta anterior, deberíamos reflexionar sobre cómo las distintas opresiones se conectan y nos quitan la libertad.
Existen cientos de escritoras que, aunque no firmasen sus textos o no fuesen publicados en su momento, deberían estar en el canon literario
¿Qué libro de su editorial le recomendarían a cada uno de los líderes políticos de los principales partidos de nuestro país?
Es una pregunta difícil, ciertamente, y más porque alguno de ellos necesitaría más de uno.
Pedro Sánchez: La emancipación de la mujer, de Flora Tristán, quizá así recuerde los inicios del marxismo.
Pablo Casado: La barbarie patriarcal. De Mad Max al neoliberalismo sexual, de Victoria Sendón de León. Con este libro podrá comprender por qué las estructuras que él defiende vehemente son parte de una psicosis estructural innecesaria.
Santiago Abascal: Elegir solo uno en este caso resulta difícil. Tiempo roto, de Margot Chamorro, le serviría para cuestionarse su relación romántica con el franquismo.
¿Albert Rivera o Inés Arrimadas? También deberían leer La barbarie patriarcal o El contrato sexual.
Pablo Iglesias: Esas que también soy, antología de relatos de autoras contemporáneas. Así descubrirá a más mujeres y puede que le sirva para quitarse un poco de ego.
¿Y a la ciudadana Letizia?
Las razones de Jo, de Isabel Franc. Quizá nuestra Jo March pudiera influir en ella para que fuese rebelde, creativa y libre.
Para rematar, una autora que sirva especialmente para golpear la conciencia patriarcal.
Carole Pateman.
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