Entrevista a Juan Teixeira: “la situación actual del periodismo internacional es una mierda”

El conflicto ucraniano es quizás el que mejor comprendo, porque es el único que de verdad he vivido de cerca, y me ha servido para darme cuenta del nivel de hipocresía y manipulación que existe en el periodismo y la sociedad en general actualmente. 

Por Angelo Nero

Juan Teixeira ha seguido la crisis de los refugiados sirios, en el campo de Idomeni, en Grecia, ha estado en la zona de exclusión de Chernobyl, en la disputada región de Nagorno Karabakh, en el Kurdistán turco, en el Donbass, la zona de mayoría rusófona de Ucrania, ahora tan de actualidad. A pesar de haber estudiado Publicidad y Relaciones Públicas, tu pasión por los viajes te llevó a descubrir que tu verdadera vocación era la fotografía y el periodismo, ¿en qué momento te planteaste, realmente, que querías hacer de esto un medio, o un modo, de vida?

Tras mi primer viaje largo por Sudamérica. Ahí me dí cuenta que me gustaría poder vivir viajando y conociendo nuevas realidades fuera de mi burbuja, y nada mejor para eso que la fotografía. Luego me dí cuenta de que la fotografía que a mi me gustaba hacer no generaba ingresos y no podría vivir de ello. Así que decidí estudiar un máster de periodismo, que es lo que me hubiera gustado hacer de primeras en lugar de Publicidad, pero no me dio la nota en su momento. Lo malo es que después de un tiempo también me dí cuenta de que el periodismo que me gusta hacer tampoco genera muchos ingresos y es muy complicado vivir de ello… todo lo que se salga un poco del molde impuesto es una apuesta muy arriesgada hoy en día.

Entre tus primeros compañeros de viaje en el mundo del periodismo, estuvo Pablo González, con el que todavía compartes proyectos como Eulixe. ¿Cómo surge este medio digital, y en que escenarios habéis compartido experiencias informativas?

Pablo no es uno de mis primeros compañeros de viaje, es el único. Siempre he trabajado solo o con Pablo, al que conocí precisamente estudiando el máster de periodismo. Cuando acabamos, nos dimos cuenta de que teníamos las mismas inquietudes y que encajábamos bien. Él siempre quiso especializarse en Europa del Este, nunca le interesó trabajar en ningún otro lugar. Siempre me decía que si no conoces la historia, el idioma y la realidad del lugar, no se puede hacer buen periodismo. Y tiene razón. Así que decidimos asociarnos y yo dedicarme a hacer las fotos que quería, y él cubrir la zona que le interesaba y conocía. Nunca buscamos destacar, sino hacer las cosas a nuestra manera. Comenzamos por Kosovo y Georgia. Poco después se produjo el golpe de Estado en Ucrania, en 2014, y desde entonces hemos visitado el país en seis ocasiones diferentes juntos. Siempre nos costó vender nuestros reportajes a los medios generalistas, así que decidimos abrir nuestro propio portal web independiente, con la intención de mezclar nuestros propios reportajes con otro tipo de noticias silenciadas en otros medios y también cosas más ligeras para atraer visitas e intentar monetizar de algún modo. No lo conseguimos, pero aprendimos muchísimo por el camino. Ahora mismo el proyecto está en standby, cuando Pablo vuelva a casa veremos hacia donde nos dirigimos, de momento lo único que importa es que recupere su libertad.

Fotografía, artículos escritos, edición de video, podcast… parece que el trabajo del periodista actual tiene que abarcar muchas áreas para poder rentabilizarlo. ¿se acabaron los tiempos de los enviados especiales, que iban con unos medios y un presupuesto que ahora parece inimaginable?

Totalmente. Yo no llegué a conocer esa época dorada del periodismo, pero sí he coincidido en muchas coberturas con compañeros con más experiencia y recorrido que coincidían en lo mismo: la situación actual del periodismo internacional es una mierda. Aparte de los que trabajan para los grandes medios, la única forma de hacer dinero es irte a donde esté el foco mediático en ese momento y conseguir una televisión para hacer directos, y a mayores atender a radios, webs y escribir piezas para algún periódico. Se conoce el término como “hacer paracaidismo”, es decir, lanzarte a donde esté la noticia a lo loco. Obviamente no es ni de lejos el mejor modo de trabajar, puesto que llegas a un sitio en conflicto, sin conocer la zona, sin contactos, y sin información previa. Lo normal es que los que trabajan así se queden encerrados en el hotel y desde allí reescriban notas de prensa o lo que se publica en otros sitios. Yo creo que eso no es hacer periodismo, eso mismo lo puedes hacer desde cualquier redacción. Pero claro, queda muy bien en la tele sacar a alguien con el chaleco y poner “enviado especial”. Y más si se le paga por pieza y no hay que responsabilizarse de lo que pueda pasarle.

Muchos periodistas señalan que escriben para tratar de entender el mundo que les rodea, y así poder explicárselo a los demás, ¿tú también intentas buscar las claves, los motivos, para entender escenarios tan complicados como, por ejemplo, los conflictos de la órbita ex-soviética?

Yo he acabado en este mundillo como consecuencia precisamente de intentar entender el mundo que me rodea. El problema es que cuanto más conoces, más te das cuenta de lo complejo e inabarcable que es. A día de hoy me interesa mucho más la realidad global que los diferentes escenarios concretos, que en el fondo no dejan de ser daños colaterales de dinámicas superiores sobre las que no tienen ningún control.

Tan cerca de Europa y a la vez más lejos que nunca, escribiste en la presentación de “Idomeni Kids”, donde retrataste a esa juventud de sueños rotos, que tras recorrer cientos de kilómetros, y de pasar hambre, sed, frío, y todo tipo de humillaciones, se encuentran en tierra de nadie, frente al muro de una Europa que no escucha su llamada. ¿Ante las desgarradoras imágenes que fotógrafos como tú mostrasteis sobre la dura realidad de los migrantes, cómo es posible que la sociedad europea no reaccione, o que lo haga en sentido negativo, para pedir que blinden sus fronteras?

Buena pregunta. La verdad es que es algo que desmoraliza muchísimo, al menos a mí. Supongo que es porque nuestra sociedad vive al fondo de todo de la caverna de la que ya hablaba Platón, y las sombras que vemos son elegidas sabiamente por los carceleros. Al final, al sistema en el que vivimos le interesa que existan las guerras y las fomenta, tanto para seguir alimentando la industria armamentística, como para resolver conflictos entre potencias y perpetuar el actual sistema. Los daños colaterales son los muertos y desplazados, pero con el correcto control de la información se puede hacer que los súbditos de cada Estado lleguen a verlos como enemigos incluso. Es algo atroz. Recuerdo que cuando volví de Idomeni, escuché a alguien decir que a esa gentuza no se les puede dejar pasar, que vienen terroristas y no se qué historias. Me levanté convencido de partirle la cara, pero me contuve. El problema es que contenerse todo el rato te lleva a tragar mucho, y acaba saliendo por algún lado. Yo lo suelto con mis textos e imágenes, así que aunque no llegue a demasiada gente, al menos a mí me sirve.

También has estado en Palestina, dónde has podido constatar las distintas realidades que se viven a ambos lados del muro, mientras la población árabe en Nablus, o Ramala, vive bajo un régimen de apartheid, la población judía de Tel Aviv, vive cómo en cualquier capital europea, con “bares de moda, tiendas de lujo, playas llenas y hoteles hasta la bandera”, como tú mismo describiste. ¿Qué tipo de sociedad te encontraste en la Cisjordania ocupada, y en el moderno estado de Israel, realmente es como si fueran dos planetas distintos?

Dos planetas de galaxias distintas a diez minutos en coche. Es algo increíble la verdad. Los ciudadanos palestinos viven con lo justo, no pueden desplazarse libremente, no pueden expresarse libremente, no pueden hacer nada libremente. El Estado de Israel les hace la vida imposible desde hace décadas de las formas más crueles e inverosímiles posibles para que abandonen sus hogares y así usurparlos. Los que se quedan deben hacerlo con la cabeza gacha, porque al que levanta la mirada o dice una sola palabra le pegan un tiro o lo meten en una cárcel. Literalmente. Mientras tanto, a pocos kilómetros, los ciudadanos israelíes viven sus vidas ajenos al conflicto. Pero bueno, lo mismo pasa con cualquier situación crítica, siempre habrá alguien cerca o lejos ajeno a lo que pasa y viviendo su vida tranquilamente. Lo que pasa es que en este caso concreto la cercanía y brutalidad evidencia de modo extremo esta realidad.

En “Maidan Circus” hiciste un retrato mordaz de la Ucrania posterior al aquella nombrada como la Revolución de la Dignidad que derrocó al presidente Víktor Yanukóvich, y que derivó en una insurrección con muchos elementos fascistas en sus filas, ¿Qué escenario quedó dibujado en Ucrania tras los sucesos de 2013? ¿Es la situación actual heredera de eses gobiernos tan alabados por los medios de comunicación occidentales?

La guerra actual tiene su origen más próximo en 2013 según yo lo veo. A finales de ese año se derrocó a un gobierno elegido democráticamente de modo violento, algo que para mí es claramente un golpe de Estado, pero no para la propaganda y el relato occidentales. Simplemente el hecho de elegir ese término y no “Euromaidán” o “Revolución de la Dignidad” hace que misteriosamente se cierren todas las puertas de los grandes medios, siguiendo la pregunta anterior sobre el estado actual del periodismo. Sea como fuere, ese 2013 Ucrania se partió en dos en todos los sentidos. Desde entonces y hasta antes de la invasión rusa de este mismo año murieron en torno a 13.000 personas, también misteriosamente, porque según occidente no había guerra en el país, y mucho menos guerra civil (otro término que cierra muchas puertas).

El conflicto ucraniano es quizás el que mejor comprendo, porque es el único que de verdad he vivido de cerca, y me ha servido para darme cuenta del nivel de hipocresía y manipulación que existe en el periodismo y la sociedad en general actualmente. También para entender que las guerras no son más que “roces” entre potencias externas que utilizan terceros países para resolver sus conflictos por el poder y seguir generando ingresos. Todo lo demás sobra. Se intenta justificar de cara al público como defensa de derechos humanos, o que la población tiene diferencias irreconciliables o lo que sea, pero en el fondo en Ucrania no habría guerra si occidente no hubiera desestabilizado y utilizado al país para su propio beneficio. Que no se me entienda mal, quien ha invadido Ucrania es Rusia sí, y es plenamente culpable de ello y de los miles de civiles muertos y el sufrimiento que está causando, pero no el único culpable ni mucho menos.

Durante el invierno del 2016-2017, visitaste con Pablo el Donbass, donde realizasteis un amplio reportaje, “Zona Gris”, centrado en la vida cotidiana de las miles de personas atrapadas en la línea del frente, entre el fuego cruzado del ejército ucraniano y de los separatistas de Donetsk, Lugansk. ¿Ha cambiado mucho la situación en todos estos años, en los que habéis viajado en numerosas ocasiones a la zona, la última hace tan solo unos meses, en el marco de la anunciada invasión rusa?

Pues la verdad es que no demasiado. En Donetsk y Lugansk la situación ha sido durísima desde 2014, con bombardeos habituales y un estado de guerra contínuo. Ha habido épocas más duras y otras más tranquilas, pero desde luego siempre se ha sentido el estar en guerra. Por eso me extraña tanto que de repente la población occidental se haya dado cuenta de que hay guerra en Ucrania.

Otro de las zonas calientes del planeta, que has documentado sobre el terreno, ha sido el Kurdistán turco, donde pudiste cerciorarte de la terrible represión que el estado turco ejerce con la población kurda. En “Turkistán” ofreces la visión de un país que poco tiene que ver con la Turquía que nos venden en las agencias de viajes, donde incluso los periodistas corren peligro por informar, creo que tú mismo fuiste detenido, ¿Es el régimen de Erdogan una dictadura, o va camino de ello? ¿son los kurdos el último obstáculo para completar el proyecto panturquista, que comenzó con el genocidio armenio de 1916?

Pues para saber si la Turquía de Erdogan es una dictadura o no, primero habría que delimitar claramente la línea conceptual que separa a una democracia de una dictadura. Para mí sin duda está más cerca de ser una dictadura que una democracia plena, pero vaya, como muchos otros países hoy en día.

Los kurdos son sin duda una piedra en el zapato de Erdogan, y lleva tiempo queriendo sacársela. Sin embargo ha dado con un hueso duro de roer. Los kurdos llevan mucho tiempo acostumbrados a ser vistos como enemigos de alguien y a verse obligados a luchar por su existencia. Son quizás uno de los pueblos más maltratados en la historia reciente, han sido utilizados, engañados y masacrados por regímenes de todo tipo. Y ahí siguen.

Para mí ese viaje fue sin duda el más duro de mi vida. Me retuvieron e interrogaron varias veces, y llegué a pensar realmente que acabaría en una cárcel turca, algo que me da más miedo que un bombardeo. Una de las veces me dejaron durante horas en una tanqueta militar en Cizre, una ciudad arrasada por la artillería turca. Un compañero ya me había advertido que no fuera, que no me iban ni a dejar bajar del bus, que la ciudad estaba tomada por militares y policías de paisano. Aún así intenté pasar desapercibido y sacar alguna foto. Efectivamente, poco después de bajar del bus me retuvieron, me hicieron borrar todo el material y me metieron mucho miedo en el cuerpo para que me fuera de la región. Desde ese día notaba que me seguían, me paraban en todos los controles, e incluso pararon un autobús para hacerme bajar e interrogarme (una vez más). Acabé con un poco de paranoia persecutoria, hasta que al final me fui. Lo cierto es que yo no sirvo para ser fotógrafo de conflictos, llega un punto que me puede la presión. Admiro profundamente a los compañeros que aguantan lo que sea y continúan firmes pase lo que pase, me parece algo increíble (y tremendamente infravalorado).

Las redes sociales han creado la falsa ilusión de que cualquiera que publica una fotografía es un fotógrafo, y cualquiera que escribe puede ser un periodista, ¿cómo ves el futuro de tu profesión, cuando se valora más la chorrada que sube cualquier instagramer que el reportaje que te has currado pateando las calles de Diyarbakir, Stepanakert o Mitrovica?

Bueno, creo que a nivel personal ya lo he aceptado. Es lo que hay. Eso no quita que a nivel social me parezca un suicidio. Al igual que lo es que gane más un torero que un profesor, o un futbolista que un médico. El circo del capitalismo tiene que seguir con sus funciones, y para ello nada mejor que un público idiotizado hasta la médula.

El futuro de la profesión lo veo complicado la verdad, porque las nuevas generaciones de fotógrafos ( y de cualquier otro profesional) habrán mamado desde que nacieron de este sinsentido, y creo que les será más difícil todavía salir de ahí. Sin embargo creo que siempre habrá quien tenga la fuerza necesaria para ver más allá del circo y hacer lo que realmente le llene. Y a estas personas hay que apoyarlas mucho, porque no es un camino fácil.

Uno de tus reportajes que más me ha impactado ha sido el que realizaste en Chernóbil, 30 años después de la mayor catástrofe nuclear de la historia en Europa, ¿porqué decidiste contar esa historia que ya parecía olvidada, y que es lo que te encontraste en el área de exclusión y en los pueblos cercanos donde, a pesar de todo, la vida sigue?

Pues decidimos hacer este reportaje precisamente para conmemorar el 30 aniversario de la catástrofe, sabiendo que sería un reportaje fácil de vender, fácil de realizar y que además nos causaba muchísima curiosidad y nos apetecía mucho verlo en persona. Lo que más me sorprendió es la facilidad para entrar y recorrer la zona. Incluso hay tours con buses llenos de turistas de catástrofe buscando morbo y haciéndose fotos delante del mismo reactor 4.

Conocer a fondo lo sucedido y poder verlo en persona y hablar con gente que lo vivió me encantó. Fue sin duda una catástrofe terrible, pero como historia es apasionante.

Por último, no quería dejar la entrevista sin preguntarte por la situación del compañero Pablo González, que lleva más de cien días encarcelado en una cárcel polaca, sin que, hasta ahora, ni su abogado, Gonzalo Boyé, ni su familia haya podido visitarlo.

Pues seguimos sin novedades. Lo último fue la prórroga de la prisión provisional otros 3 meses más, por lo que Pablo pasará al menos medio año encerrado en una jaula polaca, sin poder hablar con sus hijos, ni tan siquiera con su abogado. Medio año encerrado sin que se haya hecho pública ninguna prueba. Es algo atroz y que jamás pensaría que viviría tan de cerca. Solo espero que se termine cuanto antes y Pablo pueda recuperar su vida.

Antes de despedirnos, ¿tienes algún proyecto inmediato que quieras compartir con los lectores de NR?

Pues si. El próximo viernes 15 de julio a las 20:30 inauguro mi exposición «Sociedade XXI» en la Casa das Artes de Vigo. Se trata de un ensayo fotográfico con imágenes recopiladas los últimos 15 años en más de 30 países, y que conforma un retrato muy personal de la sociedad que nos ha tocado vivir, una crítica mordaz al sistema capitalista en el que vivimos, bajo mi punto de vista. Estará hasta el 30 de octubre. Me haría mucha ilusión ver a los lectores de NR por allí.

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